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23 Dic 2019
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Lenguaje visual

Somos lo que vestimos

Ana Cermeño

La ropa relata y nos delata. Vestimos diferente, pero siguiendo los cánones de la sociedad en que vivimos. Los creadores de tendencias son matemáticos, adecuan cortes, texturas y matices para que nos identifiquemos

Vestimos diferente porque somos diferentes. El atuendo es un símbolo de poder, habla de nuestra profesión, de nuestra procedencia, de a qué tribu pertenecemos: una manera de expresar sin palabras nuestra personalidad y hasta nuestra individualidad. Nos la jugamos, cada vez, en la elección de unos metros de tela. «El descuido en el vestir es un suicidio moral», advirtió Balzac. Con la desnudez, para despertar admiración, la Grecia Antigua exhibió la belleza externa del hombre en cuerpos musculados de piedra y mármol que relatan no solo las virtudes de la carne, sino también las del alma; hablan de las personas tanto como de las sociedades en las que vivían. A aquella inocencia escultórica la mató la tentación. Con el cristianismo nació el pecado que nos descubrió el sentimiento de pudor: Adán y Eva, luego de la gran desobediencia de comer el fruto del árbol prohibido, se sintieron desnudos y se cubrieron con hojas de parra, cobraron conciencia de la vergüenza. Son los primeros diseñadores; desde entonces, aquellos taparrabos no dejaron de evolucionar. La condena por su pecado fue el germen del negocio de la moda.

Los hombres, y las mujeres, empezaron a taparse con pieles de animales, pero los abalorios tallados en hueso que complementaban las primeras prendas ya diferenciaban estilos. Griegos y romanos se tomaron en serio particularizar las clases sociales según la riqueza de las telas que los arropaban. Al estilo y la calidad se sumó el practicismo en siglos posteriores. Trabajar requería una ligereza en los atavíos que no precisaban ricos y nobles, quienes añadieron más y más piezas a sus ropas hasta llegar a los excesos del siglo XIX. La estética, las nuevas texturas y la comodidad modelaron los modos de vestir en el XX, pero la verdadera revolución social y económica fue la creación del prêt-à-porter (‘listo para llevar’), que acabó con la exclusividad del diseño para las élites: un rasero que fulminó los distingos económicos y dio rienda suelta al gusto, al estilo y a la individualidad.

Hablamos de moda como algo genérico, pero los creadores de tendencias son matemáticos. Adecuan cortes, texturas o matices de colores a franjas de edad y población para que todos nos identifiquemos y sintamos que vestimos acorde con los tiempos. Las fotografías delatan la caducidad del vestuario que un día lucimos orgullosos y que con el paso de los años rechazamos. Sí, vestimos diferente, pero siguiendo los cánones que nos marca la sociedad en la que vivimos.

Hoy los armarios y vestidores son espacios amplios, aunque nos parezcan pequeños por los kilómetros de tela que guardamos en ellos. Vestimos a precios asequibles sea cual sea nuestro estilo, que defendemos porque sabemos que cada prenda habla de nuestra forma de ser. La ropa relata, y nos delata mucho más de lo que creemos.

 

Ethiopia

Vestir en África.
Símbolos en la piel

Identidad, lenguaje y actitud propia muy diferente a lo establecido en nuestra sociedad. Su simbología exterior define al clan: los shilluk, de Sudán del Sur, se cubren con el lawo, una tela de algodón que distingue rango social y sexo por sus tintes y anudados; los masáis, siempre de rojo, color de la valentía. La kaba, de Ghana, es una indumentaria tan elegante como difícil resulta envolverse en ella, pero modistos locales, con conciencia cultural, diseñan modelos más prácticos. El orgullo de vestir raíces se impone. En la imagen, miembro de la tribu banna, en Etiopía.

 

BFXYPM

Los profesionales.
Ser de un colectivo

Policías, ujieres, médicos, buzos, jueces… la sociedad distingue a los profesionales por su indumentaria. De un vistazo sabemos cómo las personas se ganan la vida, y eso ya es saber mucho sobre un desconocido. El uniforme ayuda a desarrollar un sentimiento de pertenencia a una comunidad, pero también determina destrezas y rasgos de personalidad de los miembros del colectivo: un cirujano es paciente y habilidoso con las manos, y un minero sabe trabajar bajo presión.

 

Congreso

El Congreso de los Diputados.
Y con ellos llegó la camiseta

En julio de 2011, José Bono, presidente del Congreso, reconvino al ministro Miguel Sebastián por acudir al parlamento sin corbata. Cuatro años después, la fragmentación del voto dinamitó el hemiciclo. Pablo Iglesias compareció con vaqueros y las mangas remangadas. Íñigo Errejón, con la camisa por fuera. Alberto Rodríguez (foto) vistió un sencillo suéter. Marcaron un nuevo estilo, hasta entonces reservado para los mítines.

 

EB5X88 Pupils 

Uniformes colegiales.
El combate en las aulas

La controversia llegó a las aulas entre defensores y detractores del uniforme: vale que los uniformes homogeneizan y borran diferencias sociales y económicas, pero cierto también que anulan la individualidad de los estudiantes. Hoy los colegios son plurales y los alumnos de diferentes razas y culturas reivindican su entidad a través de la ropa. Elegir la indumentaria supone un rasgo de personalidad. ¿Deben vestir uniforme? La eterna polémica.

