La edad del grito
Gritar no sirve de mucho, pero convierte los barrotes del alma en gomaespuma. Y es tan terapéutico, liberador y efectivo, como desconsiderado para el oyente. Se grita por miedo, sorpresa, felicidad, peligro inminente o dolor. Y curiosamente cuanto más mayor te haces, menos gritas. Menos vives.
Daniel Díaz