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06 May 2022
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Usos y análisis del lenguaje urbano a través del espejo retrovisor de mi taxi.

Daniel Díaz

Taxista, escritor y viceversa. Licenciado en charlas casuales y amante discreto del verso suelto.

Amores narcóticos

Recuerdo el olor exacto de una antigua novia cuyo nombre no diré. Era pura química lo nuestro. Un deseo irracional. Y gracias a ella aprendí a escribir.

Nos llevábamos fatal, discutíamos mucho. Nuestras personalidades chocaban en todo y sin embargo no podíamos estar el uno sin el otro y viceversa: nicontigonisinti. Nilibreniocupado. Cada vez que se acercaba me volvía loco por culpa del olor dulzón que desprendía. Supongo que su fragancia tenía un poder narcótico en mí. Nunca he sido más feliz y desdichado como con ella, quiero decir. Nunca he querido tanto y odiado tanto a un ser vivo. Pero antes dije que, gracias a esto, aprendí a escribir y no exagero. Sólo un hombre acorralado puede escribir a tumba abierta. Porque mis textos transmitían verdad. La verdad de quien ha perdido el juicio. Todos los juicios.

Al poco comencé a cosechar un éxito asombroso. Abrí un blog, conducía un taxi. La gente me paraba por la calle «¿Eres el taxista escritor?». Lo dejé con ella. Volvimos. Lo dejamos otra vez. Me volqué en la escritura, pero en realidad no era más que mi forma de olvidarla. Mi terapia. No podía estar sin ella, pero tenerla me habría matado. Igual que un fumador compulsivo.

Pero la escritura atrajo a otras chicas. El dolor también puede parecer sexy, supongo. Y esas chicas lamieron mis heridas. Literalmente. Y volví a enamorarme varias veces, pero sin aquel olor. Sin esa poderosísima química. Fueron amores más bien cuerdos (cumplían todos los estándares de la OMS). Y en resúmen, me hicieron bien. Me convirtieron en un tipo normal que hace cosas normales como ir al cine y pagar impuestos. Pero en el fondo, muchos años después, sigo persiguiendo ese olor exacto. Y a veces me despierta, en mitad de la noche, como un fantasma. Ya no soy el de antes, pero antes tampoco sabía realmente quién era.

No sé si me explico.