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04 Oct 2022
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Poesía

Poesía recién cargada de futuro

Beatriz Valdeón

Una mirada a la generación Z y milenial desde la poesía que están publicando en España, con anotaciones acerca de los cambios en el uso del lenguaje, las perspectivas teóricas y la reanimación de la industria editorial. Y una miniguía para seguirles la pista, con nombres, poemarios y sellos editoriales donde explorar

Supongamos el propósito de leer a nuestros poetas más jóvenes con una suma de interés literario y curiosidad periodística sobre las generaciones nacidas a partir de los años noventa o finales de los ochenta. Como una vía de comunicación directa al ritmo métrico de sus palabras y versos libres que esquiva datos de estadísticas, análisis sociológicos y presentaciones del marketing (nativos digitales, millennials, centennials, hiperconectados, generación quemada, hijos de dos crisis y una pandemia…). Y con un primer aviso apuntado por la escritora Elena Medel (1985), directora del sello de poesía La Bella Varsovia y editora para Anagrama: «El panorama actual guarda más relación con una suma de individualidades que con una (im)posible uniformidad generacional».

Tenemos por delante muchos catálogos de editoriales por repasar, son buenos tiempos de ebullición creativa en los que la vigencia del criterio generacional es cuestionada. «Surgen de manera continua nuevas voces con talento y ambición, con discursos que revitalizan el panorama —añade—. Como lectora y como editora, más allá de los debuts, me produce mucha curiosidad qué ocurre con el segundo, el tercer o el cuarto libro: cómo se afronta la escritura, qué aportan a la obra propia y cómo dialogan con la obra previa, también en qué condiciones se publican y cuál es su recepción».

Otras perspectivas desde un nuevo siglo

¿Pero existen argumentos para pensar que algo está cambiando en la poesía española? «Quizá ese cambio se iniciase en la década del 2000 —continúa Elena Medel—; o quizá peque de ombliguista, porque mi memoria empieza ahí [publica su primer libro, Mi primer bikini, en 2002]». Se refiere concretamente a «la superación de cierta polarización estética, la naturalidad de leer con entusiasmo genuino a quienes no escriben como tú; la transformación de las influencias más allá de nuestra propia tradición, que también se revisa y reivindica (la mirada a América Latina); las traducciones al margen del ámbito anglosajón, etcétera». También menciona el diálogo cada vez mayor entre la poesía escrita en las lenguas del Estado y concluye: «Creo que quienes escriben poesía hoy, con independencia de cuándo hayan nacido, siguen en gran medida haciéndolo desde coordenadas similares. Claro que se aportan miradas diferentes, otros temas, otros usos del lenguaje».

Pistas sobre los cambios en el léxico

Carmelo Guillén Acosta, el poeta y director de la veterana Colección Adonáis de Ediciones Rialp, resume sus observaciones: «Hay una entrada de vocabulario relacionado con la tecnología. En cuanto a técnicas y recursos literarios, siguen siendo los de toda la vida». Y respecto a las temáticas, opina que «mantienen un tipo de poesía que podemos llamar social, no con el sentido político de José Hierro, sino de carácter social». Es decir, predomina una temática relacionada con sus problemas y vivencias actuales (dificultades para acceder a un puesto de trabajo y lograr independizarse, la incertidumbre, la decisión de formar una pareja…). «No encuentro un timbre de voz en busca de trascendencia —continúa—, esa ansia parece apagada. Su poesía está muy ligada al momento que vivimos, en líneas generales».

En busca de características comunes, también resalta un interés por las nimiedades aprendido de los poetas de los años ochenta. «Hacen una poesía más sensible a los detalles. Una luz de atardecer que cae sobre un objeto, la sombra que marca el paisaje…».

