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29 Abr 2019
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Libros

Pedidos ‘a lo loco’, el infierno de los libreros

Begoña Piña

Tramitar las devoluciones de libros no pedidos hace perder a los libreros tiempo y dinero. Las prácticas abusivas de algunas editoriales y el pirateo tampoco son buenas noticias para el sector

Malos tiempos para las librerías. Una mañana, como hago habitualmente, me paso a saludar a mi librero. Cuando entro le veo tecleando en el ordenador con cara de pocos, de muy pocos amigos. ¿Te pasa algo? Le pregunto. «Estoy con las devoluciones», dice. Como no sé de qué me habla y veo que frunce el ceño cada vez con más ahínco, me adentro en los pasillos entre libros. Pero la curiosidad me vence y vuelvo a su mesa a preguntar. ¿Qué pasa con las devoluciones? Minutos después, además de comprender y compartir su monumental cabreo, soy plenamente consciente de que cada vez sé menos de la cadena comercial del mundo editorial que, con cada nuevo cambio en la producción o en los soportes de lectura o en…, se transforma.

Las editoriales ponen sus libros en manos de las distribuidoras, que los colocan en las librerías. Y, que quede muy claro, aquí me refiero a las librerías independientes, a las que enriquecen el panorama cultural de una ciudad, a las que tienen trabajadores especializados que saben de libros infinitamente más que tú y que los aman. No estoy hablando de grandes superficies, donde el empleado acaba de llegar trasladado del departamento de ropa de cama. Estas librerías —medianas, aunque generalmente pequeñas— reciben sus pedidos «a lo loco». La última, que dada mi ignorancia en el tema no debe de ser nada reciente, es una práctica alarmante y formidablemente irritante.

Mi librero ha pedido dos ejemplares de un título, pero esta mañana ha recibido ocho. Esos libros, la distribuidora se los ha pagado, naturalmente, a la editorial —que cobra un porcentaje mucho mayor que hace unos años— y, menos naturalmente, se los ha cobrado a la librería. (Para eso están las cuentas bancarias, para agilizar las transacciones comerciales). La distribuidora se ha encargado de que la editorial sepa que le ha «colocado» un determinado número de ejemplares que a ambos les hace felices. Mi adorado amante de los libros, mi librero, empieza los trámites de devolución. No quiere esos ejemplares, no los ha pedido y sabe que no los va a vender.

Hasta aquí todo se solucionaría con un extra de trabajo de todos. Tiempo que el librero dedica a tramitar la devolución, para que luego la distribuidora retorne con esos ejemplares a la editorial. Pero en medio de esas gestiones aparece el elemento perverso. La librería paga a la distribuidora en 60 días (más o menos), mientras que el dinero no estará de vuelta en sus manos hasta un plazo muchísimo mayor. Las cajas de las librerías independientes se van vaciando y su dinero, que no volverá a ver hasta que la distribuidora haya recibido de vuelta también el dinero de la editorial, se sigue moviendo.

Es casi la hora de cierre y en la librería entran un par de personas, libreros también, que se acercan a hablar con su colega. Se unen a la conversación y, por supuesto, los ánimos se encienden. Ellos también vienen de una jornada dedicada a «las devoluciones». Aprovechando tal reunión de expertos, pregunto lo más obvio, pero ¿qué pasa con ese dinero? ¿por qué no lo reintegran inmediatamente? «Con ese dinero siguen publicando». Y para ellos está clarísimo, «si una editorial publica más y más, probablemente, es que no le esté yendo muy bien». Y así será «hasta el día que la librería no pueda pagar». La cadena se romperá.

Educación manda

Me he despedido de estos entregados libreros y un par de calles más allá he visto una pintada en la pared ¡tan familiar!: «Necesitas un Vox». Se me ha congelado la sonrisa cuando casi al instante he comprendido que el «artista urbano» no reivindicaba cultura para el pueblo sino otra cosa muy distinta. El lema que en los años 70 la editorial integrada en el Grupo Anaya utilizó para popularizar sus diccionarios ha adquirido de pronto, tras las elecciones en Andalucía, un significado maligno. Y, más de medio siglo después de que comenzaran a editarse estos libros, la mutación es sorprendente. Vox ya no es para el imaginario colectivo cultura ni multilingüismo. Vox es hoy sinónimo de pensamiento reaccionario, machista, de integrismo e intolerancia, de xenofobia y racismo. Bastante cortés ha sido el representante de la editorial al decir solamente que «les toca las narices» la coincidencia de nombre con un partido político, cuando seguramente la reacción ante tan pérfida casualidad ha provocado emociones mucho más extremas. Pero, educación manda.

Ligeramente menos delicado ha sido uno de los padres que ha denunciado en Twitter las prácticas de Editorial Bayard —especializada en revistas infantiles y juveniles—. «Ya estoy hasta los cojones», ha escrito. Y eso después de soportar la tensión y las prácticas abusivas de la empresa que enviaba a sus comerciales a colegios públicos, donde entraban en las aulas ocupadas por niños de siete años, les contaban las bondades de sus publicaciones y ponían en sus manos «un fascículo que trae un librito, unos juegos y un contrato».

