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14 Jul 2021
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Usos y análisis del lenguaje urbano a través del espejo retrovisor de mi taxi.

Daniel Díaz

Taxista, escritor y viceversa. Licenciado en charlas casuales y amante discreto del verso suelto.

La culpa es del logaritmo

Por alguna extraña razón, Facebook me dijo que tal vez podrían interesarme foros del tipo «Amantes del punto de cruz», o «Flambeados para pastelería cuqui».

Resulta que la amiga de un amigo que quizás conozca debió de pulsar «Me gusta» en el grupo «Manicuras con motivos florales», y el algoritmo de Facebook ató cabos. Para desahogarme, le comenté todo esto a un usuario de mi taxi y su respuesta me dejó aún peor:

—Pues mire, a mí me sucedió algo similar: Facebook me sugirió el grupo «Amigos de las motos de campo de los 80» y aunque yo nunca había montado en moto, le di a «Me gusta», empecé a seguirlo y acabó picándome la curiosidad. Al final me saqué el carnet de moto y me compré una Rieju de tercera mano.

El testimonio de aquel hombre me dejó preocupado y fascinado al mismo tiempo. Facebook había cosechado tal influencia en millones de internautas, que ya era capaz de variar sus gustos y aficiones bajo el disfraz de «sugerencias». Un arma, pensé, que también podría valer para moldear ideologías y direccionarlas a través de un logaritmo que sólo unos pocos conocen.

Me quedé tan tocado con esto que apagué el taxímetro y me fui para casa. Pero por el camino, mi taxi me llevó hasta una mercería y, en modo autómata, entré en la mercería y pedí materiales para iniciarme en el punto de cruz. Me surgió de repente la idea de crear una composición realmente rompedora y creativa, pero en esa mercería sólo tenían plantillas de gatitos. De modo que compré la plantilla de un gatito kawaii. Y después compré en el súper una botella de Jack Daniel´s, para compensar.

Cuando llegué a casa (mucho antes de lo previsto), y mi mujer me vio con los hilos del punto de cruz, la plantilla del gatito y el bourbon, apenas me salió decir:

—No me mires así. Fue el puto logaritmo.