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21 Oct 2020
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Escritura

La escritura del escritor

Pedro Aguilar

Al escribir hablamos desde el corazón y desde el cerebro. Los grafólogos estudian la emoción, la motivación, la inteligencia y el comportamiento. En la firma descubren mucho del YO más escondido

«Cuando la mente duda, tiembla la mano». Este axioma forma parte del ADN de cualquier grafólogo y es uno de los pilares de la pericia caligráfica. Nuestros deseos, nuestras tendencias y, sobre todo, nuestras dudas y temores se plasman en los gestos verbales y no verbales. Si observamos a una persona, enseguida nos damos cuenta de si está alegre o triste; si habla amigablemente o discute, aunque no escuchemos lo que dice. Hay un hilo directo entre lo que nos pasa por la cabeza y aquello que expresamos. Cruzar los brazos en una conversación es un rasgo de inseguridad; señalar con el dedo índice, de prepotencia; hacer ‘puñetas’, de intranquilidad; y guiñar los ojos, de nerviosismo. Al presidente Mariano Rajoy, el temblor de su ojo le delataba, ¿recuerdan? Mario Vargas Llosa aseguró en más de una ocasión: «Escribo siempre a mano, hasta los artículos, porque el ritmo de mi pensamiento está condicionado al ritmo de mi mano, de la escritura… Soy de la última generación que dejará manuscritos». El escritor José Luis Sampedro me confesó que él también escribía a mano, sentado en una silla, sobre una tabla «porque el pensamiento y la escritura van al mismo ritmo, mientras que el ritmo del ordenador o de la máquina de escribir son diferentes, más automatizados, más fríos, menos naturales». Quienes se han acercado con curiosidad al campo del estudio de la relación entre lo que pensamos y cómo lo escribimos, han encontrado siempre un vínculo estrecho y firme. Goethe escribió a su amigo Jacoby en 1812: «Las hojas que me envías tienen para mí un valor inestimable… La escritura de un hombre distinguido (y no se refería solo a su contenido) me revela su personalidad de una manera mágica y me da la impresión de su presencia. Estos documentos si no reemplazan para mí un retrato, por lo menos lo suplen como un precioso equivalente». Ortega y Gasset compartía esa misma idea: «entrevemos leyes arcanas, aún no formuladas, que regulan el sentido de los gestos en todo ser viviente». ¿Qué es la escritura sino el gesto de la mano, asiendo un útil, sobre un papel? En un signo, no solo el significado aporta información, también lo hace el significante.

Cada trazo de la letra y de la firma de un individuo nos está diciendo cómo se comporta en ese momento. Consciente o inconscientemente, al escribir hablamos desde el corazón y desde el cerebro, unas veces con más protagonismo de uno que de otro, y siempre proyectándonos desde el yo íntimo al yo social.

Si observamos la firma del pintor Salvador Dalí a finales de los años sesenta del pasado siglo

(imagen 1) y la comparamos con la de comienzos de los setenta (imagen 2), observamos que, a pesar de existir alguna diferencia, existen enormes semejanzas. Centremos la mirada en la originalidad y extravagancia de su mayúscula inicial.

Imagen 4

Nada que ver con la del poeta Miguel Hernández (imagen 4) o con la firma del Dalí joven (imagen 3), tímido, retraído, totalmente anulado por su padre, tal y como él reconoce en sus escritos y tal y como cuentan de él sus amigos de juventud. Siendo Salvador Dalí y Miguel Hernández dos personalidades creativas, su actitud hacia el exterior se nos muestra claramente distinta según el momento vital.

Usando solo el sentido común, sin más formación, podríamos asegurar, sin equivocarnos, cuál de los dos gustaba de llamar la atención, como un rasgo de su personalidad, en el momento de plasmar su firma, pero solo en ese momento. Nuestra proyección social y nuestra personalidad cambian influidas por las circunstancias vitales, entre las que juega un papel fundamental el estado anímico. Las firmas de un Dalí todavía desconocido y la firma del poeta comparten sencillez en un momento determinado, pero son antagónicas en otro.

Imagen 5

Sin conocerla de nada, ¿diríamos que la persona que firma en la imagen 5 es una persona serena, tranquila y con las ideas muy claras? Seguramente no, diríamos que se trata de alguien que le da muchas vueltas a las cosas, que no se caracteriza por su claridad de ideas y para la que la ocultación parte de su comportamiento.

De la tarea de desentrañar la información que transmiten las letras escritas y los componentes de las firmas, y plasmarlas negro sobre blanco en un informe técnico para usarlo en múltiples disciplinas (Psicología, Recursos Humanos, Educación…) se encarga la Grafología. Un grafólogo dibuja patrones psicológicos, culturales y emocionales. Esos patrones que cada uno hemos permitido o aceptado como forma de vida y que nos hacen ser como somos y mostrarnos como queremos que nos vean los demás. De la aplicación de estos estudios para desenmascarar falsedades documentales manuscritas se ocupa la Pericia Caligráfica. Es decir, que un perito calígrafo es un grafólogo desconfiado que piensa que la escritura que tiene ante sus ojos ha podido ser manipulada.

