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01 Ago 2022
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Entrevista

Olga Merino: «Creo en el poder de la ficción para decir verdad»

Beatriz Valdeón

Escritores invitados a contar cómo son sus vidas, deseos y obsesiones con adjetivos, preposiciones, neologismos, erratas, diccionarios, hipérboles, puntos suspensivos…

Cuando empieza a escribir, ¿conoce el final o da opciones a los personajes?
[«Ellos no lo saben pero aquí estoy bien, con el huerto y los perros, las trochas y mis piernas. La cancela siempre está abierta. No les tengo miedo. Chismorrean. Saben que escondo una escopeta en la cámara del grano, una vieja Sarasqueta del calibre doce». La forastera, 2020, Alfaguara].
En condiciones de laboratorio perfectas, sería ideal enfrentarse a una novela conociendo el final, y reconstruir desde ahí las tramas hacia atrás. En La forastera no tenía claro cómo iba a acabar. Ángela Maroto se me rebeló a su supuesto destino a medida que escribía.

¿Empodera el uso de la primera persona?
[«Tendrán que arrancarme de El Hachuelo como a una cebolla». La forastera].
La primera persona es fantástica porque elimina el intermediario entre la historia y el lector, pero te atas a su manera de ver el mundo; renuncias a ser Dios, a abrir el plano.

¿Qué le aconsejaría Pedro Páramo a Angie si se cruzara con ella por la sierra olivarera?
Quizá le diría: «No tengas miedo, güerita; ellos también huelen a cadáver».

Mujeres resistentes que hablan con los muertos, misterios familiares, historias de miedo, amor y lucha: ¿existe el realismo mágico en la España rural o lo inventa?
Existe en todas las culturas rurales, tan apegadas a lo primitivo, al origen de la vida y a la muerte. Provengo del mundo rural y conozco por mi madre cuentos y leyendas de la tradición oral que recordaba mi bisabuela. Como el de una gallina clueca gigante con sus polluelos detrás que, en ciertas noches, se aparecía en el pueblo y aterraba a los campesinos. Pura magia y superstición.

¿Quién se le aparece si piensa en la novela realista española?
De joven devoré a Delibes. Pienso también en Juan Marsé, Rafael Chirbes… Y quien no se me aparece pero debería llamarle para tomar un café es Ignacio Martínez de Pisón.

Y los cuentos, de…
La magnífica Cristina Fernández Cubas, José María Merino y Patricia Esteban Erlés.

¿Estamos a tiempo de recuperar la riqueza del léxico rural de la España vaciada?
No lo creo. Ya en 1975, Miguel Delibes se lamentaba —en su discurso de ingreso en la RAE— de la desaparición de palabras que había incluido en sus novelas, como escardar, celemín, agostero, alcor. Su discurso fue tan avanzado y clarividente que bien podría haber sido leído en la cumbre de Glasgow.

¿Le irrita el corrector automático que modifica verbos como remusgar, aventar, tañer, repechar, guadañar…?
El corrector a veces me echa un cable si me he comido una letra tecleando. Nos soportamos mutuamente.

Investiga y escribe sobre la España franquista, los niños enviados a la URSS (Cenizas rojas, 1999), la emigración andaluza, el Tetuán del Protectorado (Perros que ladran en el sótano, 2012), el Londres de Thatcher… ¿Qué paisaje acoge mejor su lenguaje narrativo?
Cada novela requiere su registro. Siempre me han gustado mucho las palabras. Las he ido recopilando desde pequeña, apuntadas en libretas, como quien coleccionaba minerales o insectos.

¿Cuál es el personaje histórico preferido del reparto de su obra?
Francis Bacon, por su manera de entender el arte.

