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30 Nov 2020
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Léxico profesional

Sinfinamiento, cuarentenials… El neoléxico de la pandemia

Xosé Castro

Abuelo, vuelve a contarme lo de aquella pandemia». Resulta curioso pensar que, dentro de unos años, lo que ahora estamos viviendo con tanta intensidad habrá pasado, y los niños se preocuparán por si «La pandemia del año 2020» cae en un examen final, igual que algunos temíamos la lista de los reyes godos, la desamortización de Mendizábal o el crac del 29.
Para poder narrar dentro de unos años lo que pasó, necesitaremos recuperar palabras, que, sí, también pasarán; otras, en cambio, han llegado para quedarse. En estos tiempos se han creado neologismos y la desbordante
imaginación colectiva ha parido nuevas expresiones. Tantas, de hecho, que sería imposible hablar de todas en un mero artículo, así que me limitaré a tratar algunas de las más significativas. A falta de un orden mejor, he decidido agruparlas alfabéticamente. Querido lector, querida lectora: bienvenidos al coronaléxico.

Alfa: el origen. La comunidad científica llevaba muchos años advirtiendo del peligro que suponen los mercados de animales vivos y el consumo de determinadas especies salvajes. En un artículo científico titulado «El coronavirus causante del síndrome respiratorio agudo grave (SARS) como agente de infección emergente y reemergente», se decía: «La presencia de una gran reserva de virus similares al SARS-CoV en murciélagos de herradura, combinado con la cultura de comer mamíferos exóticos en el sur de China, es una bomba de relojería». El murciélago es un viejo conocido, pero también se conjeturó que el coronavirus podría haber pasado a los humanos por el consumo de carne de pangolín. Este animalico solitario, de hábitos nocturnos, recibe su nombre del malayo pengguling (‘rodillo’) y es que, cuando siente que lo acecha un peligro, se hace un ovillo y deja expuestas las características escamas duras que le cubren todo el cuerpo. El consumo de su carne guarda relación con una de las causas de mayor exterminio de animales en el mundo: las mal llamadas «medicinas tradicionales asiáticas», que deberíamos llamar «supersticiones curativas». Seguro que te suena esto: aleta de tiburón; penes, garras y colmillos de tigre o pantera; cuerno de rinoceronte; incisivos de elefante, entre otros. La cuestión es que el pobre pangolín es el mamífero con el que más se trafica en el mundo.

Anosmia. Entre los síntomas o secuelas temporales de la enfermedad puede estar la anosmia (de osmé, ‘olor’, con el prefijo de negación a-), que es la pérdida completa del olfato, y la hiposmia (reducción del olfato). A veces, puede ir acompañada de ageusia (de geusis, ‘sabor’), pérdida completa del gusto, o hipogeusia, cuyo significado, querido lector, ya habrás deducido.

Arca de Noé. Se considera asintomática a una persona infectada por el virus, pero que no ha sufrido los síntomas ni ha desarrollado la covid-19. Algunos Gobiernos se plantearon aislarlos en unos recintos temporales, que Wang Chen, presidente de la Academia China de Ciencias Médicas, denominó «arcas de Noé», de una manera algo imprecisa, dada la función que tenía el arca en la Biblia. En España, ese tipo de instalaciones siempre ha tenido un nombre: lazareto.

Balcón. Quien tiene un balcón tiene un tesoro. Nadie preveía que el 2020 convertiría en privilegiados a quienes pudiesen teletrabajar y, además, tuviesen perro, balcón o terraza. Desde nuestros balcones aplaudimos a los sanitarios, saludamos a nuestros vecinos, hacemos ejercicio y tomamos el sol. Quizá por eso surgieron con creatividad los términos Balcón DJ, para referirse a la persona que pone música para animar al vecindario, o balconazi (también policía de balcón), para referirse a aquellos que vigilan que otros cumplan celosamente el confinamiento, incluso excediéndose en su cometido.

Carteles. En una época tan audiovisual, el cartel (manuscrito o impreso) reaparece con fuerza. Desde los carteles que adornan los balcones con arcoíris y mensajes de esperanza, tipo «Todo irá bien» o «Un día más es un día menos», hasta los colgados en portales y ascensores para solicitar u ofrecer ayuda. Lamentablemente, también ha habido carteles escritos con la tinta de la desinformación, en los que se pedía al personal sanitario que se fuera a otra parte para evitar contagios.