La intención, por supuesto, era que los padres firmaran el contrato para recibir así la colección. De lo contrario, los pequeños tenían que llevar al colegio de vuelta el «regalo envenenado». «Mi niño primero viene emocionado diciendo las bondades de la suscripción y que tengo que firmar; ahora soy yo el que tiene que quitarle la idea de la cabeza. Y luego se preocupa porque tiene que devolverlo. A saber qué le cuentan», añadió el progenitor airado en su cuenta de Twitter. Aparte de si la dudosa práctica comercial atenta contra la Ley General de Publicidad o de si es una agresión emocional a los niños, lo cual es gravísimo, la cuestión esencial es, sin duda, la enojosa manera en que la codicia ocupa un espacio que debiera estar dedicado a la promoción de la lectura en la infancia.

Ello en un país, el nuestro, donde el índice de lectura habitual es del 50% frente a otros países europeos que llegan al 70%, tal y como destacó Juancho Ponch, presidente de la Confederación Española de Gremios y Asociaciones de Libreros (CEGAL), en la celebración del Día de las Librerías en toda España. Una fecha que dejó sobre la mesa otras cifras, siempre muy gráficas de la realidad.

Tras el descenso del número de librerías que se vivió en 2014, hoy, con 3.967 establecimientos, se puede hablar felizmente de una recuperación del 8,7%. Pero todo no son buenas noticias. Hace dos años, para cada 100.000 habitantes España solo tenía 8,5 librerías independientes. Comercios que se enfrentan a las grandes cadenas que concentran las grandes cifras de facturación. Y todo esto sin contar con el pirateo indiscriminado de productos culturales. El último Barómetro de Hábitos de Lectura y Compra de Libros ofrecía un dato espeluznante: en España casi cuatro de cada diez personas no lee nunca o casi nunca un libro. Además, en su estudio subrayaba el hecho de que una de cada cuatro obras leídas son digitales, pero de ellas ¡ocho de cada diez son piratas! Otra vez, malos tiempos para las librerías.

Derechos humanos e igualdad

Y muy buenos para México que con la llegada del nuevo Gobierno, liderado por Antonio Manuel López Obrador, ha empezado a hacer justicia en el caso de la periodista y escritora Lydia Cacho. Después de ¡trece años!, por fin se detuvo a uno de los torturadores de esta autora, incansable en su denuncia y su lucha contra la trata de mujeres y por los derechos humanos. La brutal persecución comenzó con la publicación del libro Demonios del Edén, en 2005, donde documentaba la existencia de una red de pornografía infantil y lavado de dinero en la que participaban, entre otros, tres gobernadores, una jueza estatal, una procuradora de justicia de Puebla y un procurador de Quintana Roo, un senador, un presidente del Tribunal Superior de Justicia, un director de cárcel, cinco policías y dos sicarios contratados por el empresario Kamel Nacif Borge.

Este la denunció y la policía detuvo a Lydia Cacho. Ilegalmente arrestada, torturada durante veinte horas, encarcelada y sometida a juicio durante un año, la escritora ha estado amenazada de muerte todo este tiempo. A principios de diciembre salió de su casa con chaleco antibalas y escolta, cuando la Corte Internacional de Ginebra ya había ordenado la detención de algunas de las autoridades implicadas en su secuestro y tortura. Ahora, se empieza a hacer justicia con ella, que, por cierto, acaba de publicar en España el libro #EllosHablan (Editorial Debate), donde reúne varios testimonios de hombres que tratan de la relación con sus padres, el machismo y la violencia.

Y más buenas noticias para la conquista de la igualdad desde la cultura. La editorial Palabras Aladas, especializada en infantil y juvenil, estrena Iguales, «una colección para educar en la igualdad». Los títulos, según los responsables, «apuestan por sumar y educar desde el respeto y la admiración». Cada libro narra las historias de dos personajes reales unidos por su sensibilidad, su coraje, su imaginación… y están dirigidos a todas las edades. La bailarina, actriz, productora y escritora Loïe Fuller comparte «sensibilidad» y volumen con el fotógrafo de la nieve Wilson Bentley; la conductora de ambulancia durante la guerra Suzanne Rosambert, con el explorador y botánico Joseph Banks, que destacaron por la fuerza y el coraje, y la directora de cine, la pionera Alice Guy, coincide con el inventor e ingeniero Al-Jazarí en su portentosa imaginación.

Mucho más realista, aunque también valiente y con mucha sensibilidad —y, sobre todo, con una voz refrescantemente gamberra— es la obra de la joven escritora Elisa Victoria, que tras sus anteriores Porn & Pains y La sombra de los pinos, se estrena en Blackie Books con una novela, Vozdevieja. Historia de una niña sevillana que tiene nueve años después de la Expo de 1992 y que ha nacido en la literatura para replicar, entre otros, a la exministra del PP que dijo que los niños andaluces de diez años eran como los de Castilla de siete.

 

Esta Crónica editorial,  de Begoña Piña es uno de los contenidos del número 2 de la publicación trimestral impresa Archiletras / Revista de Lengua y Letras.
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