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Aguas-Vivas Catalá Gonzálvez y Enriqueta García Pascual

05 Mar 2019
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Una mirada otra al sexismo lingüístico

Las Guías y Recomendaciones (GyR) para un uso no sexista de la lengua son bien conocidas como también lo es la polémica que han generado. A través de los medios de comunicación puede parecer un enfrentamiento entre el feminismo y la RAE. Pero la cuestión es más compleja.

1. El sexismo lingüístico

El sexismo lingüístico existe, no es un invento de las feministas. Pero ¿qué es? Cabe hacer una distinción porque no toda la discriminación sexista se puede recoger bajo esta conceptualización.

¿Qué no es sexismo lingüístico? Refranes como «La mujer con la pata quebrada y en casa»; ideas como «Los alumnos varones tienen mejores aptitudes para las matemáticas que sus compañeras», o usos de los hablantes —recogidos por el diccionario— de términos con connotaciones peyorativas (prostitución, debilidad, dependencia, etc.) solo para las mujeres. Estos y otros usos similares son sexismo social vehiculado por la lengua. Podría transmitirse el mismo mensaje con lenguajes no verbales. Son usos correctos lingüísticamente, aunque expresen ideas sexistas.

¿Qué es sexismo lingüístico? Sexismo lingüístico es un incorrecto uso de la lengua, una inadecuada organización discursiva, una vulneración de los factores constitutivos del acto comunicativo, que discrimina a las mujeres. Y se aprecia en los textos que producen los hablantes.

Un texto no es una acumulación de oraciones sino un contínuum comunicativo que debe ser semánticamente coherente; y estar cohesionado léxica y gramaticalmente. Los elementos contextuales: quién habla y a quién (qué conocimientos y creencias comparten), en qué momento y lugar, qué género textual se está usando, en qué esfera social se produce el acto comunicativo; todo ello constituye la adecuación del texto al contexto. Lo contextual incide en lo textual. Analicemos un ejemplo: «Todos los españoles son iguales ante la ley». ¿Es sexista este enunciado? No se puede responder a esta pregunta si no lo contextualizamos: quién habla a quién, en qué situación, con qué intención, etc.

Imaginemos intercambiando esta frase a dos varones en la España de 1950. Independientemente de las connotaciones políticas y sociales, hay una incorrección comunicativa sexista. El enunciado habla de «los españoles» en general, pero las españolas carecían de los mismos derechos que los españoles varones. Es sexista porque otorga a los varones la categoría de sujeto universal y excluye a las mujeres de esa posición, toma la parte por el todo. Y es lingüísticamente incorrecto porque no hay una coherencia semántica entre el término españoles (el todo) con el referente que designa (la parte). Lo correcto sería decir: «Todos los españoles varones son iguales ante la ley».

Imaginemos ahora el mismo enunciado como titular de un periódico de 1931 tras aprobarse el sufragio universal gracias a C. Campoamor: «Todos los españoles son iguales ante la ley». Este enunciado es lingüísticamente correcto. El periódico informa de un hecho en el que el referente de españoles es, sin ninguna ambigüedad, universal. El texto es adecuado a la situación comunicativa y semánticamente coherente.

Pensar que una palabra designa siempre el mismo referente es mantener una concepción de la lengua como un código, por ejemplo, el de la circulación en el que una señal con la imagen de un animal siempre tiene el mismo referente, animales sueltos. No ocurre lo mismo con las palabras de una lengua cuyo referente y sentido dependen de la situación comunicativa. La lengua no es un código, es comunicación.

Frente a esta concepción del sexismo lingüístico, como un fenómeno discursivo, las GyR realizan un análisis con los instrumentos de la gramática oracional en la que los enunciados se descontextualizan. Dicho de otro modo, consideran que el sexismo lingüístico no es un hecho comunicativo sino gramatical: el doble valor del género gramatical masculino (marcado o específico para referirse a varones y no marcado o genérico para nombrar a cualquier individuo o colectivo al margen del sexo) es la causa de la ocultación de la mujer en el lenguaje y del pensamiento androcéntrico. Y dan recomendaciones para el uso: evitar el género gramatical masculino para nombrar a un colectivo mixto, utilizar términos neutros (persona, humanidad, gente etc.), duplicar y feminizar todos los apelativos. ¿Se puede realizar un análisis con los instrumentos de un marco epistémico, la gramática oracional, y situar la solución en otro, el discurso y la comunicación?

