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05 Mar 2021
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Usos y análisis del lenguaje urbano a través del espejo retrovisor de mi taxi.

Daniel Díaz

Taxista, escritor y viceversa. Licenciado en charlas casuales y amante discreto del verso suelto.

Escribir la vida de otro

Hace tiempo, un antiguo lector me propuso un reto: escribir la biografía de su padre como regalo sorpresa para su inminente jubilación. Me pareció un reto interesante, así que accedí. Y a modo de adelanto del pago, se me ocurrió entrevistarle en mi taxi, tarifando mis horas vía taxímetro.

Quedé con él un lunes, a principios de febrero, y estuvimos dando vueltas por Madrid mientras él me contaba anécdotas de su padre, fechas, datos de interés, etcétera. Además, me cedió un par de álbumes de fotos y un cuaderno de notas que él mismo había tomado para ayudarme en el proceso. En los tres días que estuvimos juntos, visitamos la casa de su infancia, el bar donde su padre solía comer después del trabajo, el colegio donde cursó sus estudios, e incluso hablamos con su mujer, familiares y amigos más próximos. Reconozco que aquellos fueron los trayectos más extraños de mi carrera como taxista y escritor (y viceversa): no circulábamos por calles, sino por el callejero temporal de toda una vida. Después de esos días, el hombre me pagó el importe acumulado en el taxímetro, y lo siguiente fue clasificar las notas, transcribir los audios de la grabadora y, por último, escribir como si no hubiera un mañana.

El proceso de escritura duró tres semanas ciertamente intensas: no menos de diez horas diarias, sábados y domingos incluidos. La idea era entregarle un primer borrador de unas 150 páginas a principios de marzo para que él lo revisara y me lo enviara de vuelta para darle un último retroque final. Tenía pensado regalárselo a su padre justo el día de su jubilación (a finales de mes), ya encuadernado en formato libro, y con copiass para familiares, amigos y compañeros de trabajo: cuarenta en total.

La versión final ya está terminada y creo que ha quedado bastante bien. Estoy satisfecho (y su hijo, según me ha contado, también).

El caso es que este último mes he vivido intensamente la vida de otro. Y cuando digo «otro» me refiero a una persona real… y viva. Quiero decir que antes había vivido la vida de personajes inventados hasta el punto de creerlos reales en mi cabeza, pero es la primera vez que lo hago al revés. Y me he sentido raro, rarísimo. Y sin embargo, feliz; profundamente liberado. Como en vacaciones de mí mismo, muy muy muy lejos de mí.