PATROCINADORES
INSTITUCIONES
Junta castilla
jcm

Archiletras

22 Oct 2019
Compartir

Usos y análisis del lenguaje urbano a través del espejo retrovisor de mi taxi.

Daniel Díaz

Taxista, escritor y viceversa. Licenciado en charlas casuales y amante discreto del verso suelto.

Gente que habla bien y escribe mal

Me pregunto por qué hay gente habla bien y escribe mal. Por qué no escriben igual que hablan. Por qué no transcriben, simplemente, su voz.

Lo veo principalmente en las redes (Facebook hoy es el rey del texto largo). Leo a conocidos, o incluso a amigos de discursos a menudo elocuentes que sin embargo escriben reflexiones, anécdotas o pensamientos imposibles de entender a simple vista. En el mejor de los casos requieren de un par de lecturas lentas para entender algo. No hay puntos ni comas, no hay coherencia en sus frases, ni línea argumental definida sino palabras soltadas a borbotones casi en bruto y sin filtros. Cuesta encontrar frases bien construidas (sujeto, verbo y predicado), y cuesta no cruzarte con un preocupante carrusel de faltas de ortografía. Ambas trabas se corrigen leyendo mucho, eso es obvio, pero también revisando el texto. Apostaría un riñón a que ninguno de los aludidos repasa lo que acaba de escribir antes de publicarlo.

Un buen método para evitar esto sería decir en voz alta lo que piensas escribir, como si se lo contaras a un amigo, y grabarlo para transcribirlo después, a modo de dictado de ti mismo. No evitarías con ello las faltas de ortografía (recomiendo activar el corrector automático, aunque no es infalible), pero al menos el texto ganaría en comprensión lectora. Yo a menudo lo hago, aunque con fines distintos: grabo las charlas que mantengo con los usuarios de mi taxi y después lo transcribo a título privado para entender y estudiar el tono, las expresiones, el vocabulario o la construcción de las frases que a la postre construyen rasgos únicos de la personalidad de cada uno. Y estos datos me ayudan a la creación de personajes literarios.

Dicho lo cual, reconozco que he dejado de leer a mucha gente por el esfuerzo que me supone entender lo que intentan decir. Y es una pena, un auténtico desperdicio: seguramente habrá buenas ideas, o reflexiones estimulantes, que se perderán en el ciberespacio o no llegarán a nadie por su mala redacción. Ustedes mismos.