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17 May 2021
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Detrás de cada palabra hay un rastro lingüístico que puede delatarte

Sheila Queralt

Perito en lingüística forense. Con mis análisis científicos de la lengua contribuyo a cazar delincuentes.

Basta de crear espectáculo con el dolor ajeno

Estas últimas semanas estamos presenciando filtraciones casi hora a hora de los pasos que hace la policía en la investigación de las pequeñas Olivia y Ana, presuntamente secuestradas por su padre, Tomás Gimeno.

Sin duda, se trata de unos hechos que merecen la mayor atención y difusión, pero difundir así el nivel de detalle de la investigación es innecesario e, incluso, en mi opinión profesional, podría llegar a entorpecerla. El goteo constante de información en los distintos medios de comunicación es, cuanto menos, escandaloso y bochornoso. 

La semana pasada desgraciadamente fui testigo de la mediatización de un caso en mi ciudad natal. Durante toda la semana se especuló y se tergiversaron los hechos para crear el máximo nivel de morbo en la noticia de unos hechos tremendamente trágicos, sin tener ningún reparo por el fallecido ni por sus familiares. Llegaron a circular tantos rumores sobre lo ocurrido que la familia, en medio de todo el sufrimiento, se vio obligada a emitir un comunicado para desmentir las habladurías. 

También hace apenas unos días que la madre del pequeño Gabriel hizo una recogida de firmas para solicitar una ley que prohíba «hacer morbo y espectáculo» de los crímenes violentos en programas de entretenimiento y que proteja a las víctimas de estos irrespetuosos e inhumanos actos mediáticos que someten a los familiares a «una violencia continua» y a un mayor sufrimiento que el que ya suponen los hechos por sí mismos. 

Como profesional de las ciencias forenses, creo que es indispensable garantizar el respeto a la víctima y a los familiares. Como ciudadana, entiendo la necesidad de ser informada, pero la información jamás debe menoscabar el honor y la integridad de la víctima y su entorno ofreciendo detalles abusivos, que no son relevantes para el conjunto de la sociedad y que únicamente empeoran el sufrimiento de los afectados, que, insisto, es ya inmensurable sin esta añadidura. 

Por favor, entendamos y empaticemos con el dolor de los demás. Dejemos el morbo y el espectáculo para la ficción. Como dijo Alejandro Dumas en Los tres mosqueteros: «El silencio es la última alegría de los desgraciados; guardaos de poner a alguien, quienquiera que sea, tras la huella de vuestros dolores; los curiosos empapan nuestras lágrimas como las moscas sacan sangre de un gamo herido».