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08 Jun 2023
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Usos y análisis del lenguaje urbano a través del espejo retrovisor de mi taxi.

Daniel Díaz

Taxista, escritor y viceversa. Licenciado en charlas casuales y amante discreto del verso suelto.

Sobrevolando los pensamientos más livianos

Es de locos. Las horas consisten en darle cierto orden y trama y forma y sentido a mis pensamientos. Declaración de la Renta. Un eccema. Los finos tirantes de esa chica que camina.

¿Acaso el humor es la respuesta a todo? ¿Existe un método realmente efectivo para dejar de fumar que no pase por el acto traumático de no fumar? ¿Existe la no vida (y no me refiero a la muerte)? ¿Cuántas preguntas sin respuesta es capaz de soportar un hombre blanco heterosexual? Podría escribir un relato a partir de la mirada sucia de aquel chico que espera al autobús. Podría, pero no lo haré. En eso consiste la libertad: en saber que puedes hacer cosas que, en definitiva, no harás.

Nunca me ha gustado la cerveza, pero bebo cerveza. Me gusta conducir mi taxi y tratar con gente porque el taxi y el trato se rige por normas y necesito moverme entre vectores prefijados (me tranquiliza). Twitter me aburre. La política me agota (efectivamente: lo han conseguido). El algoritmo de Facebook me encabrona. TikTok es una trampa sin salida. Instagram es mentira. En definitiva, las redes sociales han muerto, o al menos murió el concepto con el que fueron concebidas (si es que alguna vez lo hubo).

Acabo de escuchar a un chico decirle a otro:

—La heroína te hace tipín.

Drogas. Quién las necesita. Leer a Franzen es más efectivo. Y el amor, supongo. Querer a otras personas para olvidarte de ti. Cuidar de otras personas para olvidarte de ti. Echar un par de horas más en mi taxi para comprar flores. Perder tiempo de estar con ella para comprarle-algo-a-ella. Qué gilipollez, pero se hace.

Y se agradece.

Todos contentos.