Vidas de santos
Yo fui un niño atolondrado y mis padres, a menudo, exclamaban desesperados: «¿Pero cuándo sentarás la cabeza?». A mí, lo de «sentar la cabeza», me sonaba a amenaza de decapitación y me imaginaba a mi madre paseándose con mi testa sobre un cojín, como Salomé en los retablos.
Óscar Esquivias