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Anna Grau

19 Ene 2021
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Firmas

De Gerona a Girona pasando por Macondo

El 6 de diciembre de 2019, la presidenta de Societat Civil Catalana de Girona, Elda Mata, me recogió a pie de AVE para sumarme a la celebración local del Día de la Constitución. Yo en Girona nací y viví hasta la avanzada edad de 2 años. Desde que no vivo en Girona he vivido en Barcelona, Granada, Mataró, Sabadell, otra vez Barcelona, Madrid, Nueva York, otra vez Madrid. Si algo se cura viajando, seguro que yo no lo tengo. El caso es que siempre me he sentido molt gironina, así fuese honoraria. O utópica. Es como tener un arma secreta. Una mezcla de vidrios rotos en la sangre, que diría el poeta Miquel Martí i Pol, y de poderosas voces familiares como las de mi abuela, la iaia Maria de Arbúcies. Arbúcies se halla a los pies del Montseny, lo cual no es necesariamente muy distinto de Macondo.

La iaia vivió y murió formidable, analfabeta y sin hablar ni una palabra de español. Un verano me preguntó dónde había pasado yo las vacaciones. Al decirle que en Cuba, la conversación fue como sigue:

–¿En Cuba, dices? ¿Y se puede saber qué es eso de Cuba?
–Cuba es una isla, iaia… Una isla en medio del mar.
–¿En medio de qué?
–¿Te acuerdas de que una vez, siendo tú muy jovencita, viajaste a Barcelona con el abuelo y visteis el mar… de lejos? Sí, iaia, sí, piensa… Todo aquel desparrame de agua que no se acababa nunca.
–…
–… Bueno, pues al final de todo ese desparrame de agua salen como unas setas de tierra firme. Las llaman islas. Y una de esas islas es Cuba. De ahí vienen el rom cremat y las habaneras, sabes… Y hay catalanes, castellanos, negros…

La iaia Maria d’Arbúcies procesa toda esta información arrugando el morro. Al fin pega un manotazo a la mesa y pregunta:

–¿Y en esa Cuba que dices, hay comida para todos?
–… Buena pregunta (estábamos en 1996)… Pues mira, ahora que lo dices…
–¡Espero que tú invitaras en nombre de nuestra familia a toda la gente de Cuba a comer cada día! –y van dos manotazos a la mesa.
–Iaia, yo…
–¡Eso es lo que hacíamos tu abuelo y yo en nuestro mas, el Buxaus, nada más acabar la guerra! Una semana venían los guardias civiles a comer, y la semana siguiente, los del maquis… Todo el mundo lo sabía y así nadie se moría de hambre…

Ser de Girona y ser la nieta de una mujer así siempre me ha dado confianza. Confianza en mí misma, para empezar. Pero también en la existencia de un profundo yacimiento de energía humana donde calentarte el corazón cuando todo lo demás falla.

Volviendo al 6 de diciembre de 2019: estuvimos repartiendo con gran éxito ediciones bilingües (catalán-español) de la Constitución. Yo había propuesto repartir también ejemplares de Gerona, el número 7 de la Primera Serie de los Episodios Nacionales de Benito Pérez Galdós, íntegramente dedicado al famoso sitio de Girona por la Grande Armée de Napoleón de mayo a diciembre de 1809. Viniendo de Madrid, como yo venía, era fácil tener presente a Galdós: su centenario empezaría a conmemorarse oficialmente el 4 de enero de 2020. Es increíble cómo cambian las cosas solo con salpicar por encima un poco de lectura. Leyendo Gerona en el tren, me pasmó enterarme, por ejemplo, de la tremenda historia de la plaça del Vi (plaza del Vino), sede del Ayuntamiento actual. Por Galdós supe que cuando los muertos por el sitio ya rebasaban los 10.000, la plaça del Vi era uno de los sitios donde iban, no tanto a enterrarlos como a dejarlos tendidos por el suelo, luchando por no contaminar el aire que habían de respirar los todavía vivos…

También recuerdo haber mirado de reojo la fachada del famoso hotel Ultònia de Girona… Mira que habré pasado veces por allí sin preguntarme jamás qué podría significar esto de Ultònia. A mí me sonaba a alguna rara, recóndita variedad de setas de las que mi iaia Maria solía arañar por los bosques del Montseny… Y me tengo que enterar por Galdós de que Ultònia fue el nombre de un regimiento formado por heroicos irlandeses que defendían Girona… Vamos, como las brigadas internacionales de la época…

En seguida me quedó claro que Galdós no era precisamente ningún best-seller en Girona. Ni en ninguna otra parte de Cataluña. Tranquilos, en esto, gerundenses y catalanes somos inmensamente españoles. Españolazos puros. Todavía a estas alturas te puedes encontrar en medio de Madrid gente supuestamente leída y culta que tiene el cuajo de mirar por encima de la caspa a don Benito, a quien despachan como un autor menor, tirando a basto, de andar por casa… sin haberlo leído en absoluto. Sin catar ni una página.

Con todo esto dándome vueltas en la cabeza se me ocurrió traducir Gerona al catalán. ¿Por qué? Vamos a ver: incluso en una situación de bilingüismo bastante más de buena fe que la que se vive ahora mismo en Cataluña, siempre te vas a encontrar a alguien que te pregunte «qué falta hace» traducir al catalán obras en español «que todo el mundo que las quiera entender, ya las entiende» (sic). Este tipo de argumentos tienen el recorrido que tienen. Hasta que a alguien se le ocurre contraponer razones de mayor calado. Como el gran Gabriel García Márquez cuando Carmen Balcells le preguntó qué ‘premio’ quería por haberse hinchado a vender ejemplares de Cien años de soledad a lo largo y a lo ancho de la Tierra. Respuesta de Gabo: «Que me lo traduzcan al catalán». ¡Anda! Eran otros tiempos, eran los años 70 en Barcelona…

El autor de aquella hazaña (Cent anys de solitud…) se llamaba Avel·lí Artís-Gener: Tísner. Tísner se enfrentaba al reto de traducir una obra tan archiconocida y universalmente amada que una sola palabra mal puesta haría zozobrar y casi castañetear el libro entero, como dice Galdós que zozobraban y castañeteaban las débiles murallas de Gerona al brincar entre sus piedras los lagartos… Yo, en cambio, me enfrento a lo que podríamos definir como una resuelta voluntad de desconocer esta obra. Este autor. Esta parte heroica y común de nuestra historia. Si esto ya era así antes del 14 de marzo de 2020, qué decir ahora, cuando redacto estas líneas encerrada en mi casa, ahíta de confinamiento y de coronavirus…

Dicen que ya nunca volveremos a ser los que fuimos, ni como éramos, antes de que nos pasara esto. Yo tampoco volveré a ser la misma después de leer y traducir este libro. El Año Galdós no está saliendo para nada como estaba previsto. Pero está siendo más galdosiano que nunca. Y dando mucho de sí. Por de pronto para conocer este canto de amor y de guerra rescatado por Galdós para que las generaciones condenadas a cien años de bilingüismo (y los que nos echen…) tengan una segunda y hasta una tercera oportunidad sobre la Tierra:

–Digasme tú, Girona,
si te n’arrendirás…
–Com vols que m’rendesca
si Espanya non vol pas.

Va por ti, iaia.

 

Este artículo de Anna Grau es uno de los contenidos del número 8 de la publicación trimestral impresa Archiletras / Revista de Lengua y Letras.
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