Y relata un fenómeno llamativo comentado por el jurado del Premio Adonáis, el más longevo de España desde su creación en 1950; el galardón que valoró y premió en su juventud a Francisco Brines, Claudio Rodríguez, Ángel Valente, Ángel Gonzalez, José Hierro, Luis García Montero… Cuenta Guillén Acosta que la aparición en la escritura de la figura de la abuela posee tal frecuencia e intensidad que «algún miembro del jurado, al ver tantas referencias a la “abuelidad”, plantea la posibilidad de elaborar una antología sobre la presencia de los abuelos en la poesía actual». La ganadora del último Premio Adonáis, la filóloga y profesora Nuria Ortega Riba (Almería, 1996), escribe «A mis abuelos» en la primera página de Infancias sonoras (Rialp, 2022).

Alrededor de 400 candidaturas se presentan a este premio, el único en España sin dotación económica. «Es sinónimo de prestigio. Valoramos el buen libro en su conjunto, la calidad literaria, la intensidad, la tensión interior; que sea capaz de transmitir emociones y, por supuesto, que esté correctamente escrito (si son endecasílabos, por poner un ejemplo, que el autor domine el ritmo)», enumera Guillén Acosta, presidente del jurado.

La generación de los ochenta recupera el optimismo

Como poeta, crítico cultural y editor de Ultramarinos, a Unai Velasco (Barcelona, 1986. Premio Nacional de Poesía Joven Miguel Hernández 2013) le interesan los poetas que sepan crearse una voz propia y aporten novedades. Quiere ver en ellos la parte subjetiva de la poesía, más allá de una escritura tradicional, según manifiesta.

«Mi generación de los años ochenta conoce y asume los discursos de la posmodernidad que introducen por primera vez los poetas de los setenta —explica—. Aquellos nativos democráticos, intelectuales en su mayoría, con mayor acceso a los libros y al conocimiento de otras voces que sus antecesores, provocan una alteración de las formas tradicionales de la poética volviéndola más compleja desde el punto de vista teórico».

Asegura Velasco que sin una serie de antecedentes, «todo el debate sobre género y feminismo presente en la escritura actual de los más jóvenes no podría tener la profundidad y el interés que lo caracterizan». Y encuentra un signo diferenciador: «Con esa actitud heredada de sospecha hacia las cosas y el afán de revisarlas, mi generación las replantea con un estado de ánimo más optimista. Mi generación recupera el optimismo. Sabemos que el suelo que pisamos es débil, pero vamos a crear un nuevo suelo, que será endeble, pero construiremos otro y otro más. Si lees a mi generación, de una manera o de otra podrás ver esta idea».

Busca un ejemplo el director de Ultramarinos y cita Mercado Común (2006), un poemario sobre Europa publicado por Mercedes Cebrián (Madrid, 1971), para compararlo con la poesía de Laura Casielles (Pola de Siero, 1986. Premio Nacional de Poesía Joven 2011 por Los idiomas comunes, Hiperión), «bastante ilustrativa de la actitud contraria. Casielles apuesta por una idea de comunidad planteada desde otro punto de vista, porque confía en la posibilidad de la unión; es el caldo de cultivo de la política. Esa energía ética y estética va más allá, es la voluntad de avanzar a pesar de cómo funcionan las cosas. Si la posmodernidad nos demuestra que estamos solos, ahora volvemos a confiar en lo colectivo, por lo menos desde la parte poética».

¿Cómo continúa la poesía?, se pregunta. Sobre los primeros, segundos o terceros libros de los nacidos a finales de los noventa, «todavía estamos viendo cuáles son esas propuestas tan distintas. Y también habría que preguntarse si existe un vínculo o no con mi generación y con los poetas de los setenta».

