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Aurelio Medel

15 Feb 2021
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Firmas

Nombre de ministerio o eslogan

En los periódicos hay una máxima que no falla: a director nuevo, maqueta nueva. Es una forma contundente de anunciar que hay jefe nuevo. Algo parecido pasa en las empresas; a nuevo gestor, nuevo logotipo. La administración pública se había librado de esta dinámica, no se sabe si por burocracia o por pereza, hasta que llegó la segunda legislatura de José Luis Rodríguez Zapatero y, henchido por la mayoría absoluta, rompió con la sacralidad de los nombres de los ministerios para convertirlos en meros neones. El gobierno de coalición de Pedro Sánchez y Pablo Iglesias, que admiran tanto a Zapatero como odian a Felipe González, han seguido con esta estrategia de marketing en el nomenclátor ministerial.

La evolución de los nombres de los ministerios está también anclada en la evolución de la sociedad. Hace 40 años era
inconcebible que expresiones como «transición ecológica», «memoria democrática» o «transformación digital» definieran a un Gobierno. La protección del ecosistema era una batalla de esos locos que se llamaban ecologistas, el olvido la mejor receta de la Transición y lo digital no pasaba de la huella en el DNI.

Ahora los nombres responden más a la descripción de los principales problemas del país que a las tareas que desempeña y a las servidumbres que genera ser un gobierno de coalición, el primero desde la restauración de la democracia con la Constitución de 1978. El pacto PSOE-Podemos ha provocado una inflación de carteras, ya que surgió la «necesidad» de entregar cuatro de los 22 ministerios a miembros de Podemos. Casualidades del destino, en ese camino dejaron escuálido al de Sanidad, que ha resultado ser el más importante gracias a la COVID-19.

Del catálogo de 22 ministerios que actualmente tiene el Gobierno, los que mejor han envejecido han sido Hacienda y Justicia. Ambos tienen su origen en la estructura de Gobierno de la guerra de sucesión (1701-1715), bajo el reinado de Felipe V. En 1705, nace la Secretaría de Estado y de Despacho Universal para los Asuntos de Guerra y Hacienda y, en 1714, la Secretaría de Estado y del Despacho de Negocios Eclesiásticos, Justicia y Jurisdicción. La palabra ministerio no apareció en el gobierno hasta 1851, con Juan Bravo Murillo como primer presidente de un Consejo de Ministros.

Otros ministerios que han aguantado bien la historia son Asuntos Exteriores y Defensa, aunque los dos han tenido evoluciones muy curiosas. Exteriores dice oficialmente que su origen está en el gobierno de 1714, cuando se creó una de las secretarías de Estado que entre sus funciones tenía Exteriores. Sin embargo, esta cartera luego desaparecería y no recuperó la categoría hasta el 31 de enero de 1938, con el primer gobierno de Franco, que ya sabía que iba a necesitar de una enorme campaña internacional en reconocimiento de su gobierno.

La evolución del Ministerio de Defensa es la más singular y cínica. Su nombre originario fue Ministerio de la Guerra, que suena mucho más ofensivo, y así nació junto a Hacienda en 1705. El cambio de Guerra a Defensa se produjo, qué ironía, durante la Guerra Civil y fue una evolución de la denominada Junta de Defensa. Al año siguiente, una vez finalizada la contienda, pasó a denominarse Ministerio del Ejército, aunque también había ministerios del Aire y de la Marina, que continuaron hasta el segundo gobierno de Adolfo Suárez, que aglutinó en la Vicepresidencia de Defensa, bajo el teniente general Manuel Gutiérrez Mellado, las tres carteras militares. Suárez terminó con la omnipresencia de lo militar en el ejecutivo, puso los nombres que más han perdurado y aupó a la cultura a ministerio.

Volviendo al actual ejecutivo, las sorpresas del ejecutivo de Sánchez arrancan desde la Vicepresidencia Primera, que aglutina al Ministerio de la Presidencia, Relaciones con las Cortes y Memoria Democrática. Presidencia y Relaciones con las Cortes fueron introducidas por Felipe González en 1986 y 1993, respectivamente. La novedad es la Memoria Democrática, apelación que se produce justo después de que Pedro Sánchez consiguiera, el 24 de octubre de 2019, trasladar el
cuerpo del dictador Francisco Franco del Valle de los Caídos al Cementerio de El Pardo.

En la segunda vicepresidencia encontramos otra cartera con intenciones: Ministerio de Derechos Sociales y Agenda 2030, que es la función de Pablo Iglesias. La palabra «social» aparece por primera vez en un ministerio del cuarto Gobierno de Manuel Azaña, que creó el Ministerio de Trabajo, Sanidad y Previsión Social (febrero de 1936). Este sería el precedente de la Seguridad Social, denominación que apareció en el segundo gobierno de Adolfo Suárez (julio de 1977).

