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24 Mar 2023
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Europa

El español no se cuida solo

Ana Vázquez Barrado

Si bien los datos dejan entrever un buen estado de salud del español en Europa, también nos avisan del potencial desarrollo que podríamos tener en el viejo continente. Una fabulosa oportunidad de crecimiento que no podemos perder

Después de América, Europa es el continente en el que más se habla y se estudia el español. A los 47 millones de hablantes en España hay que sumar los más de 32 millones de hispanohablantes repartidos por el viejo continente, donde la lengua de Cervantes es la quinta con un 8 % en hablantes nativos, después del alemán (20 %), el francés (15 %) y el inglés y el italiano (13 %).

Cierto es que los idiomas más estudiados de la UE son el inglés y el francés y que el español se disputa la tercera plaza con el alemán, pero también que la enseñanza del español como lengua extranjera es la que más ha crecido en los últimos cinco años. De los 27 países que pertenecen a la UE, Francia, Italia y Alemania son los que cuentan con un mayor número de estudiantes de español. Y es más: los datos que arroja el último Eurobarómetro revelan que el español es la lengua que mayoritariamente querrían aprender los europeos si sus sistemas educativos les ofrecieran esa posibilidad.

Parece innegable que el español avanza en Europa y que por tanto no tenemos de qué preocuparnos, pero como decía Mark Twain hay tres tipos de mentiras: mentiras, grandes mentiras y estadísticas.

El estudio de lenguas extranjeras en la Unión Europea está en gran medida determinado por las políticas de promoción y por los sistemas educativos de cada uno de los Estados miembros. Fomentar el multilingüismo en la enseñanza reglada de estos Estados es una de las vías de cooperación educativa más prometedoras y fructíferas que podemos emprender con otros países europeos de cara al futuro del español, pero necesariamente esto tiene que venir acompañado y vinculado a una segunda acción: el reconocimiento del español al mismo nivel que el inglés, el alemán o el francés en las instituciones europeas.

El régimen lingüístico de la UE reconoce 24 lenguas oficiales y de trabajo, pero la realidad es que funciona en la práctica una especie de trilingüismo (inglés-francés-alemán), lo que supone un incentivo para el aprendizaje de estos idiomas, en detrimento del español. Y es que el español es esencialmente una lengua traducida en la UE, lo cual a su vez supone, por un lado, la ausencia de nuestra impronta cultural en las instituciones, que podría venir vehiculada por la lengua y, por el otro, una menor presencia del español en los campos científicos, técnicos y profesionales, dado que una lengua traducida presenta una mayor inestabilidad léxica y terminológica. Así que, como resultado, ese triunvirato de lenguas se lleva el gato al agua y resultan más sexis que el español para un europeo, quien encuentra en el número de hablantes de nuestra lengua junto a la riqueza cultural sus mayores atractivos.

Es, por tanto, necesario firmar alianzas con otros países europeos, y por supuesto con los hispanohablantes, para seguir librando la batalla para que el español forme parte de ese grupo de lenguas, pasando del trilingüismo de facto a un pentalingüismo que incluya el español y una quinta lengua más en las instituciones europeas, a la par que se trabaja para que el español y su certificación se incluya en las enseñanzas regladas de los Estados miembros. Dos acciones que tendrían un efecto multiplicador y garantizarían no solo un brillante futuro del español en Europa sino que procurarían su creciente presencia en las relaciones internacionales, en el mundo de los negocios y en el científico y tecnológico, lo que se traduciría en capacidad de influencia y liderazgo de los países hispanohablantes.

Para cerrar el círculo a estas dos acciones, convendría añadir al menos una tercera para cuidar el español en Europa. Y es que en este mundo tan hiperconectado hay que levantar la cabeza y mirar más allá del propio ombligo. Las tendencias señalan el comienzo de un descenso progresivo del peso demográfico de los países hispanohablantes frente al gigante poblacional de la geopolítica lingüística en las próximas décadas: África, donde las viejas lenguas coloniales europeas, francés y portugués, terminarán funcionando como lenguas francas. Hay que insistir en la difusión del español en este continente y hacerlo junto a los países hispanohablantes. Esto significa trasladar la política panhispánica del ámbito estrictamente lingüístico al de la acción educativa y cultural, a través de acciones diseñadas en coordinación que permitan implementar estrategias multilaterales y manifiesten el valor económico del español y su dimensión y peso internacional en el continente africano.

Un polo de civilización transcultural, transoceánico, transcontinental y transétnico, cuya diversidad encuentra unidad en un idioma lleno de ricas polifonías, lo tiene todo para conseguirlo. Intentar hacer una predicción en un mundo tan cambiante es casi una utopía, pero, sin duda, lo que ocurra mañana dependerá más de lo que hagamos que de las tendencias en sí mismas. Tendencias que inexorablemente se impondrán.

 

Este artículo es uno de los contenidos del número 17 de la publicación trimestral impresa Archiletras / Revista de Lengua y Letras, disponible en quioscos y librerías
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