Buenos malos tiempos de ventas

La editorial independiente Visor ha cumplido 54 años de existencia y más de mil libros publicados en su colección de poesía desde el primer título, Una temporada en el infierno; Rimbaud traducido por Gabriel Celaya. Su fundador y editor, Jesús García Sánchez, ha acompañado a diferentes generaciones en su paso por el catálogo de Visor y por los anaqueles de la librería de Madrid. Actualmente considera que los cambios introducidos por los poetas más jóvenes están relacionados, sobre todo, con el lenguaje. Y señala a internet. «Debido al uso de las redes sociales están cambiando la forma de expresarse, aunque esta tendencia quizá ya empezó a manifestarse hace unos quince años, en los autores que ahora están en la treintena», opina. También confirma que el perfil de lector, que sigue siendo valorado por su fidelidad y exigencia, ha cambiado porque hay más lectores jóvenes. Habla con moderado optimismo: «La gente que no empieza a leer poesía siendo joven raramente lo hace siendo adulto». Igualmente alentadores considera los datos de las ventas que registran una subida desde hace unos seis años. «Ahora, tampoco es para tanto…», expresa. Para hacernos cierta idea, el índice de lectores de poesía en España es del 1,2 % respecto a otros géneros; y solo un 68,5 % de la población lee libros (según datos del último informe Hábitos de lectura y compra de libros en España de la Federación del Gremio de Editores). Unai Velasco es contundente en la afirmación: «A veces damos por sentado que la poesía es importante para la sociedad, pero tal vez las cifras lo desmienten». Y Elena Medel precisa: «Vivimos buenos malos tiempos, como siempre: la poesía se lee desde la militancia. Nos dirigimos a un público menos numeroso que el de otros géneros, pero más fiel».

El futuro podría verse prometedor si valoramos en conjunto los datos sobre el incremento de lectores jóvenes, de la edición de libros de poesía (nunca en España se había publicado tanto como en los últimos años) y de la facturación, en un ecosistema donde conviven un buen número de editoriales independientes junto a sellos grandes más numerosas publicaciones procedentes de la autoedición.

Movilización de la industria editorial

Parece que los más jóvenes también están generando cambios en la industria editorial, más allá de una evidente transformación del diseño de las portadas de los libros.

¿Han favorecido el nacimiento de nuevas editoriales y sellos? «Sí, desde el año 2000; ocurrió igual en otros géneros, con una supervivencia más compleja en el caso de la poesía —responde Elena Medel—. Han resistido los sellos más veteranos (quizá por eso más visibles).Y resucitó el sistema de premios». También especifica que la tecnología ha facilitado el nacimiento de colecciones de poesía: los costes de producción se abarataron, las herramientas para editar son más asequibles y las redes sociales permiten una comunicación directa con el público y las librerías… Bastan un ordenador conectado a internet, algo de maña, esfuerzo, paciencia y unos pocos ahorros o un proceso de financiación colectiva para lanzar los primeros títulos. «Eso sí, en muchas ocasiones estos proyectos se basan en la autoexplotación, en ese «entusiasmo» acuñado por Remedios Zafra (El entusiasmo, Premio Anagrama de ensayo 2017), aunque ese sea o no otro asunto», añade.

Podemos hacer una prueba sobre la variedad de propuestas con el «recomendador de poesía» que presenta la editorial independiente Kriller 71 en su web. En el primer paso optamos entre: que se entienda y mole, feminista y LGTBIQA+, con un toque de humor, punki, intimista y muy contemporánea. Al pinchar en esta última, se abren más posibilidades: rollo conceptual, indagaciones metapoéticas, ironía salvaje, contrahegemónica o poéticas del cuerpo. Y todos los catálogos de editoriales que nos faltarían por visitar…

En la biblioteca de nuevas voces

Una selección de títulos, autores y editoriales para conocer y leer a los poetas nacidos a partir de finales de los años ochenta

-Mario Obrero (Madrid, 2003). Cerezas sobre la muerte (La Bella Varsovia, 2022). Peachtree City (Visor, 2021), Premio de Poesía Loewe a la Creación Joven 2020.

 -Berta García Faet (Valencia, 1988). Una pequeña personalidad linda (La Bella Varsovia, 2021). Los salmos fosforitos (La Bella Varsovia, 2017), Premio Nacional de Poesía Joven «Miguel Hernández» 2018.

-Ruth Llana(Pola de Siero, Asturias, 1990). La primavera del saguaro (Ultramarinos, 2021).

-María Elena Higueruelo (Torredonjimeno, 1994). Los días eternos (Rialp, 2020), Premio Adonáis 2019.Raquel Vázquez (Lugo, 1990). Luna turbia (Torremozas, 2013). Aunque los mapas (Visor, 2020).

