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Alexis Díaz Pimienta

09 Abr 2019
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Repentismo, el arte de improversar

En 1993, cuando yo llegué a España hace ya 26 años (y con 26 años, por cierto), traje conmigo una palabra, «repentismo», que 99% de los españoles no conocía. La mayoría de las personas que conocí aquel año, todas de cultura alta o media, pero también campesinos de formación más básica, desconocían no ya la existencia del repentismo como manifestación poético-musical universal y aún vigente en muchos países de habla hispana, sino la mera existencia del vocablo. Incluso los improvisadores españoles, que a sí mismos se llamaban troveros, desconocían este término equivalente en Cuba y en el nordeste de Brasil a su trovo (alpujarreño o murciano), y que, con el paso del tiempo, ha crecido hasta convertirse en el nombre genérico preferido por casi todos los practicantes (y estudiosos) para identificar el arte de la poesía oral improvisada en cualquier metro, estrofa y ritmo. Para mi sorpresa, 26 años después, el panorama no ha cambiado mucho. Digamos que 80% de los españoles no ha oído hablar de repentismo nunca, pero (el clásico «vaso medio vacío o medio lleno»), otro 20% sí, la tendencia es ascendente y ya esto constituye una buena noticia.

Para que nos hagamos una idea más exacta: aunque el término «repentista» tiene su entrada en el diccionario de la RAE desde hace mucho tiempo (había muchos más improvisadores en los siglos XVIII y XIX), el término «repentismo» aún en el siglo XXI no aparece. El adjetivo sí, el sustantivo no. Encontramos en el DRAE el sustantivo «repentización» (asociado a la música, no a la poesía: «acción y efecto de repentizar») y el verbo «repentizar» (igualmente), junto al adjetivo «repentista», pero no el sustantivo «repentismo», tan extendido ya en el ámbito hispanoamericano. Su uso más común, como ya dije, es en Cuba y en Brasil para identificar el arte de sus improvisadores, aunque debo advertir (y aclarar) que en Cuba el término más popular, el que históricamente se ha usado y se ha convertido en «oficial» para hablar de la improvisación poética es «punto guajiro» o «punto cubano», siendo el término «repentismo» más usado en ámbitos académicos y periodísticos. Y como «punto cubano» se extendió a (y vive en) las Islas Canarias. La radio y la televisión cubanas llevan décadas dedicando espacios al punto cubano 1., no al «repentismo».

También en 1993, aquel año de mi primer viaje a Andalucía, fue cuando comenzó a hacerse habitual en España el uso de Internet. El primer servidor en España se estrenó ese año en la Universidad Jaime I, fundamentalmente con fines científicos. Yo debo de haber sido el primer internauta en buscar el término «repentismo» en un navegador desde España, inmerso como estaba en mis investigaciones sobre la poesía improvisada en el mundo para mi libro Teoría de la improvisación. Primeras páginas para el estudio del repentismo (Sendoa, Guipúzcoa, 1998). Pero, hace más de dos décadas, si uno buscaba la palabra «repentismo» en los entonces populares Altavista, Yahoo, Lycos, en el entonces poco poderoso Google (solo desde 1996) o en el potente MSN Search (a partir de 1998), no encontraba absolutamente nada. Actualmente, ya aparecen vídeos, fotos, foros, blogs, webs y algunas páginas de RRSS que hablan del tema. En Google.es, por ejemplo, una búsqueda de hoy mismo (24/11/18, a las 12.44 h) da como resultado «aproximadamente 73.400 resultados (en 0,36 segundos)». Y las primeras quince páginas remiten a Cuba, al repentismo cubano. Luego viene una página sobre los repentistas en Ecuador («una estirpe en extinción») y otra sobre el término «repentismo» en un glosario de Impro teatral (que, por cierto, cita uno de mis libros y la definición que doy allí del término). Los mismos resultados hallamos en Google.com, solo que tarda menos la búsqueda (0,31 segundos). Hasta la entrada 35 se habla del repentismo cubano, con las dos excepciones ya citadas. Esto, ya lo sabemos, puede cambiar mañana mismo según las leyes de indexación de Google y los contubernios informáticos entre SEOS y bots, pero lo importante es cómo en este momento en los navegadores (esos nuevos barómetros de los usos e intereses de los hablantes en cuanto a lenguaje) la palabra «repentismo» ya tiene más vida, aunque aún circunscrita, fundamentalmente, al repentismo cubano.