 

KYDB1J Caracas,

La ropa deportiva
Chándal para todos

Lo de enfundarse pantalones y camiseta deportivos es universal. La equipación de los ídolos del deporte se ha convertido en una plaga en las calles de las ciudades más avanzadas y en los barrizales de países humildes. Lucir como segunda piel el nombre y número de un millonario del balón aporta seguridad y orgullo. El salto definitivo lo dieron los presidentes Maduro, Chávez y Fidel Castro, quienes, para una mayor cercanía con su pueblo, comparecieron con chándal en sus declaraciones de Estado.

 

 

AM1A9

La indumentaria eclesiástica.
El hábito que acostumbra el clero

El hábito canta: define actitudes y formas de pensar. Las túnicas imponen un respeto —acomodado y aprendido— que nos limita al encontrarnos frente a ellas. Vestir hábito exige acatar las normas de celibato, pobreza, castidad y obediencia, y presupone una posición desacorde con leyes como el matrimonio homosexual o el aborto. Pero nada resulta lo que parece y papa, cardenales y obispos transmiten con sus ropajes poder y riqueza: pura contradicción.

 

DR. NO (1962)

Los trajes de baño.
Trikini, bikini, monokini…, al agua patos

Somos la piel que mostramos. La personalidad también se mide en centímetros de tela, y las playas y piscinas se convierten en una pasarela de complejos y exhibicionismo. Los trajes de baño reflejan la sociedad en la que vivimos. El dos piezas se inventa al terminar la II Guerra Mundial. Para bautizarlo, su creador, el ingeniero Louis Réard, se inspiró en el atolón norteamericano donde se hacían pruebas nucleares, Bikini, pues consideró que el atuendo conmocionaría al mundo como una bomba. Y así fue. En la imagen, uno de los más famosos de la historia: el que llevaba la actriz Ursula Andress en la película ‘007 contra el Dr No’ (1962).

 

ECUADOR

El luto.
Fundido a negro

Hablamos de costumbres. Vestir de luto es una conducta social para expresar respeto por la muerte de un ser querido. En Egipto se asocia al color naranja, el ocaso de la vida, del sol. Y en China o Japón el blanco refleja la palidez de la muerte como símbolo de la pesadumbre. En España, como en otros países (en la imagen, unas indias salasaca, en Ecuador), impera el negro, un código también de elegancia, aunque distinguimos perfectamente a quien se cubre por dolor. La actitud y sobriedad del ropaje de duelo no atiende a modas.

 

MNDB1T

Tribus urbanas.
Pertenecer al clan

La vestimenta refleja la cultura de cada tribu urbana. Solo hay que conocer sus códigos estéticos para saber su ideología y estilo de vida. Pantalones ajustados, cinturones con pinchos y cazadoras con pegatinas nos hablan de los heavies y también de su antimilitarismo. Los seguidores de la moda retro, los hípsteres, son progresistas. A los raperos los definen las gorras, camisetas tres tallas mayores de la que precisan, deportivas descomunales y mucho, mucho oro y brillantes. Y los oficinistas, con sus trajes, maletines y corbatas, ¿qué? ¿Son también una tribu?

Padilla

El traje de luces.
Vestidos para matar

Lentejuelas, bordados, medias rosas… Y con más oro que un rapero o un manto de virgen. La de torero se convierte en una indumentaria de superioridad, social y ante el toro, por esos destellos bajo el sol que obligan a bajar la mirada. La riqueza también es lingüística: del apodado Manolete deriva el nombre del calzado de la plaza, manoletinas; y el diseño de trajes por modistos afamados refuerza el gusto y singularidad de cada torero.

 

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El kimono.
Maldita globalidad

La llegada a Tokio de la Marina de los Estados Unidos en 1863 supuso la apertura al estilo de telas occidentales y la lenta agonía del kimono. El ki (‘llevar’) mono (‘cosa’) tiene personalidad salvo en su nombre, y ha evolucionado atendiendo a necesidades y modas de los periodos históricos nipones. Europa ha influido en los diseños y tejidos, pero los asiáticos han conseguido mantener el corte y la forma tradicional de confección. La globalidad ahogará su uso, aunque algunos japoneses del 2019 se resistan y solo se arropen con kimonos.

 

United Arab Emirates

La piel del islam.
El Corán no atiende a la moda

El islam impone tejidos, diseños, colores y metros de tela para la vestimenta de hombres y mujeres musulmanes. Nada de transparencias, ropa ceñida ni colores fosforescentes. El hombre debe cubrirse desde el ombligo hasta las rodillas; y la mujer, ante extraños, todo su cuerpo salvo cara y manos. Entre lo ilícito y lo que creen pecado está vestir ropa de otra comunidad religiosa, por considerarlo falta de autoestima, fe y personalidad. ¿Estamos ante tradición, derechos, libertad religiosa? La industria de la moda aquí pincha en hueso.

 

Este reportaje es uno de los contenidos del número 5 de la publicación trimestral impresa Archiletras / Revista de Lengua y Letras, disponible en kioscos y librerías.
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