PATROCINADORES
INSTITUCIONES
Junta castilla
jcm

Archiletras

18 May 2020
Compartir

Usos y análisis del lenguaje urbano a través del espejo retrovisor de mi taxi.

Daniel Díaz

Taxista, escritor y viceversa. Licenciado en charlas casuales y amante discreto del verso suelto.

Diario de un escritor en cuarentena (Día 64)

Imagina que en tu escrito conduces un taxi por una calle cualquiera y que, al girar a la izquierda, te topas con alguien que nada más verte levanta la mano. ¿Quién será? ¿Qué ocurrirá después? La respuesta es el abismo.

El abismo es el gran problema al que se enfrenta cualquier escritor de novela al uso. Obviamente, aquel tipo que levanta la mano para montar en el taxi del protagonista podría ser cualquiera. La calle también podría ser cualquier calle: el mapa es tuyo. Las posibilidades reales son infinitas, no hay límites. Pero tú, escritor, sí que los tienes. El límite es la trama (y el resto, sobra). El personaje que aparece de repente nunca puede ser casual, y la calle (de la que depende la ambientación que quieras darle a la escena), tampoco. Si algo he aprendido de la construcción de tramas tanto en el cine como en las novelas, es que absolutamente nada ni nadie sobra nunca (o nunca deberían sobrar si la peli o la novela es buena). Todos los personajes y todas las escenas, por absurdas o incongruentes que puedan parecer a priori, guardarán un sentido compacto en su conjunto final. Son piezas de un puzle prefijado: han de encajar en su número exacto o el puzle será defectuoso (o la trama cojeará porque al menos una de las patas de la mesa que sostienen el puzle es demasiado larga o demasiado corta). La reescritura, en fin, debe ir siempre enfocada a limar esas patas para buscarle a la trama una estabilidad perfecta.

Te propongo un juego. Imagina que, para la construcción de tu novela, cuentas con un presupuesto de 20.000 euros. Y que cada personaje o cada escena que incluyas te costará, pongamos, 1.000 euros. Además, los euros que te sobren de esos 20.000 te servirán para comer, pagar el alquiler, etc. (de modo que, cuanto menos gastes, más dinero tendrás para vivir). Siguiendo estas reglas, cada nuevo personaje o cada escena que incluyas te llevarán a la siguiente pregunta: ¿Merece la pena gastar mil pavos en esto? ¿Es realmente necesario incluirlo o lo puedo evitar el gasto sin que se resienta la trama? Y una vez finalizado el primer borrador, ¿podrías reducir aún más lo escrito y recuperar otro par de miles de euros?

¿Cuánta pasta te ha costado tener la novela terminada? ¿Realmente ha merecido la pena gastar todo ese dinero? ¿Vale toda ella cada euro invertido? Siento el pragmatismo, pero el método, al menos en lo referente a mi novela, funciona.

(81.200 palabras. 12.000 euros al cambio).