Repentismo y repentista son dos vocablos que cada vez se emplean más en Iberoamérica. Incluso, creo que de manera algo invasiva se han ido introduciendo en el mundillo de la improvisación tradicional de varios países en los que el arte de la improvisación siempre ha tenido (y tiene) nombres propios. Y digo invasiva porque no creo necesario homogenizar terminológicamente un arte cuya variedad nominal forma parte de su riqueza y colorido. Ahora suelen autoproclamarse como «repentistas» (sobre todo en las entrevistas: radio, televisión, prensa escrita) algunos improvisadores andaluces (que antes siempre fueron troveros), algunos payadores de Argentina, Chile y Uruguay, o huapangueros de México, o cantadores de mejorana de Panamá, o galeronistas de Venezuela, o trovadores de Colombia y Puerto Rico; pero también, más allá de la lengua española, algunos glosadores de Mallorca y Menorca, o corrandistas catalanes, o incluso regueifeiros gallegos y versolaris vascos. Mi hipótesis al respecto es que los términos «repentismo» y «repentista», con sus respectivos sufijos (o por ellos) transmiten a los practicantes de la improvisación cierta sensación de prestigio, de halo academicista, que les hace sentir en mayor estima el ejercicio creativo que representan. No quiere esto decir que estas palabras estén sustituyendo a las legítimas y autóctonas en el registro lingüístico de los practicantes-portadores de cada tradición, sino que en la actualidad conviven con aquellos términos que tradicionalmente han servido para identificar el arte de la improvisación de versos. Es decir, que un trovero se siente a la vez trovero y repentista; un payador, payador y repentista; un glosador igual. Importante también es que esto sucede solo en el habla de los propios improvisadores, no así de su entorno natural, es decir, entre los receptores, piezas clave en la cadena comunicativa.

Mucho podríamos hablar sobre el repentismo, más allá de dar noticia sobre su mera existencia y el mayor empleo del término. De la importancia de este arte como reducto del uso artístico de algunos modismos y giros coloquiales (el repentismo se hace siempre en lenguaje funcional); de las diferencias creativas y estilísticas entre el repentismo en tanto arte poético oral y la poesía en tanto arte poético escrito; de las diferencias entre los distintos tipos de repentismo en cuanto a estrofas, canto, música; de la preponderancia de la décima como estrofa en América Latina; de la improvisación como intralenguaje, un lenguaje dentro del lenguaje, con su propia gramática y estética; del repentismo como ejercicio de habla, primero, luego como ejercicio de habla en verso, que se canta o se habla, con o sin acompañamiento musical; podríamos decir que si, como dijera el filólogo español Gregorio Salvador, la «femología» es la ciencia para el estudio del diálogo dentro de la corriente lingüística que estudia el español coloquial, entonces las «versofemología» debería ser la rama femológica que estudie esa conversación en versos isométricos y rimados que llamamos repentismo; incluso podríamos hablar del nacimiento en Cuba del término «neorrepentismo» y del movimiento «neorrepentista» que ya tiene tanta presencia en los medios; o proponer un neologismo (con sus derivados) que yo vengo usando hace tiempo y creo que, poco a poco, se abrirá paso entre los practicantes de estas artes: la «improversación», sinónimo de repentismo, y los consiguientes «improversar» e «improversador», para diferenciar el repentismo de otras artes en las que se improvisa. Pero esto es ya otro tema (y otro artículo).

Digamos que en el siglo XXI, en el que todas las formas artísticas han recuperado (algunas lo han incorporado simplemente) el valor de uso y en uso de la improvisación (la música con el jazz y el hip-hop, el teatro con la improv o impro, la literatura con la escritura espontánea, la micropoesía y el aforismo, el cine, la plástica, la danza); que ahora que «improvisar está de moda» en todas las artes, creo que es importante (y necesario) diferenciar al arte de la improvisación de versos (el más antiguo y el más directamente identificado con la improvisación, junto con la música), y que los términos «improversación», «improversar» e «improversador» deberían comenzar a apuntalar sus especificidades: el «improversador» como improvisador de versos y la «improversación» como el arte de improvisar versos. Pero bueno, esperemos a que al menos la palabra «repentismo» tenga su entrada en el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española. Lo demás ya se verá: estamos hablando de una de las artes más antiguas, pero a la vez más vivas, vivaces y vitales dentro de una lengua tan viva como la española.

 

Este artículo de Alexis Díaz Pimienta, escritor, repentista, investigador y docente cubano, es uno de los contenidos del número 2 de la publicación trimestral impresa Archiletras / Revista de Lengua y Letras.
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