Ella, él, yo y una caldera
ELLA: Tenemos que arreglar la caldera.
ÉL: También tenemos que arreglar lo nuestro.
ELLA: La caldera urge más.
ÉL: No estoy de acuerdo.
ELLA: Esta mañana me duché con agua fría y yo así no puedo. Cuando se arregle la caldera, hablaremos de lo otro.
ÉL: Tú sí que estás fría, Isabel. Cuando se arregle lo nuestro, hablaremos de lo otro.
ELLA: No avanzamos.
YO: Ya… Hay muchísimo tráfico en esta calle. No sé qué pasa.
ÉL: No se estaba refiriendo al tráfico.
ELLA: Sí me estaba refiriendo al tráfico. Llego tarde al trabajo.
ÉL: Mira, Isabel. Ya hablaremos esta tarde, ¿ok?
ELLA: Primero habla con el técnico de la caldera.
ÉL: Hemos perdido el norte. Estamos perdidos.
YO: No, mire. Estamos en la Avenida de Alberto Alcocer dirección este. El norte queda a la izquierda.
ÉL: Usted a lo suyo.
ELLA: No le hables así al taxista. Además, tiene razón. El norte está a la izquierda.
ÉL: ¿Te estás quedando conmigo?
ELLA: No. Eres tú quien debería quedar con el de la caldera.
ÉL: No conozco a nadie de confianza.
YO: Yo sí, si me permiten. (Abro la guantera, saco el tarjetero y le tiendo un tarjeta de SERVICIO DE REPARACIÓN URGENTE DE CALDERAS). Tome. Rápido y barato. Pregunte por Rubén.
ELLA: ¡Gracias!
ÉL: ¿Estáis compinchados, o qué pasa aquí?
YO/ELLA (al mismo tiempo): No. / Sí.
ÉL: Te juro que me estás volviendo loco.
ELLA: Tú llama y te prometo que esta tarde hablamos.
ÉL: ¿En serio?
ELLA: ¿Reservo en el bistró aquel de las velas que tanto te gusta?
ÉL: Wow, sí. ¡Gracias!
YO: No hay de qué.