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09 Mar 2021
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Usos y análisis del lenguaje urbano a través del espejo retrovisor de mi taxi.

Daniel Díaz

Taxista, escritor y viceversa. Licenciado en charlas casuales y amante discreto del verso suelto.

Ella, él, yo y una caldera

ELLA: Tenemos que arreglar la caldera.

ÉL: También tenemos que arreglar lo nuestro.

ELLA: La caldera urge más.

ÉL: No estoy de acuerdo.

ELLA: Esta mañana me duché con agua fría y yo así no puedo. Cuando se arregle la caldera, hablaremos de lo otro.

ÉL: Tú sí que estás fría, Isabel. Cuando se arregle lo nuestro, hablaremos de lo otro.

ELLA: No avanzamos.

YO: Ya… Hay muchísimo tráfico en esta calle. No sé qué pasa.

ÉL: No se estaba refiriendo al tráfico.

ELLA: Sí me estaba refiriendo al tráfico. Llego tarde al trabajo.

ÉL: Mira, Isabel. Ya hablaremos esta tarde, ¿ok?

ELLA: Primero habla con el técnico de la caldera.

ÉL: Hemos perdido el norte. Estamos perdidos.

YO: No, mire. Estamos en la Avenida de Alberto Alcocer dirección este. El norte queda a la izquierda.

ÉL: Usted a lo suyo.

ELLA: No le hables así al taxista. Además, tiene razón. El norte está a la izquierda.

ÉL: ¿Te estás quedando conmigo?

ELLA: No. Eres tú quien debería quedar con el de la caldera.

ÉL: No conozco a nadie de confianza.

YO: Yo sí, si me permiten. (Abro la guantera, saco el tarjetero y le tiendo un tarjeta de SERVICIO DE REPARACIÓN URGENTE DE CALDERAS). Tome. Rápido y barato. Pregunte por Rubén.

ELLA: ¡Gracias!

ÉL: ¿Estáis compinchados, o qué pasa aquí?

YO/ELLA (al mismo tiempo): No. / Sí.

ÉL: Te juro que me estás volviendo loco.

ELLA: Tú llama y te prometo que esta tarde hablamos.

ÉL: ¿En serio?

ELLA: ¿Reservo en el bistró aquel de las velas que tanto te gusta?

ÉL: Wow, sí. ¡Gracias!

YO: No hay de qué.