PATROCINADORES
INSTITUCIONES
Junta castilla
jcm

Archiletras

29 Dic 2020
Compartir

Usos y análisis del lenguaje urbano a través del espejo retrovisor de mi taxi.

Daniel Díaz

Taxista, escritor y viceversa. Licenciado en charlas casuales y amante discreto del verso suelto.

Perdidos (en un polígono industrial)

«No hay que esperar nunca nada de nadie más que de uno mismo» me dijo un hombre en mi taxi mientras yo buscaba la salida en un inmenso polígono industrial.

—Ya hemos pasado tres veces por esa nave. Lo sé porque yo trabajo ahí —me dijo el tipo sorprendentemente despreocupado.

—Discúlpeme. Le paré el taxímetro. Esto es un laberinto…

—Bonita metáfora de la vida, ¿no cree? La única diferencia es que usted paró el taxímetro mientras que la vida sigue corriendo y tarifando. Gire la próxima a la derecha.

—Ya lo hice antes y volvimos al mismo punto de partida.

—Vaya. Me ha pillado. Quería contribuir al laberinto.

—Eso no ayuda.

—O tal vez sí. Escúcheme. Usted es joven. No sé cuánto llevará como taxista…

—Quince años.

—Treinta y cuatro llevo yo ensamblando piezas en una línea de producción. Un trabajo que bien podría hacer una máquina no demasiado compleja. Quiero decir que nunca he ofrecido gran cosa a la sociedad. No aporto ningún valor añadido, no contribuyo a mejorar la vida de nadie: sólo ensamblo piezas hasta que un robot lo haga por mí. Ah, y vivo solo. No tengo hijos ni proyectos de futuro. Pero al menos soy consciente del lugar que ocupo en este mundo.

—¿Y qué lugar es ese?

—¡Ninguno! ¿No es maravilloso? ¡Cero expectativas! ¡Cero presión! Nadie espera nada de mí. Sólo tengo que pagar mis facturas y cumplir la ley para pasar totalmente desapercibido. Sencillo, ¿no cree? Lo único que hago es vivir. Contemplar la vida pasar como a cámara lenta. Y disfrutar del proceso.

—Disculpe que le diga esto, pero me suena triste lo que dice.

—Qué va. Usted es el que está perdido. Yo no. Ya es la cuarta vez que pasamos por mi misma nave, jajaja. Y sigue con el taxímetro parado.

—El GPS me indica que gire por esa calle, pero está en obras…

—¡Máquinas! Algún día harán su trabajo, no lo olvide. Y el mío. Y, a la vista queda, llegará el caos. Más nos vale ser espectadores y no víctimas cuando llegue el momento. Tener dinero ahorrado en una caja de zapatos, un pequeño huertecito y libros por doquier. Comer semillas y leer a los clásicos mientras el mundo se resquebraja.

—Mire, voy a meterme en la calle en obras como dice el GPS. Aunque esté prohibido.

—Ay, amigo…

(¿Moraleja? Yo qué sé…).