-Guillermo Morales (Valencia, 1986). Pegarle a un padre (La Bella Varsovia, 2016).

 -Andrea Abello (Madrid, 1997). Duende (Ultramarinos, 2021).

 -Laura Casielles (Pola de Siero, 1986). Los idiomas comunes (Hiperión, 2010), Premio Nacional de Poesía Joven en 2011. Las señales que hacemos en los mapas (Libros de la herida, 2014).

-Unai Velasco (Barcelona, 1986). El silencio de las bestias (La Bella Varsovia, 2014). En este lugar (La Bella Varsovia, 2019 y Esto no es Berlín, 2012), Premio Nacional de Poesía Joven Miguel Hernández 2013.

-Martha Asunción Alonso (Madrid, 1986). Wendy (Pre-textos, 2015)

-Juanpe Sánchez López (Alicante, 1994). Desde las gradas (Letraversal, 2021)

-Blanca Llum Vidal (Barcelona, 1986). Este amor que no es uno (Ultramarinos, 2018).

 -Andrés María García Cuevas (Murcia, 1999). Las ciudades (Rialp, 2022), accésit del Premio Adonáis 2021.

-Francisco Javier Navarro Prieto (Tomelloso, 1994). El bello mundo (Hiperión, 2019).

 -Carlos Bueno Vera (Madrid, 1984). Las indagaciones (La uña rota, 2020).

-Rosa Berbel (Sevilla, 1997). Las niñas siempre dicen la verdad (Hiperión, 2018).

 -Irati Iturritza Errea (Pamplona, 1997). Brazos cortos (La Bella Varsovia, 2017).

 -Guillermo Marco Remón (Madrid, 1997). Otras nubes (Rialp, 2019), accésit del Premio Adonáis 2018.

-Alba Flores Robla (Madrid, 1992). Digan adiós a la muchacha (Rialp, 2018), Premio Adonáis 2017.
 
-Rodrigo García Marina (Madrid, 1996). Edad (Hiperión, 2020), I Premio de Poesía Joven Tino Barriuso.

-Abraham Guerrero (Arcos de la Frontera, Cádiz, 1987). Toda la violencia (Rialp, 2021), Premio Adonáis 2021 y Premio Ojo Crítico RNE 2021.

-Ángela Segovia (Las Navas del Marqués, Ávila, 1987). La curva se volvió barricada (La uña rota, 2016), Premio Nacional de Poesía Joven 2017.

-Elena Medel (1986). Chatterton (Visor, 2015), Premio de Poesía Loewe a la Creación Joven 2013.

-Carlos Catena (Torres de Albánchez, Jaén,1995). Los días hábiles (Hiperión, 2019).

-Ángelo Néstore (Lecce, Italia, 1986 / Málaga). Hágase mi voluntad (Pre-textos, 2020).

-María Martínez Bautista (Madrid, 1990). Galgos (La Bella Varsovia, 2018).

-Nuria Ortega Riba (Almería, 1996). Infancias sonoras (Rialp), Premio Adonáis 2021.

-Marcela Duque(Medellín, 1990 / Navarra). Bello es el riesgo, (Rialp, 2019), Premio Adonáis 2018.

-Juan Gallego Benot (Sevilla, 1997). Oración en el huerto (Hiperión, 2020).

-Jorge Villalobos (Marbella, 1995). La ceniza de tu nombre (Valparaíso Ediciones, 2017), Opera Prima del Premio Andalucía de la Crítica 2018.

-Luna Miguel (Alcalá de Henares, 1990). Poesía masculina (La Bella Varsovia, 2021).

-Elvira Sastre (Segovia, 1992). La soledad de un cuerpo acostumbrado a la herida (Visor, 2016).

-Elizabeth Duval (Alcalá de Henares, 2000). Excepción (Letraversal, 2020).

-Juan de Beatriz (Lorca, 1994). Cantar qué (Pre-textos, 2021).

-Begoña M. Rueda (Jaén, 1992) Error 404 (Visor, 2020).

