Turismo fonético
Un viaje en torno al sonido de las palabras.
—What´s that?
—Parque del Retiro.
—Pahrk de Ruetirou.
—Retiro. Re-ti-ro. Rrrr.
—Rrrre. Wow! Rrrr… Rrrrrr…
Al hombre le cambió la cara. Había descubierto la ‘r’ vibrante en su misma boca: su lengua de Ohio percutiendo a un ritmo endiablado contra el paladar, como el motor de un viejo Buick, ‘rrrr’, o el tambor de un soldado en formación. De repente, su interés inicial por las calles de Madrid pasó a un discreto segundo plano para centrarse de lleno en la nueva filigrana de su lengua, ocupando el resto del trayecto en torno a la erre y a sus múltiples combinaciones, ‘rrriii’, ‘rrrruiii’, ‘rrrooeerrrooo’, ‘rrrarrr’. Era casi cómico ver a un tipo de unos cuarenta y cinco años, en el asiento trasero de un taxi, disfrutando como un niño de aquella novedad, como quien descubre de repente y por sí mismo los placeres del sexo. Y todo ello en su primera visita a un país distinto al suyo, lejos de su idioma y del uso recurrente de las partes de su boca: sus labios adaptados al inglés, sus dientes, la lengua, y un paladar ahora convertido en una nueva y vibrante caja de resonancia. “Turismo fonético”, pensé entonces. Un viaje en torno al sonido de las palabras.
Al llegar a su hotel me preguntó:
—How much is it?
—Thirty euros, please.
—Thirrrrrty. Thirrrrrrrty. Great!
Y salió de mi taxi feliz. Y me dio una buena propina por haber sido, supongo, el artífice de la reconquista de su boca.