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Francis Ochoa

15 Dic 2021
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Firmas

Tenemos la letra, solo nos falta la música

Confieso que disfruto cuando leo o escucho sobre el valor de leer. Aunque la melodía me resulte conocida, cada vez que alguien habla o escribe sobre ello, sus notas siguen emocionándome. Es cierto que sobre la experiencia de lo que supone leer se ha escrito mucho: autores de todas las épocas, desde los clásicos a los contemporáneos, desde los discursos de los premios Nobel de Literatura a los de nuevos académicos de la RAE, desde la belleza de muchas columnas de opinión de periodistas y escritores a hermosos pensamientos de lectores dirigidos a la sección ‘cartas al director’.

En esta ocasión ha sido el discurso del ministro francés de Economía y Finanzas, Bruno Le Maire (sí, el de Economía, no el de Cultura). En un auditorio del ministerio galo, ante 600 estudiantes de instituto, con motivo de la 22 Jornada sobre el Libro de Economía (sí, la 22) les ha pedido que lean («Lisez») y que abandonen las pantallas («Arrachez-vous de vos écrans»). Por supuesto, ha sido noticia —en proporción más en España que en Francia—, además de comentarios de todo color en las redes, más a favor que en contra.

No sabía de él. Conozco a nuestros ministros (¡y gracias!, porque superan la veintena), pero si quitamos a Draghi, entonces, y a su sustituta Lagarde, ahora, en el Banco Central Europeo, o al exministro alemán de finanzas de apellido desafiante, Schäuble, o a Osborne, por haberse opuesto al brexit, pocos nombres más del ámbito económico internacional me resultan familiares. Nada de este ministro culto, a su vez escritor y no solo de libros, antes también de discursos, los del ministro Domenique de Vallepin. Con lo cual, no me extraña que Bruno Le Maire sepa hacerlos y comunicarlos. Lenguaje muy sencillo y repetitivo (clave para fijar el mensaje), tono sereno y apasionado al tiempo (hay quienes los consideran contrarios y no son tales), cercano y conocedor de su audiencia (saber quién tienes delante, imprescindible en toda pieza oratoria) y, además, con la mínima lectura de unas notas para no perder el hilo. Eficaz igualmente en su comunicación no verbal aunque pecara de sobria: ningún movimiento por el escenario con los pasos ensayados de una charla TED, al contrario, quieto tras un atril convencional. Y aunque pudiera resultar fácil pensar que su indumentaria pecaba de demasiado formal (traje gris, camisa clara y corbata oscura), lo que vendría a restarle afinidad con la audiencia, tengo la impresión de que en su consideración debió prevalecer el deseo de mantener la imagen de la institución —Je suis la République Française— y el debido respeto a sus estudiantes.

Pero bien es verdad que estas cosas de la lectura solo calan entre los públicos objetivo, los que leemos, los ya convencidos. Lo que me pregunto es qué efecto real —no solo comentarios— habrá tenido en su audiencia clave, los estudiantes allí concentrados, y entre los millones de estudiantes franceses que igual que los millones de estudiantes españoles, sobre todo en la franja entre 15 y 18 años, han dejado alarmantemente de leer libros.

Preocupación máxima —eterna ya— entre padres, profesores, editores, libreros, y en los gobiernos de todos los países sobre esta situación crítica. Y aunque cada colectivo carga contra los deberes del otro, casi al unísono atribuyen a los móviles la mayor parte de la responsabilidad. ¿Pero las pantallas son una causa o un efecto? ¿Cuál es la tecla que hay que tocar todavía para que políticas y campañas de comunicación funcionen?

Lo que todos sabemos es que con los jóvenes no cabe la imposición. Eso le falló al ministro. Sus «leed», «salid de las pantallas», clamor desesperado y súplica repetida, pudieron ser fácilmente vistos como un mandato de autoridad. Por eso, cambiemos de portavoz, pero conservemos su mensaje. Intentemos decírselo con música, con la de los cantantes con los que establecen más conexión. Cada país y cada idioma tiene los suyos. Así que por ahora imaginemos que artistas como Tangana, Rosalía, Bad Bunny o Residente tunearan un poco la letra del discurso de Bruno Le Maire y a ritmo de rap, trap, reguetón o nuevo flamenco (más estilos caben en la lista), les invitaran a leer más y descubrir todo lo que se están perdiendo. Los argumentos expuestos por Le Maire ya constituyen un buen punto de partida:

La lectura es un inmenso placer que va a desarrollar vuestra imaginación/
No lo digo para molestaros ni daros lecciones de moral/
Os va a permitir abriros a mundos radicalmente nuevos en los que no habríais entrado si no fuera por las palabras/
Os va a permitir conocer mejor quiénes sois/
Va a poner palabras a aquello que sentís y que ni siquiera sabéis de vosotros mismos/
Y una persona a la que nunca habéis visto os susurrará al oído en el silencio de la lectura cosas que nunca habríais comprendido de vosotros si nunca las hubierais leído/
Aprendemos más sobre el deseo de aventura leyendo a Robinson Crusoe que yéndonos de viaje/
Aprendemos más sobre el deseo y los celos leyendo Albertine desaparecida o La prisionera que por la propia experiencia/
La lectura es una actividad solitaria que os abre al resto del mundo/
Las pantallas os devoran, la lectura os alimenta/
Las pantallas os vacían, los libros os llenan. Esa es la diferencia/
Saben daros, como a las ratas, estímulos cada cinco segundos, cada diez segundos, que os obligan a seguir pegados a la pantalla/
Pero eso no os permite desarrollar vuestra libertad/
La literatura es un arma de libertad/
Las pantallas pueden convertirse en instrumentos de sometimiento para orientar vuestro pensamiento/
Las palabras os dan libertad para construiros y ser quienes sois/
La literatura y los libros os permitirán descubrir hasta qué punto sois únicos/
Cada uno. Único/

Pero sin descartar per se las pantallas (el ministro también estableció diferencias). De hecho, sin minusvalorar ningún canal, tal y como decía David Remnick, director de The New Yorker, hace unos años en una entrevista en El País: «Solo me parece moderadamente interesante discutir acerca de los nuevos dispositivos. Prefiero que hablemos largo y tendido de Anna Karenina que del cacharro que le sirva para leerlo». Pero no hay vuelta atrás y las pantallas son y serán unas aliadas. Así lo han entendido los raperos Yotuel, @Gente De Zona, @Descemer_Bueno​, Maykel Osorbo, El Funky con Patria y Vida, y millones de jóvenes de todo el mundo saben hoy de qué hablamos cuando hablamos de la situación política en Cuba, porque, a tenor de los datos, podrían no buscarlo en los libros.

 

Este artículo de Francis Ochoa es uno de los contenidos del número 11 de la publicación trimestral impresa Archiletras / Revista de Lengua y Letras.
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