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19 Nov 2020
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Bosnia

Tras el rastro del español en la historia del país

Alfonso C. Cobo Espejo

Los judíos sefardíes que llegaron al país llevaron consigo su lengua, que hoy persiste gracias a canciones, proverbios y refranes

Como en el cuento de Hansel y Gretel, el idioma español ha ido dejando piedras por el camino de la historia en un pequeño país de los Balcanes: Bosnia. Es un rastro que aún hoy es posible seguir.

El rastro más determinante se remonta al siglo XV, con la llegada de los judíos sefardíes expulsados por la Inquisición española a un territorio que, por aquel entonces, pertenecía al Imperio otomano. Tal y como explica Vanessa Ruiz, filóloga y ex profesora de español en la Universidad de Sarajevo, los sefardíes se establecieron en lo que hoy es Bosnia y pasaron a formar parte del «millet», un sistema comunitario donde cada grupo religioso podía conservar sus señas de identidad. Ellos, además de la religión, conservaron la lengua que hablaban cuando fueron expulsados: el judeoespañol.

El ya fallecido filólogo Muhamed Nezirovic, especialista en la lengua y cultura de los sefardíes bosnios, solía decir que el español no era una lengua extranjera en su país, porque había impregnado su habla cotidiana. Contaba que en el mercado de Sarajevo todavía era posible escuchar a los comerciantes gritar «callado» para pedir silencio, sin saber el origen español de la palabra.

Actualmente, aunque la huella del judeoespañol en Bosnia no es demasiado grande, resiste, sin borrarse del todo, gracias a canciones, proverbios y refranes populares.

Vanessa Ruiz destaca la canción «Adio querida», de la bosnia Flory Jagoda, quien recopiló esta y otras canciones de su abuela. «Es una canción que saben y hacen suya todos los sarajevitas, con independencia de la religión que profesen. La mayoría, desconociendo que la letra es española. Pero al pueblo bosnio le gusta mucho cantar y es probable que por eso haya calado», afirma Ruiz.

Parte de la literatura que se conserva también tiene nombre de mujer: Laura Papo. Papo, que era ama de casa, escribió en judeoespañol varias obras teatrales sobre la vida cotidiana de las mujeres sefardíes que tenía en su entorno. «Los textos son muy sencillos, pero muy bellos. Es un testimonio del habla popular», explica Ruiz. La escritora murió en Sarajevo, víctima de la «Shoá», el Holocausto nazi en hebreo. Como ella, otros miles de judíos sefardíes perdieron su vida, ya fuera en campos de concentración nazis o asesinados por la «Ustacha», organización terrorista croata aliada del nazismo.

La población judía de Sarajevo menguó notablemente tras la Segunda Guerra Mundial, pasando de ser unas doce mil personas a ser solo algo más de dos mil. Muchos de los cuales tuvieron que restringir el uso del idioma para sobrevivir. Esto dejó muy malherido al judeoespañol.

Idioma salvavidas

Sin embargo, el judeoespañol también salvó vidas durante el conflicto mundial, como la de Moris Albahari. Se libró dos veces de la muerte al utilizar el idioma: una, para comunicarse con un coronel italiano que lo ayudó tras saltar de uno de los trenes de la muerte; y otra, al hablar con un piloto americano hispanohablante, que lo llevó a un aeropuerto seguro. Albahari, de antepasados cordobeses, es una de las tres personas vivas que domina el judeoespañol en Bosnia. Su azarosa vida puede conocerse en el documental Salvado por el idioma, de Bryan Kirschen y Susanna Zaraysky.

Según los escritos de Nezirovic, el español que queda después de la «Shoá» se reduce a algunas unidades léxicas y al refranero popular. Conserva estructuras y fonética del español medieval.

Leer a Nezirovic nos pone también en la pista del refranero que recopiló el sarajevita Benjamín Samokovlija, después de la Primera Guerra Mundial. Samokovlija, en palabras de Nezirovic, «se movía entre la gente común y por esto sus proverbios tienen mucho sabor y frescura». Escrito completamente en judeoespañol, con el alfabeto latino usado en Bosnia, contiene 250 proverbios y locuciones.

Del judeoespañol a militares, profesores y telenovelas

Nezirovic es asimismo clave en la relación de Bosnia con el español actual. De su mano surgió la primera cátedra de español en los años 70 del siglo XX en la Universidad de Sarajevo. Tristemente, otra vez una guerra, esta vez la de los Balcanes, frenó la evolución del idioma. Aunque no del todo. Porque, como recuerda Vanessa Ruiz, «a los cascos azules españoles se les ocurrió sentar a jóvenes de todos los bandos alrededor de un queso a hablar español en Mostar. La labor de los militares españoles fue impresionante».

Tras el final del conflicto, fue algo menos épico lo que mantuvo vivo el interés por el español: los culebrones latinoamericanos, que se emitían en versión subtitulada. Estas telenovelas, además de evadir a la población de una situación dramática de posguerra, proporcionaron un conocimiento básico del español, que se ha visto reforzado por la enseñanza en la Universidad de Sarajevo y en escuelas privadas como el Centro de Estudios Hispánicos de Sarajevo.

Algunos refranes de la recopilación de Benjamín Samokovlija

–Agvas pasadas no muelin mulinos.

–Antis ki ti kazis, mira luke fazis.

–D’il Djo i dil vizino nossi puedi skunder nada.

–Di tantu ki ti keru los oíos ti kitava.

–El ganar i el perder son ermanos.

–Eskrito es en la palma loke va pasar la alma.

–En la sivdat ke iras komo vitis ansina faras.

–En el plato ke komis no skupas.

–Gana buena fama i eca ti en la kama.

–Il buen entendidor kun pokas palabras.

–In boka serada no entra la moska.

–Ken bjen ti keri jorar ti faya.

–Mizor es un pasaro en la mano ki sjen abolando.

–Pensa loke avlas i avla loke pensas.

Este reportaje es uno de los contenidos del número 8 de la publicación trimestral impresa Archiletras / Revista de Lengua y Letras.
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