Confinar. Nunca un verbo pudo recoger tantos sentimientos. Ahora sabemos que poco tiene que ver el confinamiento en pareja dentro de una casa de campo espaciosa, con el de una pareja sin empleo y sin sitio para trabajar, dentro de un piso minúsculo y con varios hijos pequeños a su cargo. Precisamente, de este verbo y del abanico de sentimientos que despierta en cada uno, surgen neologismos humorísticos, como confitamiento, sinfintamiento o cuarenpena. Conviviente Un término que ha cobrado especial valor y sentido, ahora que tenemos que convivir con otras personas las 24 horas. Corona Lo llamamos coronavirus porque, cuando lo observamos al microscopio, aparece como rodeado de una corona de proteínas. Estas, a su vez, están protegidas por una membrana de grasa que le sirve para adherirse a otras células, infectarlas y reproducirse. Y lo que mejor quita la grasa es el jabón, de ahí la necesidad de lavarnos las manos. El término coronavirus parece español, pero en realidad está formado por dos palabras latinas (muy común en medicina), y este es el motivo por el que se pronuncia de manera muy parecida en muchísimos idiomas. La creatividad española ha convertido la palabra corona en una suerte de prefijo para designar cuestiones o situaciones relacionadas con esta época, como coronabirra, coronavino, coronacumple, o los coronabulos que se encarga de desmontar Maldita.es. Incluso los eurobonos han pasado a llamarse coronabonos para designar la deuda emitida por el Banco Central Europeo. El tipo de virus también ha originado otras palabras, como coronaburro (véase covidiota, a continuación), carallovirus, coñazovirus o carroñavirus, términos despectivos para referirnos al virus de las narices. COVID-19 Este es el acrónimo inglés de COrona VIrus Disease 2019 (‘enfermedad causada por el coronavirus del 2019’; por eso es femenino) y ya está tan extendido que se ha lexicalizado hasta perder las mayúsculas, exactamente igual que pasó con el término sida. Por eso, podemos escribirlo así: covid-19. El término, breve y combinable, también ha servido para crear ingeniosos neologismos, como covidiota, adjetivo para designar a quienes no creen en el virus o se saltan el confinamiento. Los niños concebidos durante la pandemia se denominan coviders, por influencia del término beliebers con el que se identifica a los fans de Justin Bieber. Pero hay otros términos para esta nueva generación: pandemiers, pandemials o cuarentenials (similares a milenial). Alberto García Salido, intensivista pediátrico del Hospital Niño Jesús de Madrid, creó incluso un informal Covidcionario en Twitter con términos (usados o inventados) para este periodo.

Desafección. Este fue el polémico término usado por el Estado Mayor de la Guardia Civil para hacer un seguimiento de «campañas de desinformación, así como publicaciones desmintiendo bulos y fake news susceptibles de generación de estrés social y desafección a instituciones del Gobierno», según citaba el diario La Vanguardia. Lo que en román paladino expresaríamos como «publicaciones en contra del Gobierno» u «opuestas al Gobierno».

Desescalada. Puede haber una escalada de casos y también una desescalada. Ambos términos son correctos, según la Fundéu, pero quizá algo innecesarios cuando ya teníamos palabras tan explícitas como aumento/disminución, incremento/rebaja o intensificación/relajación. Curiosamente, el término empieza a usarse más como sinónimo de desconfinamiento, quizá porque ambos conceptos van parejos. En ese sentido, la RAE recomienda alternativas más tradicionales, como «regreso escalonado a la normalidad, reducción progresiva/gradual de las medidas o restricciones u otras de sentido similar».

Distanciamiento. Copiamos mal del inglés la expresión distanciamiento social, que en español «alude al grado de aislamiento de una persona o un colectivo en el seno de su sociedad». En realidad, lo que debemos hacer es aplicar un distanciamiento físico, es decir, guardar las distancias o, como dicen en México, la sana distancia.

ERTE. Las siglas del expediente de regulación temporal de empleo hacen referencia al procedimiento por el que una empresa, en una situación excepcional, obtiene autorización para despedir a trabajadores, suspender contratos de trabajo o reducir jornadas mientras la compañía atraviese dificultades técnicas u organizativas que pongan en riesgo su continuidad.

Estado de alarma. La declaración de este estado nos hizo recordar los regímenes de excepción que puede implantar el Gobierno de una nación llegado el caso, a saber: estado de alarma, de excepción, de emergencia, de sitio y de guerra (o ley marcial).

Infodemia. Una epidemia es una enfermedad que se propaga durante un tiempo por un país y afecta a un gran número de personas. Cuando el alcance es internacional, la epidemia pasa a ser pandemia, como declaró la OMS el 11 de marzo. A imagen de esas palabras surge el término infodemia que está muy relacionada con infoxicación, es decir, con el hecho de recibir tanta información que resulta enfermiza o intoxicante.

