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03 Dic 2019
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Usos y análisis del lenguaje urbano a través del espejo retrovisor de mi taxi.

Daniel Díaz

Taxista, escritor y viceversa. Licenciado en charlas casuales y amante discreto del verso suelto.

El asombro de un turista solitario

Me alegra y me enternece y me esperanza ese usuario de mi taxi, extranjero todo él, dispuesto a intentar hablar mi idioma repitiendo lo que digo una y otra vez:

—What is that?

—Puerta de Alcalá.

—Puehta do Cala. What does it mean?

—Puerta is door. And Alcalá is the name of the street.

—Puehta.

—Puerta.

—Puehrtha. Wow. It´s difficult. And how can I say ‘Good morning’ in spanish? —dice rascándose la cabeza.

—Buenos días.

—Buios dies.

—Bue-nos.

—Bui-nos.

—Bue.

—Buie.

—Dí-as.

—Di-es. Buienos dies, sinior. Jaja.

Turismo también es viajar a través del lenguaje. Y comer lo que el autóctono come. El turista integral busca «ser español» por unos días en lugar de mantener e imponer sus costumbres donde quiera que vaya.

Pero mi predilecto es aquel turista con vínculos de sangre ya lejanos, que viaja para ahondar en sus raíces. Un abuelo o una abuela española, tal vez gallega o burgalesa o turolense, que emigró a Suiza, o a Noruega, o a Brasil en tiempos de posguerra, y allá se casó con un suizo, un alemán, un francés y 70 años después sus nietos han querido conocer la raíz de la raíz de sus raíces. Buscan saber dónde vivió su abuela, su entorno, la casa o la calle donde pasó su infancia. Buscan entender el porqué de su huida y la razón intrínseca del lugar que ahora ocupan en el mundo. Es turismo de raíces, y tirando del hilo de ese turista en cuestión, puedes encontrar historias asombrosas. Historias que unen.

Y eso es lo que, a fin de cuentas, busco. Lazos.