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04 May 2021
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Usos y análisis del lenguaje urbano a través del espejo retrovisor de mi taxi.

Daniel Díaz

Taxista, escritor y viceversa. Licenciado en charlas casuales y amante discreto del verso suelto.

Zombis todos

Zombis. A menudo en mi taxi me dedico a llevar zombis de un lugar a otro. Al dentista. A la delegación de hacienda. Al salón de tatuajes. Al tanatorio. A votar.

Primer martes de mayo en Madrid. Día de elecciones autonómicas y a la sazón, laborable; tal vez por eso reine el silencio. Supongo que estamos cansados, la precampaña fue larga y la campaña fue dura. Poco a poco se agolpan votantes en los colegios electorales: cada papeleta habla. Dice muchísimo, de hecho. Los votos son el recurso del lenguaje más potente en los países democráticos. Estamos diciendo cómo queremos ser gestionados durante los próximos años, nada menos. Cómo ha de ser nuestro futuro en sociedad, nada menos. Con apenas un papel dentro de un sobre.

Algunos llevan su papeleta preparada desde casa. Acabo de llevar en mi taxi a una pareja de ancianos cada cual con su sobre en la mano. Ahí dentro, en el sobre, está toda su experiencia. Votan el resumen de toda una vida: qué partido les trató mejor y viceversa. En quiénes depositarán su confianza, y con quiénes perdieron la fe. Cada uno lleva el sobre como si fuera un cachorro: con cuidado de no lastimarlo, ni de doblarlo, ni permitir que se arrugue.

Cuando llegamos al colegio electoral, vemos una cola inmensa que da la vuelta. Les acerco al final de la cola. Hay muchas voces, pienso. Voces diversas, pienso. Pero visto en perspectiva, parecen zombis. Todos, en fila, en silencio, caminando despacio, con la mirada perdida, a la espera de introducir su voz en una urna. Desconozco si esas voces harán eco en las paredes de la urna. Si gritarán entre ellas, sobre sobre sobre. Aunque por el momento, dentro del sobre parecen dormidas; veremos qué sucede cuando llegue el momento de abrirlos uno a uno. Y se clasifiquen por tonalidad de voz. Y se sumen las voces iguales. Y los representantes que más sumen, hablen en boca de esa voz. Veremos si la voz es la misma, o en la campaña imitaron otras voces para engañar al votante. Por eso, después de votar, sólo nos queda escuchar bien atentos.  Abrir nuestros oídos y comparar esa voz con la nuestra.

Mucha suerte.