-Ismael Ramos (Mazaricos, Galicia, 1994). Fuegos (La bella Varsovia, 2019).

-Carmen Jodra Davó (Madrid, 1980-2019). Su obra póstuma El libro doce (La Bella Varsovia, 2021).

-Carmen Juan (Alicante, 1990 ). Amar la herida (La Bella Varsovia, 2014).

-Sara Torres (Gijón, 1991). Conjuros y cantos (Kriller 71, 2016). La otra genealogía (Torremozas, 2014), XV Premio Gloria Fuertes de Poesía Joven.

-Loreto Sesma (Zaragoza, 1996). Alzar el duelo (Visor, 2018).

 

Las redes tienen su lírica

¿Instapoesía?, ¿instapoetas?… Algunos términos intentan definir el fenómeno de una escritura breve, con un lenguaje coloquial y directo, publicada en Instagram y otras redes sociales que es seguida por cientos de miles de seguidores.

Comenzaron a popularizarla miembros de la generación milenial y continuaron sus sucesores, los Z. Si comprobamos la selección de poesía de una gran superficie, veremos mayoritariamente autores cuya notoriedad nace del éxito y la potencia viral de sus palabras en las redes sociales. Llaman la atención porque venden miles de ejemplares en un tiempo récord nunca visto. Saben usar con habilidad las redes sociales y conectan de forma directa con el público; organizan recitales; y en algunos casos, comercializan su escritura a través de la venta de camisetas y otros objetos con las frases que han compartido en internet. La polémica está centrada en la pregunta ¿qué es poesía? O más bien, ¿qué no es poesía?…

«Mucho cascabeleo pero sin ningún poso literario…», comenta sobre ellos Carmelo Guillén Acosta (director de la Colección Adonáis de Ediciones Rialp). «Se separan ya desde sus puntos de partida, discurren por canales diferentes, no comparten referentes, ni publican en las mismas editoriales —salvo excepciones— ni se dirigen al mismo público», aporta Elena Medel (directora de La Bella Varsovia). Y añade Jesús García Sánchez (editor de Visor): «Algunas editoriales los buscan y otras los evitan».

Unai Velasco (director de Ultramarinos) ha analizado el «fenómeno poético comercial» que con frecuencia «la prensa legitima». En «50 kilos de adolescencia, 200 gramos de Internet» (revista Contexto y Acción, 2017) hace una crítica sobre líneas generales habituales de este tipo de escritura: «Se trata de textos de carácter confesional en los que predomina la temática amorosa expresada desde la efusión sentimental, en una horquilla que va de la cursilería aterciopelada a la procacidad sexual». En cuanto a la composición, «obedece a un esquema sencillo: la yuxtaposición de estados de ánimo, desprovista de configuración métrica, puntuada ocasionalmente por rimas cacofónicas». También considera recurrente «el uso de imágenes pseudoingeniosas (construidas a partir de un léxico estereotipado y cotidiano) que sirven para poner en juego deseos o emociones superlativos y que funcionan de manera similar a la vieja idea de lo metafórico, a la cual se reduce esencialmente el campo de la figuración». Con una conclusión: «Propone una idea del poema que no se corresponde con lo que los lectores están acostumbrados a leer, sino con los esquemáticos valores “poéticos” presentes en nuestro imaginario colectivo».

No parecería muy acertado unir el término anglosajón Instagram (del latín instare y del griego gramma interpretados por la aplicación como «imágenes, vídeos y palabras que se intercambian de manera instantánea») a la palabra poesía… Sobre todo después de escuchar a Unai: «Cuando escribes es prácticamente ir a tientas, y la energía que pones en esa tentativa es parecida a un acto de fe. No tienes manera de comprobar que ese acto comunicativo va a lograr transmitir. Le da una energía épica, trágica, que es una característica común en la poesía».

El paso del tiempo y la evolución de los instaescritores dará más respuestas.

 

Este artículo es uno de los contenidos del número 15 de la publicación trimestral impresa Archiletras / Revista de Lengua y Letras.
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