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04 Abr 2022
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Entrevista

«La tarea del autor es acuñar un nuevo lenguaje»

Beatriz Valdeón

Entrevista a Rodrigo Muñoz Avia

¿Urge un manual de estilo para correos basura?
[«Ahora, aparte de estos correos que intercambio con tu persona, creo que lo único que puede interesarme escribir es algo parecido al spam, un género literario que leo con avidez». Carmelo Durán. La tienda de la felicidad, 2021, Alfaguara].
El buen spam conseguiría escapar del manual de estilo. Es imprevisible. Su manera de retorcer el lenguaje, con neologismos, faltas de concordancia y traducción automática, acaba haciendo poesía. Me hace gracia cómo llega a una formación lingüística tan delirante.

¿Practica con combinaciones sintácticas tipo Spanish Fly Gotas de Amor, Masked moments, Perfume de Feromonas Hombre Lure for Him…?
[La tienda de la felicidad].
Son productos que existen con esos nombres… Algunos textos del spam que aparece en la novela sí son míos.

¿Es optimista?: ¿cree que está todo por escribir?
[Asunto. Por qué escribir. «Cuando uno habla de que está todo dicho, ¿realmente es eso lo que quiere expresar? ¿O, más bien, lo que quiere expresar es que ‘él’ es incapaz de expresar algo nuevo? Por el camino de Spam», Carmelo. La tienda de la felicidad].
Estoy bastante de acuerdo con mi personaje. Si tienes algo que contar, y una voz propia, hay espacio.

¿Qué le molesta más, un cliché literario o el lenguaje administrativo?
El cliché literario. El administrativo es ya tan exagerado que posee algo de manierismo, por exceso puede ser literario. La tarea del autor es acuñar un nuevo lenguaje de manera creativa. ¿Por qué la violencia tiene que ir siempre en espiral?…

¿Aconseja la ironía para escribir reclamaciones a la presidenta de la comunidad de vecinos, a una ‘tienda de la felicidad’, a un predicador…?
Como terapia, como manera de afrontar esos trances con humor y pasártelo bien. Pero como estrategia, la experiencia me demuestra que es estéril; no ayuda, sino al contrario. Desconcierta y a veces ofende.

¿Qué le genera la lectura de textos sin puntos y aparte por e-mail?
Veo la tendencia contraria. Que alguien me escriba un gran torrente igual me alegraría.

Usted, que estudió filosofía, ¿ve relación entre el eterno retorno con la flechita del Enter o Intro?
Lo que quiere transmitir Nietzsche es la posibilidad de que vivamos una vida tan intensa que se repita infinitamente. Personalmente, esa vida tan intensa me la imagino muy lejos de esa tecla y del ordenador.

El amor sin juegos de palabras…
Me encantan los juegos de palabras, crean nuevas realidades. La recombinación de palabras no solo es el espejo del mundo, es el mundo. Para mí el humor y el lenguaje forman parte del amor.

¿Es más seductor un poema de Emily Dickinson enviado por WhatsApp, e-mail o carta?
Por WhatsApp seguro que no (lo uso, pero le tengo manía). Es muy invasivo, te obliga a una comunicación inmediata. La carta la veo algo tan antiguo… Y demasiado intrusiva, me daría pudor. Yo apostaría por el e-mail.

Si perdiéramos el uso de los paréntesis…
Siempre he sido su defensor. Me consta que hay talleres literarios que los odian, dicen que todo se puede poner entre comas. Javier Marías los usa muy bien.

«No hay nada más transparente que un escritor», opina Carmelo. ¿Es su caso?
Soy muy pudoroso… Excepto en La casa de los pintores, no estoy presente en mis libros. No hago literatura del yo. Pero el escritor siempre es transparente. En la manera de dar voz a los personajes y reflejar su mundo ves la humanidad del autor que está detrás. En los grandes escritores siempre notas un sello inconfundible.

¿Su sello es el humor?
Sí. Los juegos de palabras me salen solos en la escritura. No es una premisa. Me río y me gusta hacer reír escribiendo.

Y cuando Carmelo afirma «Mi mundo, más que mi casa, es el lenguaje», ¿necesita un psicólogo lingüista su personaje?
Lo que necesita es un lector, se pasa toda la novela buscando que lo lean. Necesita compartir su casa, su lenguaje.

¿Es mejor reírnos de nuestros desórdenes léxicos?
[«Cualquier equivocación esconde un sentido latente», Héctor Fusilli, psiquiatra argentino. Psiquiatras, psicólogos y otros enfermos, 2005, Alfaguara].
Sí. Los desordenes léxicos hay que saber disfrutarlos, escucharlos y anotarlos. Me gusta tensionar el lenguaje, y las genialidades tan raras que salen a veces por error.

¿Qué desafío o juego lingüístico le gustaría probar?
[El signo prohibido, 2015, Premio Edebé de Literatura juvenil. Jorge deja de usar la letra a. Un homenaje a Georges Perec].
Las alteraciones lingüísticas están presentes con mucha frecuencia en mis novelas. Pienso que escribir sin una letra o en frases de diez palabras, por ejemplo, puede llevarme por un camino interesante.

El quemado, la técnica pictórica que vio practicar a sus padres [Amalia Avia y Lucio Muñoz, dos referentes del arte realista y abstracto informalista español], ¿la aplica en sus textos?
[«Recuerdo la tarde en que presencié por primera vez cómo mi madre quemaba un cuadro». «El quemado era una manera de quitarle a la pintura un cierto matiz relamido y conseguir texturas y tonalidades creíbles y envejecidas». La casa de los pintores, 2019, Alfaguara].
Soy muy pesado, muy meticuloso. Escribo despacio, releo, retoco y recorto mucho. Me preocupa el ritmo. Mi padre buscaba que saliera lo natural; y mi madre, la vejez. Es diferente. Aunque muchas veces delante de los textos me veo como ellos: descansar, releer, empezar de nuevo son procesos creativos muy parecidos.

Una familia que lee unida a Thomas Bernhard…
Presidió tanto nuestra vida, lo leímos tanto que nos contagió mucho. Mi padre tituló un cuadro: Según Rothaimer (personaje de Corrección). Repetíamos expresiones y coletillas, nos reíamos mucho.

¿Qué traducción al lenguaje verbal haría de La ciudad inacabada [1998, última obra de su padre, que preside el hemiciclo de la Asamblea de Madrid]?
Mi padre decía que el lenguaje visual no era traducible en palabras. Hoy en día el arte está muy conceptualizado, y él lo detestaba. Pero en este mural, por su función simbólica, puso un título que guiaba en su intención. La idea es que el espacio público siempre está en construcción y tenemos que construirlo día a día entre todos nosotros a través de ellos, los diputados.

 

La tienda

Un hombre perseguido por palabras

¿Podríamos ver la vida de una persona leyendo sus correos electrónicos? En el caso de Carmelo Durán, el protagonista de esta novela, sí, por completo. Su agitada existencia transcurre entre la bandeja de entrada y salida. «La propia Emily Dickinson lo resumía muy bien: lo abierto venera lo cerrado», escribe a su sobrino Jacobo. Inmerso en el tráfico de mensajes diarios con inesperados cibernautas, Carmelo reclama a un supermercado en línea, habla de filosofía, religión o poesía, debate, seduce… con las interferencias, nada casuales, de correos basura.

 

Esta entrevista es uno de los contenidos del número 13 de la publicación trimestral impresa Archiletras / Revista de Lengua y Letras.
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