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15 Feb 2022
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Entrevista

«Los jóvenes necesitan más literatura con personajes y vidas LGTB»

Cristian Olivé

En las historias de Nando López la diversidad es marca de la casa. La sociedad encasilla con demasiada frecuencia. Necesitamos novelas que busquen la diversidad dentro de la diversidad

Pero, a ver, Nando, ¿escribes para jóvenes o escribes literatura juvenil?», le pregunto. Su respuesta es clara: escribe pensando en que pueda gustarles a los más jóvenes, pero no solo a ellos. Nando López estudió filología hispánica. Al poco tiempo, se convirtió en profesor de lengua y literatura. Quedó finalista en el premio Nadal con su primera novela, La edad de la ira. Desde entonces no ha parado de escribir y se ha convertido en todo un referente literario. Se atreve con la narrativa, pero también con el teatro. En sus historias, la diversidad es marca de la casa.

«Entonces, si optamos por no emplear el término literatura juvenil porque un libro se puede leer a cualquier edad, ¿existe propiamente una literatura LGTB?», le pregunto. No es partidario de hablar de una literatura LGTB. Es necesaria la visibilidad, pero teme que una denominación que limite tanto vuelva a crear un gueto. Lo ejemplifica con dos títulos: nadie definiría Ana Karenina de Tolstoi como un libro heterosexual y, en cambio, Confesiones de una máscara de Mishima suele entenderse como un libro gay. Es injusto, expresa rotundo, porque no hace falta ser LGTB para poder identificarse con un personaje LGTB.

«No se me ocurre de qué forma podríamos etiquetar esta literatura», le digo. Prefiere hablar de literatura visible o de literatura con personajes o vidas LGTB. «Lo tendré en cuenta a la hora de titular este artículo, Nando». Y sonríe. «No sé si te pasa, pero cuando leo tramas LGTB, me doy cuenta de que casi todas tienen en común que expresan experiencias traumáticas: el autodescubrimiento, la salida del armario, la aceptación de los demás…», le digo. Me responde que necesitamos ampliar las tramas y el foco. Y que haya más finales felices. Si lo que queremos, continúa, es animar a la visibilidad, hay que encontrar el equilibro. Como autores, es imprescindible denunciar la realidad, pero sin dejar de contar el otro lado. Sin negar el mundo real, hay que evitar el drama constante y tratar de buscar lo universal. No es que sea difícil ser LGTB; es difícil ser. «Esta afirmación es para enmarcar y lo sabes». Vuelve a sonreír.

«El amor literario sigue fijándose en unos patrones con un romanticismo desfasado. ¿Se puede ofrecer una nueva visión del amor en la literatura?», le pregunto. Su respuesta no deja lugar a dudas: los autores del siglo XXI deben narrar historias de amor sin el cliché tóxico de las relaciones del pasado. Y no solo alude a las tramas LGTB, sino que lo hace extensivo a las heterosexuales. Por fin, podemos construir una visión más actualizada de lo que representa en realidad el amor.

«Sin duda, en los últimos años, las tramas LGTB están más presentes en las novelas que leen los adolescentes. ¿Crees que el público pide tramas más diversas o existe más atrevimiento por parte de las editoriales a la hora de publicarlas?», le pregunto. Ambas, responde. Según Nando López, muchos sectores se han dado cuenta de que era necesario romper con los convencionalismos. También insiste en el papel prescriptor de los docentes. Percibe un cambio en las aulas para que entren también las historias no normativas. Y, sin duda, alude a una juventud cada vez más consciente de la diversidad. «Me atrevería a decir que son los propios jóvenes los que más rechazan determinadas actitudes basadas en la intolerancia», comento. De hecho, la novela La versión de Eric nace de unos adolescentes trans que le escribieron para pedirle una novela con un protagonista trans. Afirma que no quería contar una historia sobre el tránsito de una persona, sino que la experiencia del protagonista formara parte de una gran trama. Aunque haya mucha voluntad, la dura realidad siempre golpea: queda mucho por hacer porque la diversidad sigue siendo minoritaria, explica.

 

«Déjame ser un poco malo: ¿y qué hacemos con los clásicos si queremos recomendar novelas con tramas basadas en la diversidad?», le pido. Su respuesta no puede ser mejor: hay que buscar la parte diversa en los clásicos y darles la vuelta. Por ejemplo, en El mercader de Venecia, hay una historia de amor gay. La cuestión, afirma, es que es imprescindible hacer una relectura, porque se ha despojado lo LGTB de los clásicos. «¿Qué quieres decir?». Se suelen leer los clásicos sin el componente LGTB, pero no se puede entender a Cernuda o a Lorca sin saber que eran LGTB. Lorca, sin ir más lejos, habla de amores imposibles partiendo de su propia experiencia. Nando López se pregunta por qué leemos a Gloria Fuertes sin hablar de que es LGTB. Si se explicara desde la infancia, los niños tendrían un claro referente LGTB. Y sitúa también el ejemplo de La sirenita: ¿por qué no contamos que la historia nace de un amor desgraciado entre Andersen y un chico que lo rechazó?

«Sé que siempre escondes alguna trama LGTB en tus novelas». En las redes del miedo presenta a una pareja que quiere salir del armario. En Nadie nos oye, se habla de la homofobia dentro del deporte. En El don de Ariadna, en medio de una trama distópica, uno de los protagonistas vive con una familia de dos padres. «Cuando escribes tus historias, ¿siempre tienes pensado que habrá personajes con vidas LGTB?» Simplemente surgen, responde. Intenta contar su realidad como la vive. Todo libro es un posicionamiento ante el mundo, porque refleja la vida del autor o la que aspira tener. Y en su realidad, dice, la diversidad está muy presente e intenta huir de los estereotipos. La literatura tiene un valor social, pero no debe tener moralina. Es más útil que sea incómoda para que revuelva al lector. «Sin ir más lejos, en tu novela La edad de la ira, la trama LGTB, que es durísima, se esconde tras un thriller muy complejo».

Y sigue con una idea que sirve para cualquier obra: el componente LGTB de una novela no puede ser reduccionista ni dramático, sino que debe formar parte de una gran historia. «Al final, no se trata de leer un libro con temática LGTB, sino que ese elemento debe surgir de manera natural y sin más…», confieso. «Imagina que vuelves a ser adolescente, ¿qué tipo de novela te hubiera gustado leer?». Señala que le habría venido muy bien leer novelas con personajes visibles para poder encontrarse. Añade que le faltaron referentes literarios LGTB y, en definitiva, haber podido leer tramas que hablasen de experiencias de personajes LGTB le habría permitido incorporar su propia realidad. La identidad, dice, es un viaje complejo más allá de ser LGTB, porque la sociedad encasilla con demasiada frecuencia. Necesitamos novelas que busquen la diversidad dentro de la diversidad, concluye.

 

Esta entrevista es uno de los contenidos del número 12 de la publicación trimestral impresa Archiletras / Revista de Lengua y Letras.
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