Conjura «la espesura terca del tiempo» e invoca «a los que tuvieron que abandonar el sol de su infancia»?
[Espuelas de Papel, 2004. Alfaguara].
Uno de los temas que más me ha interesado es el desarraigo. Sergio del Molino (La España vacía, 2016) llamó «el gran trauma» a la emigración que esquilmó los pueblos desde mediados de 1950 hasta 1977. Hay mucho dolor escondido ahí. Del Molino supo hacer un diagnóstico certero del fenómeno.

¿La poesía suma dignidad a la pobreza?
[«Juana devoraba aquel mundo reducido con la mirada, callaba, anotaba deseos en pedazos de papel de estraza —el mismo con que la madre encartuchaba puñados de almejas en la plaza— y los escondía en las grietas del palomar por el placer de encontrarlos incumplidos y absurdos tiempo después. Los deseos olían a pescado rancio». Espuelas de Papel].
Tenemos enormes poetas que han sabido hacer alquimia de la dignidad y la pobreza. Miguel Hernández, Antonio Gamoneda…

La repetición es un recurso que utiliza para…
La he usado como reflejo del eco del pasado que nos revisita. Pero como recurso debe ser dosificado.

¿También hace periodismo cuando describe mediante una imagen, un ruido…?
[«Lucas Naranjo acude a la obra con la tos del suburbio encima, el paso ligero, el cabello peinado hacia atrás y, aunque no sabe escribir, con el capuchón de la Parker falsa asomando por el bolsillo de la chaqueta», Espuelas de papel].
Tengo separadas ambas facetas. Pero no puedo renegar del periodismo; me ha hecho afilar las herramientas de la escritura. Es ágil y te enseña a mirar.

Con el formato de diario personal de su último libro, ¿ofrece más verdad su escritura?
[Cinco inviernos, 20 enero 2022, Alfaguara].
No. Yo creo en el poder de la ficción para decir verdad. En el diario, eso sí, el yo escritor va más desnudo.

¿Es implacable o condescendiente cuando revisa sus textos?
Implacable. Paso el cepillo por la madera hasta la última viruta.

Confiese: ¿cuántas veces lee un texto antes de entregarlo?
Los ritmos del periodismo te obligan a entregar. Pero mis editores tienen que arrancarme los textos de las manos. Intentaría mejorarlos hasta el infinito.

¿Reescribe con alguna lección aprendida?
Una vez me dijo Juan Marsé: «Desde las primeras líneas tienes que agarrar al lector por las solapas y no soltarlo hasta el final». Más ahora que la atención se ha vuelto tan lábil…

¿Es tan estricta con las normas estilísticas y sintácticas como la jefa de hospital Srta. Florence Nightingale en su relato Las normas son las normas (2004, Premio Vargas Llosa NH)?
Soy tan pejiguera como ella. Mi primer trabajo en El Periódico fue de correctora. Éramos once personas en el equipo, capaces de montar un cónclave por un gerundio. Una época que ya pasó.

¿Contra qué se rebela en los finales de sus historias?
Me gustaría decir que me rebelo contra la previsibilidad en lo estético; y en lo moral, contra la injusticia. Pero no sé si lo cumplo. Una sale a pelear con cada libro.

 

libro

La Unión Soviética cae y una periodista se enamora de Moscú

Tras su reciente novela La forastera, un canto de despedida a la cultura rural con tramas de género negro y trazas de wéstern, Olga Merino publica a finales de enero un diario personal en el que relata sus años de corresponsal en Rusia, recién cumplidos los treinta años de la disolución de la Unión Soviética. Cinco inviernos está basado en un dietario íntimo que comienza a escribir un año después de aquel 25 de diciembre de 1991, el día que la bandera de la hoz y el martillo es arriada del Kremlin. La crónica de tiempos convulsos y las reflexiones sobre la cultura rusa tienen dos voces contrastadas: la de la joven periodista que sueña con ser escritora y la de la mujer que es hoy.

 

Esta entrevista es uno de los contenidos del número 14 de la publicación trimestral impresa Archiletras / Revista de Lengua y Letras.
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