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06 Abr 2021
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Español

¿Salimos a chupar unas pollas o a tomar unas copas?

Redacción

El libro “Lo uno y lo diverso” aborda con un toque de humor la riqueza del español a través de 21 artículos de grandes escritores

¿Qué haces en España si tus amigos mexicanos te proponen salir a chupar unas pollas? ¿Se puede perder la virginidad con una polilla? Son dos ejemplos de «interferencias comunicativas» que autores en español de ambos lados del Atlántico han reunido en un libro que celebra la diversidad y la unidad.

El Instituto Cervantes y la editorial Espasa han presentado Lo uno y lo diverso. La riqueza del idioma español, un libro que aborda con amenidad, en tono informal y hasta humorístico, la variedad del idioma a través de 21 artículos de destacados escritores en español. La obra bucea en la etimología, se ríe de las habituales situaciones embarazosas que crean las palabras de desigual significado y repasa la unidad de una lengua que, para la secretaria general iberoamericana, Rebeca Grynspan, es “policéntrica y plural” y se basa en una complicidad entre “identidades incluyentes que no restan, sino que suman”.

El libro invita a celebrar con humor esa riqueza de nuestra lengua, cuyas variedades hay que respetar y de las que debemos sentirnos orgullosos, lo cual “no es vanidad, sino responsabilidad”. “La literatura es la capital de un idioma sin centros”, muestra de una historia que hemos vivido en común y que con el tiempo se hace más rica y más diversa, añadió Luis García Montero, director del Instituto Cervantes y que participa en el libro con el artículo titulado “En esta lengua nos contamos la vida”..

«Maestra, ¿quiere venirse hoy con nosotros a chupar unas pollas por ahí? ¡Ay, maestra, anímese!» le propusieron unos alumnos mexicanos a su profesora española Marta Sanz, a quien tuvieron que aclarar que era lo que en Madrid se llama tomar unas copas. Es una de las anécdotas que la escritora ha incluido en este libro y que, según explicó, demuestra que cada comunidad necesita construir «su propio código secreto para peculiarizarse».

Algo que puede ocurrir con la palabra «polilla», que coloquialmente en Perú significa «prostituta». Por eso, la respuesta es sí: se puede perder la virginidad con una polilla.

Tras un prólogo del académico Fernando Álvarez de Miranda, escriben María Antonieta Andión, María Teresa Andruetto, Gioconda Belli, Gonzalo Celorio, Luis García Montero, Mempo Giardinelli, Álex Grijelmo, Carla Guelfenbein, Carlos Herrera, Fernando Iwasaki, Rolando Kattan, Sergio Ramírez, Laura Restrepo, Carme Riera, Nancy Rozo, Daniel Samper, Marta Sanz, Maia Sherwood, Pablo Simonetti, Juan José Téllez y Juan Villoro..

García Montero explicó que a las diferentes miradas sobre el idioma (la del turista, la del purista y la del filólogo) han querido añadir la del escritor, «que recoge las enseñanzas de la filología y las lleva a la vida cotidiana» en este libro que «celebra con humor» la riqueza del lenguaje, para destacar que la unidad «no es homologación».

Así, el escritor peruano Fernando Iwasaki ha destacado cómo cada país hispanohablante tiene una palabra que define lo hortera: lo baboso venezolano, lo grasa argentino, lo lobo colombiano, el guachafo peruano, lo cholo ecuatoriano, el naco mexicano… Múltiples palabras para referirse a una «cosa completamente hispánica porque solo los hispanohablantes somos horteras», dijo Iwasaki.

«Algo maravilloso de nuestra lengua», a juicio del escritor, es lo ocurrido también con la palabra «chévere», que fue popularizada en España con el culebrón «Cristal» o con «Topacio«. Pero Iwasaki defiende que este término salió de la ciudad española de Valladolid hace siglos, ya que Carlos V llegó con un preceptor belga apellidado Chévere, que vestía de colores frente a la vestimenta negra de la corte, y la gente empezó a asociar el «chévere» a algo elegante y diferente e, incluso, había un refrán castellano que aludía a esto.

Iwasaki destacó que los hispanohablantes (el 5% de los 7.800 millones de habitantes del mundo) nos entendemos mejor entre nosotros que, por ejemplo, los chinos (el 13% de la población mundial) o los alemanes y suizos que comparten idioma.

Casi 489 millones de personas hablan castellano como lengua nativa y es idioma oficial en 21 países. Según el escritor y periodista Álex Grijelmo, apenas el 2% de las palabras de este idioma son propias de las variedades lingüísticas y no comunes, «pero a todos nos encanta utilizar el 98% restante para hablar de ellas».

La escritora Gioconda Belli recordó que ocurrió con «Son tus perjúmenes mujer«, una canción nicaragüense de Carlos Mejía Godoy que se popularizó en la España de los años 70 y que era una mezcla «de herencia colonial, lo moderno y lo indígena».

Para el mexicano Juan Villoro frecuentemente se dice que el castellano es «un idioma común que nos separa» y se ejerce un orgullo regionalista creyendo que las modalidades de cada uno son únicas, pero «el gran misterio de la lengua castellana es que nos acabamos comprendiendo. Estamos condenados a entendernos».

Porque el idioma se expresa con variedades y matices propios en cada uno de los países que lo han hecho suyo, con modalidades tan radicales como el lunfardo argentino o el yanito gibraltareño.

El Premio Cervantes nicaragüense Sergio Ramírez explicó, también por vídeo, que ha dedicado un capítulo a la «cabanga», como se denomina la melancolía, añoranza o nostalgia.

«Juntamos tantos modos de hablar como tonos de piel», aseguró la colombiana Laura Restrepo, que se despidió de «panas, guates, tíos y tías, madres, parceros, colegas, hermanas y camaradas»