Mascarillas y EPI. Salvo el personal sanitario, poca gente conocía la complejidad que rodea el mundo de las mascarillas (eficacia, partículas que filtra, manipulación, capacidad de reutilización), que es digna de un examen de secundaria. Y yo, al menos, he descubierto los EPI, siglas de Equipo de Protección Individual. A grandes rasgos, hoy sabemos que las mascarillas quirúrgicas o las que hacemos con tela o materiales caseros no son más que una mínima prevención en caso de no poder guardar la distancia con otras personas. Y luego están las mascarillas FFP, que son las siglas inglesas de filtering face piece (‘filtro para la cara’) y están homologadas en la UE. La mascarilla FFP1 filtra únicamente el polvo; la FFP2, las gotículas de saliva y sudor en las que viaja el virus; y la FFP3, los aerosoles que se forman en ciertas tareas médicas, por lo que solo se recomiendan en este momento al personal sanitario. Como vivimos en un mundo globalizado, es fácil liarse a la hora de comprar, porque Estados Unidos tiene su propio sistema de homologación, así que la mascarilla equivalente a la europea FFP2 es la N95: la N significa que no filtra aceites, y el 95, que filtra hasta 95% de las partículas aéreas. La mascarilla no se llama igual en todo el mundo hispanohablante. Por ejemplo, en Cuba se dice nasobuco; en Argentina o Bolivia, barbijo; y en otros lugares, cubrebocas o tapabocas.

Mercado mojado. Los científicos han concluido que un posible foco de transmisión del virus de un animal a un humano era lo que en inglés se denomina wet market, que algunos han traducido literalmente como ‘mercado mojado’ (así lo recoge la Wikipedia). En realidad, el término hace referencia a mercados en los que se vende verdura, carne y pescado frescos. Lo de mojado viene por el agua de los acuarios en los que se exponen los peces, el hielo derretido de conservar el pescado y el agua con la que se mojan frutas y verduras, que acaba acumulada en el suelo. Lo correcto sería hablar de ‘mercados de animales vivos’, porque el mayor riesgo es el contacto entre animales vivos de distintas especies.

Nueva normalidad. ¿Se puede volver a algo nuevo? La afirmación, paradójica, es una de tantas expresiones que calcamos del inglés (The New Normal), y que se acuñó en el ámbito de la economía para describir las nuevas condiciones financieras tras la crisis del 2008. La Fundéu aconseja acertadamente la construcción ‘volver a una normalidad nueva’, porque, «por un lado, se sustituye el artículo determinado ‘la’ por el indeterminado ‘una’, de modo que la normalidad a la que se hace referencia es […] una normalidad novedosa, distinta, no la que conocíamos».

Pasarse Internet. Como quien pasa una pantalla o una fase de un videojuego, esta expresión hiperbólica y coloquial (también «pasarse Netflix») hace alusión a que, después de tantos días encerrados, uno ya tiene la sensación de que ya ha visto todo el contenido que Internet —o una plataforma de vídeo a demanda— podría ofrecernos.

Resistiré. La famosa canción del Dúo Dinámico se convirtió, al principio del confinamiento, en una suerte de himno para animar a resistir en días difíciles. Tengo la sensación de que más tarde o más temprano terminaremos cogiéndole tirria a la canción (si no lo has hecho ya), porque la relacionamos, indefectiblemente, con un periodo de nuestras vidas que seguramente querremos dejar atrás cuanto antes.

Sangradura. La parte opuesta a la rodilla es la corva, pero en estos días se ha hablado mucho de la parte opuesta al codo. Las dos medidas higiénicas más importantes para evitar infecciones y contagios son lavarse bien las manos y, si tienes que toser o estornudar, hacerlo en la sangradura, que se llama así por ser la parte en la que suele hacerse la punción para sacar sangre.

SARS-CoV-2. Este es el nombre del coronavirus causante de toda esta situación. Las siglas inglesas significan ‘coronavirus tipo 2 del síndrome respiratorio agudo grave’.

Teletrabajo. A mediados de los noventa, gracias a la proliferación de los módems y la popularización de Internet, surgen el término teletrabajo y el verbo teletrabajar, que han regresado a las primeras planas durante el confinamiento. También conviene recordar una reflexión que ha surgido en esta época: no estás teletrabajando desde casa; estás en casa, en medio de una crisis, intentando teletrabajar.

Vídeo. Gracias al wifi y a los teléfonos inteligentes, el aislamiento es menos solitario, pero ante la falta de roce que conlleva una cuarentena lejos de un amigo o amiga con derecho a roce —también llamado follamigo(a)— ha surgido el follavideoamigo(a) con la misma fuerza con que hemos recuperado videollamada o videoconferencia o hemos usado otro neologismo, el videovermú. De todos modos, el término más preeminente dentro de este coronaléxico sería incertidumbre; esa que sienten los políticos, los científicos y sentimos todos nosotros ante una situación imprevista y anómala, en la que nada se puede prever con exactitud, en la que, en cuestión de horas, puede producirse un cambio que lo altere todo. Nuestras vidas se ven y verán afectadas para siempre, porque a diferencia de los problemas personales, esta es una inusual intensa vivencia social y colectiva. Pero también tiene y tendrá frutos positivos, actos de inmensa bondad y reflexiones que nos permitirán cambiar para mejor. Y para recordarlo bien, siempre nos quedarán las palabras que les diremos a nuestros nietos.

Este léxico es uno de los contenidos del número 8 de la publicación trimestral impresa Archiletras / Revista de Lengua y Letras. Si desea suscribirse o adquirir números sueltos de la revista, puede hacerlo aquí https://suscripciones. archiletras.com/