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13 Oct 2022
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Usos y análisis del lenguaje urbano a través del espejo retrovisor de mi taxi.

Daniel Díaz

Taxista, escritor y viceversa. Licenciado en charlas casuales y amante discreto del verso suelto.

Cruzero zero

La gente viaja por recreo en barcos que son como ciudades desafiando océanos. Barcos con rocódromos, tirolinas, casino, discoteca, toboganes. Y yo les llevo en mi taxi a esos barcos y los miro a través del espejo como un paseante extranjero en un zoo.

Son de edades comprendidas entre treinta y setenta, bien vestidos (camisas impecables, gafas Gucci), y lucen sonrisas corporativas y pómulos sobrehidratados. Y lo más importante: están obligados a disfrutar todo el tiempo. Cuando les llevo en mi taxi del barco al centro histórico de la ciudad, observan por la ventanilla parecidos razonables con Roma, Barcelona, Marsella o Niza. Y a todos, sin excepción, les sorprende que en Valencia tengamos Starbucks y señalan satisfechos: «Look!», que es su forma de sentirse como en casa.

Los mismos comercios en sus siete escalas les confieren una suerte de tranquilidad globalista: es el triunfo de un capitalismo que les mima, les mece en su trono, les amamanta. Observan iglesias, la catedral de fondo, y notan en sus párpados el peso de la historia (pero un peso liviano, manejable), y hacen trecientas fotos con sus iPhones. Foto al pórtico, foto a un campanario, fotos a un sintecho pidiendo limosna vestido de torero (hacen zoom con los deditos). «Beautiful city!» dicen ellas. «Where can we eat good ‘tapas’?» preguntan ellos. ‘Paela’. ‘Jamón’.  Se sienten exultantes. Lo quieren todo, lo quieren ya y saben que pueden conseguirlo.

Y al caer la tarde, de vuelta al crucero de megalujo con balcones individuales, se relamen sabiendo que Valencia, mi casa, no es el final, que hay muchos finales cada día, cena de gala con el capitán, nuevos destinos, otros cinco imanes más para la nevera de doble puerta, quinientas nuevas fotos que subirán a la nube y compartirán por Dropbox. Y al pagarme con propina y bajarse del taxi, yo seguiré con mi vida en tierra firme, escribiendo y describiendo trayectos, asombrado de la flora y fauna que habita nuestro mundo.

Feliz de no ser uno de ellos.