La creencia de que el género gramatical solo tiene la función comunicativa de identificar el sexo del referente es reduccionista e incorrecta gramatical y semánticamente. «El cargo de tutor, también puede ser retribuido» (Ley 15/2015 Jurisdicción Voluntaria). En este enunciado la palabra tutor no tiene como referente a una persona sino una función o un trabajo. Y a la inversa, el sexo del referente no lo construye siempre el género gramatical. «Gestantes altruistas» (El País, 23 de mayo de 2017) es el título de un artículo cuyo referente lo establece el significado de gestantes. Hay una ausencia de marca de género gramatical en ambos términos.

¿Es significativa esta diferencia en la concepción del sexismo lingüístico? Pongamos un ejemplo en el que no está involucrado ningún término en género gramatical masculino (del corpus recogido en www.sexismoylenguaje.com). En el siguiente texto, la adecuación del texto al contexto lo establece: la columna de opinión de un periódico sobre una carrera; el conocimiento del lector de la actualidad de aquel momento, participación de mujeres y varones. Hecho corroborado además en el texto por las alusiones a corredores varones y a corredoras. Sin embargo, se comete el fenómeno sexista conocido como salto semántico:

«Un entusiasta pelotón de 331 personas consiguió este fin de semana acabar la prueba de 100 kilómetros (…). Seiscientas ochenta personas se enfrentaban a la mítica distancia de los 100 km (…). Llevaban gorras con…, mochilas y pañuelos al cuello… Además, disponían de cuatro puntos para repostar y del apoyo de esposas, novias y medio millar de voluntarios» (El País, 10 de junio de 1996).

Un referente universal, un colectivo mixto en cuanto al sexo, deja de serlo y da lugar a un referente específico, solo varones, por lo que se rompe la coherencia semántica: el referente de personas deja de ser universal la segunda vez que se utiliza. Las mujeres aparecen en posición relativa, como un colectivo sexuado en relación a los varones que, en tanto que «personas», se convierten en la referencia absoluta. ¿Se podría construir ese mismo mensaje de manera correcta y sin discriminación? Sin duda, restaurando su universalidad: «de cuatro puntos para repostar y del apoyo de sus parejas».

¿Cuál es el referente de personas, palabra supuestamente neutra? ¿Dónde está el género gramatical masculino en este mensaje tan androcéntrico que rompe la coherencia textual? «Apoyo de esposas, novias». ¿Dónde la ocultación de las mujeres?

¿Qué podemos concluir de este ejemplo? Que los fenómenos lingüísticos sexistas se dan en contextos comunicativos en cualquier lengua, más allá de la presencia de la categoría gramatical de género. Que el problema, más que la ausencia de las mujeres es la forma de su presencia. Que hay una ocultación de los varones en tanto que varones. Que la solución está en adecuar el texto al contexto y que sea semánticamente coherente, no en vulnerar la gramática, una teorización de la que los lingüistas han ido dando conceptualizaciones cada vez más científicas (véanse las diferentes ediciones de la gramática de la RAE y su conceptualización del género gramatical).

2. Los fenómenos lingüísticos sexistas

El estudio de las relaciones entre lenguaje y sexismo requieren por su naturaleza un doble marco conceptual: Ciencias del Lenguaje (Lingüística textual, Análisis del Discurso, Pragmática, Psicolingüística, etc.) y Teoría Crítica Feminista (Análisis del discurso patriarcal). Este marco interpretativo permite investigar los usos lingüísticos en un contexto comunicativo. Usos en los que se pone de manifiesto lo que ya había señalado la Teoría Crítica Feminista y que, sin embargo, quedan distorsionados y ocultados en el análisis de las GyR.

Usos que muestran que el problema no es tanto la invisibilidad de las mujeres como la de los varones. Usos en los que se produce el solapamiento de lo masculino con lo humano, el acaparamiento por parte de los varones de la posición de sujeto neutro, mientras que las mujeres aparecen como alteridad, no en posición de sujeto neutro, parte y representación de lo genéricamente humano, sino en su condición sexuada, como lo otro, no respecto a la condición masculina que no aparece, sino a la clase universal. Véase el ejemplo citado más arriba («Salto semántico» y «Referente androcéntrico»).

Usos en los que las mujeres son nombradas por su condición sexual más que por lo que hacen, por su posición en lo público o por su carácter social: «Las féminas del Club Atletisme l’Alcúdia se cuelgan la plata en el estatal de Elda» (CS. Levante, 22 de marzo de 2017), «Paloma Gómez Borrero, la mujer que contó el Vaticano en la “tele”» (El País, 25 de marzo de 2017). («Disimetría discursiva», «Denominación sexuada»). No son las féminas sino las deportistas; no es la mujer sino la periodista.

