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06 Feb 2020
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Una nana de otoño

Pasamos nuestras tardes
acostados entre las hojas de lirio,
labios juntados, alrededor flores silvestres
en tonos cálidos.

Tu espalda estaba manchada de dorado
Con semillas de girasol,
Y empapada en miel,
Un recordatorio para beber
Savia de arces de azúcar.

Los caminos de tierra que anduvimos
Estaban cubiertos por viñas de fresas
Y margaritas salvajes.
Helechos acariciaban tus tobillos manchados de barro,
Rogando que te quedases, y el
campo de trigo color azufre oleaba para decirte adiós.

Te llamé en el jadeo del invierno
y le lloré a la luna mientras
mis manos buscaban unos hombros caídos.
Tu partida creó huecos en mi pecho,
que aún no se han llenado.

Un día
Espero volver a aprender
las líneas callosas de tus palmas
y el olor a gardenia entretejido
en las raíces de tu cabello.

Esther Muñoz