Pablo Iglesias ha tenido mucha más intencionalidad y él parece querer ser el jefe, el garante, de los «derechos sociales». Qué palabra se elige para acompañar al adjetivo «sociales» no es baladí. Felipe González nombró, en 1988, a Matilde Fernández ministra de Asuntos Sociales para consumo interno de la familia socialista. Crear esa cartera y entregársela a una dirigente de UGT tenía el firme propósito de, a la vez que el gobierno se daba un barniz social, minar el poder del secretario general de la UGT, Nicolás Redondo.

Los temas sociales han evolucionado desde un Asunto (José María Aznar, 1996, Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales) a Derecho. Entretanto, fueron Política (J. L. Rodríguez Zapatero, 2008, Ministerio de Educación, Política Social y Deporte), Servicio (Mariano Rajoy, 2011, Ministerio de Sanidad y Servicios Sociales) y Bienestar (Pedro Sánchez, 2018, Ministerio de Sanidad, Consumo y Bienestar Social). Iglesias, además, se ha adornado con «Agenda 2030», un canto al futuro y más en tiempos de pandemia.

En la vicepresidencia tercera encontramos otra luz de neón: Ministerio de Asuntos Económicos y Transformación Digital. El Ministerio de Economía tomó relevancia en la segunda legislatura de Suárez, que fue quien lo creó y con estatus de vicepresidencia. Eran tiempos de los Pactos de la Moncloa, con Enrique Fuentes Quintana. Hasta entonces el relevante siempre había sido Hacienda, cartera que fue absorbida por Economía en el primer Gobierno de Felipe González (Miguel Boyer, 1982) hasta que Aznar los vuelve a separar (Rodrigo Rato y Cristóbal Montoro, 2000). La gran aportación del Ministerio de Nadia Calviño es Transformación Digital, que es toda una declaración de intenciones, puesto que es una competencia clásica ligada a ministerios clásicos como Fomento o Industria, y Sánchez ha preferido reforzar a la «representante» de Bruselas en el Gobierno de España.

La vicepresidencia cuarta es la más «brilli-brilli», que dicen los millennials, con el Ministerio de Transición Ecológica y Reto Demográfico. Son dos proclamas que tienen la clara intención de mostrar la vocación verde del Gobierno. Felipe González fue su descubridor (1993, Ministerio de Obras Públicas, Transportes y Medio Ambiente), Aznar subió aparentemente su perfil (1996, Ministerio de Medioambiente con la pronuclear Isabel Tocino) y Zapatero la empotró con el campo y el mar (2008, Ministerio de Medio Ambiente, Medio Rural y Marino). Sánchez recuperó el ministerio en su primer gobierno, con el nombre de Transición Ecológica, pero el salto más importante se ha producido ahora, cuando la ecología tiene más peso que la industria. El complemento del Reto Demográfico tiene mucho que ver con la atención que quiere prestar a la España vaciada.

El cambio en el tradicional Ministerio de Fomento o de Obras Públicas y Urbanismo, el conocido como MOPU, también tiene que ver con el interés en vestirse de verde. Por eso la cartera de José Luis Ábalos es Ministerio de Transportes, Movilidad y Agenda Urbana. Otra aportación interesante ha sido el apellido del Ministerio de Trabajo, «Economía Social», una nueva denominación que apela al cooperativismo, algo que seguro peleó Podemos con el PSOE, al igual que conseguir que Inclusión fuera una cartera con nombre propio.

Finalmente, el otro toque llamativo está en el Ministerio de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones. Elevar la Inclusión a este nivel es un guiño progresista y más si lo mezclas con la Seguridad Social y los migrantes. Resulta curioso observar la evolución de esta última competencia. En 2008, Zapatero creó el Ministerio de Trabajo e Inmigración. Era cuando las pateras y los cayucos llegaban por doquier. Con la crisis, desapareció la inmigración hasta de los carteles ministeriales de Rajoy, puesto que eran los españoles los que emigraban en busca de una oportunidad, y con Sánchez cambió a Migración.

Estos cambios ponen de manifiesto que el marketing político ha alcanzado las paredes de los ministerios. Antes, como nacían con voluntad de perdurar, sus nombres se grababan en piedra; ahora, en tiempos líquidos y digitales, vale con impactar. Lo etéreo amenaza con convertirse en permanente.

 

Este artículo de Aurelio Medel es uno de los contenidos del número 9 de la publicación trimestral impresa Archiletras / Revista de Lengua y Letras.
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