Usos en los que las mujeres no ocupan su posición en la clase referencial universal: «El buscador más popular de internet le ha dedicado su logo a una de las pensadoras más ilustres de nuestro país. Google le ha dedicado un doodle a María Zambrano como homenaje cuando se cumplen 113 años de la filósofa y ensayista» (La opinión de Málaga, 24 de abril de 2017). («Restricción semántica de las mujeres»). Lo correcto es uno de los pensadores…, porque de este modo Zambrano queda situada en relación a la clase universal de los pensadores.

Usos en los que los varones, en tanto que varones, están ocultos, no se reconocen como particularidad sexuada: «El tenis español cierra su peor año desde 1995» (Javier Martínez, El Mundo, 9 de noviembre de 2016), cuando solo se está hablando de tenis masculino. («Ausencia de específico masculino»). Aquí para ser coherente con el referente debería decir «el tenis español masculino».

3. Las recomendaciones

Pues bien, si los fenómenos sexistas discursivos reflejan estas formas de discriminación más allá del género gramatical, las recomendaciones no pueden ser ni la duplicación sistemática ni la feminización de cualquier apelativo, ni tampoco el uso de términos neutros. Como hemos visto, el término persona, uno de los más recomendados, no evita el acaparamiento por parte de los varones de la posición de sujeto ni propicia situar a las mujeres en pie de igualdad.

Eliminar las funciones del género gramatical masculino en su valor de no marcado, además de producir graves problemas de comunicación, impide un sujeto neutro más allá de los géneros sociales, refuerza la diferencia entre lo masculino y lo femenino, no la anula. Es decir, las GyR trascienden el problema lingüístico, transmitiendo una concepción de universalidad y de igualdad confusa y de consecuencias contradictorias.

¿Quién dice que el género gramatical masculino en su valor de no marcado (y sus funciones de representar lo común, lo neutro) no tiene como referente a las mujeres? «Victoria Anna (…) el primer bebé probeta de España cumple 30 años» (RTVE, julio de 2014). Es comunicativamente pertinente usar el género gramatical masculino para designar a Victoria Anna porque es el primero entre todos los bebés. Si se dice «la primera bebe probeta» se falsea la información porque se la sitúa entre la clase referencial de las bebés. ¿Significa lo mismo «la primera mesa que compré es la mesa de la cocina» que «el primer mueble que compré es la mesa de la cocina»? ¿Cuando hablamos de sexismo lingüístico no estamos denunciando la expulsión de las mujeres de la posición universal? ¿Es posible criticar la falsa universalidad desde otra instancia que no sea la universalidad? ¿No hay que exigir al «nosotros» y al «todos» que sean realmente inclusivos en vez de dividirlos sistemáticamente de forma no pertinente? ¿No se trata de desactivar las identidades genéricas ligadas al sexo y reivindicar lo genéricamente humano?

Desde esta perspectiva son más adecuadas a los objetivos de la igualdad, las siguientes «Recomendaciones otras».

Usar un sujeto neutro, no reforzar la diferencia: «Los españoles son iguales ante la ley, sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social».

No identificar a las mujeres como colectivo sexuado cuando no es pertinente, nombrarlas por lo que hacen, por su posición en lo público, por su condición social.

No sexualizar las palabras cuyo género gramatical es común. Por ejemplo, el problema no es decir portavoza sino considerar que portavoz es de género gramatical masculino.

Situar a las mujeres en posición de sujeto en relación con la clase universal, no restringidas a la clase específica de mujeres: «En los mercados internacionales del arte, los trabajos de Kahlo han cotizado más que cualquier otro artista latinoamericano» (Walker Simon, Reuters, 23 de noviembre de 2016). «Ana María Matute es parte de una clase de autores “privilegiados” que pueden escribir sobre lo inexplicable y lo invisible» (Ángeles González Sinde, El País, 28 de abril, 2011).

Mostrar a los varones en su particularidad sexuada, darles la denominación que corresponde a su referente: «Día del Maestro: cada vez hay menos profesores varones».

Impedir que acaparen lo genéricamente humano. «Colón no solo fue el primer hombre, digo el primer blanco, digo el primer varón blanco…» (J. V. Marqués, El País, 10 de noviembre de 1989). Frente a mujer lo simétrico es usar varón y no hombre.

En este sentido, el consejo de ministros (sentido genérico o inclusivo) tiene más ministras que ministros varones. ¿El uso del término ministro en este contexto comunicativo no ha cambiado ya, de forma contundente, su contenido semántico y su referente?

 

Este artículo de Aguas-Vivas Catalá Gonzálvez y Enriqueta García Pascual  es uno de los contenidos del número 2 de la publicación trimestral impresa Archiletras / Revista de Lengua y Letras, disponible en quioscos y librerías.
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