Tendríamos que remontarnos al año 1110 a.C. y trasladarnos a China para encontrar los primeros intentos de relacionar la escritura de un individuo con las características de su carácter. Varios siglos después, Nerón utilizó la grafología para descubrir a los traidores, y Huarte de San Juan, ya en 1575, de cuyos trabajos se nutrió Miguel de Cervantes para trazar la personalidad de su personaje más universal, ya nos hablaba de los cuatro elementos del alma proyectados en los textos escritos. Apenas medio siglo después, Camilo Baldo, en Bolonia, publicaba el que se considera como primer tratado específico de grafología: Método de conocer las costumbres y las cualidades de un escritor por sus cartas misivas (1622). Después vendrían Juan Hipólito Michon, abate francés que fundó en 1871 la primera Sociedad Grafológica en París y fijó el sistema básico sobre el que se apoyan los informes grafológicos;

Crépieux-Jamin, Eduardo de Rougemont, el suizo Max Pulver, que comenzó a aplicar las teorías de Freud y de Jung, y en nuestro país, Matilde Ras y Augusto Vels, dos grafólogos del siglo XX autores de manuales modernos con vigencia en la actualidad.

Aunque podemos hablar de diferentes escuelas, cada una con sus peculiaridades a la hora de acometer el estudio de la grafía, la práctica totalidad de los grafólogos reflejan en sus trabajos la información extraída de la escritura con base en el estudio de cuatro grandes patrones: la emoción, la motivación, la inteligencia y el comportamiento del individuo. Así pues, un grafólogo observará la dirección de la escritura; la inclinación de las letras, de las palabras y de los renglones; la cohesión entre letras y palabras; el tamaño y la forma de las mismas; la presión con la que han sido escritas, la velocidad de la mano y el orden del texto, antes de emitir cualquier informe. A esos datos añadirá los extraídos del estudio de la firma y cotejará todos ellos antes de emitir un juicio definitivo.

Para llevar a cabo su trabajo, el grafólogo utiliza herramientas muy sencillas: una regla, un medidor de ángulos, una lupa o cuenta hilos y un cartabón. Realiza sus mediciones con paciencia y meticulosidad y, con base en unos parámetros establecidos y consensuados con los años, emite sus conclusiones. Hoy en día existen aplicaciones y programas informáticos que ayudan en estas tareas, pero el método tradicional sigue siendo el más utilizado. El trabajo de un grafólogo conlleva, por un lado, el estudio de los fenómenos gráficos considerados en sí mismos, en sus aspectos objetivos, independientes de toda interpretación, y que se resumen en leyes (Grafonomía); y por otro, la aplicación de la disciplina que se sirve de esas leyes grafonómicas para trazar retratos sicológicos (Grafotecnia). La unión de estas dos disciplinas es lo que conocemos como Grafología, término procedente de dos palabras griegas graphos (escritura) logos (tratado). ¿Es una ciencia la Grafología? Los grafólogos aseguramos que sí, basados en que es una disciplina de estudio que tiene sus leyes, su método experimental, su clasificación y su técnica. Pero no todos comparten esa opinión. Hoy en día, son todavía muy pocas las universidades que recogen el estudio de la Grafología entre sus planes de estudio, y el que quiera acercarse a esta ciencia debe hacerlo, casi siempre, a través de estudios no universitarios.

Centrémonos ahora en la escritura de algunos escritores. Vamos a detenernos en la evolución de la escritura y sobre todo en la firma de Antonio Buero Vallejo y Camilo José Cela, y después daremos unas pinceladas de otros escritores como Isabel Allende, Mario Vargas Llosa, Almudena Grandes o Federico García Lorca.

En un texto, la firma representa el ‘Yo’ más íntimo. Nos identificamos con nuestra firma, es como un logotipo personal. Es un ejercicio de responsabilidad en el que nos hacemos responsables del texto escrito con anterioridad y tiene también una función estética. En la firma no hay normas, es libre y es un termómetro del miedo. Es más automática, no se activan las mismas áreas cerebrales que cuando escribimos un texto.

Si observamos las imágenes 10 y 11, que recogen el texto y la firma de Antonio Buero, nos sorprende —al tratarse de la firma de un examen de acceso al instituto— la apariencia de madurez impropia en un niño de 10 años. Hoy ningún niño escribe así. Buero se crio en un ambiente cultural propicio —su padre, profesor en la Escuela de Ingenieros de Guadalajara, tenía una gran biblioteca—, recibía clases particulares, hasta los 10 años no accedió a la enseñanza pública y siempre destacó por ser un gran lector y un extraordinario dibujante.

Si observamos bien, la dirección de la firma es ondulante, también la del texto, lo que indica cierta intranquilidad e inseguridad, algo lógico en un niño que se enfrenta a un examen. Presión débil, que ahonda en esa conclusión, al igual que el detalle del punto bajo de la ‘i’, que nos habla de inseguridad, nervios, mano contenida. Sin embargo, observamos rasgos lanzados, propios de una persona activa, de persona con ganas de introducirse en lo social. Esa ‘S’, del mes de setiembre, así como el resto de mayúsculas (A, B y V), elevadas, adornadas, indican una alta autoestima, algo de narcisismo, gusto por la estética e incluso por llamar la atención, por destacar. La rúbrica con mucha curva: trato agradable con los demás, astuto y diplomático, capacidad de convicción. El bucle, vuelta sobre lo anterior, es propio de una persona reflexiva, que da vueltas a las cosas, con cierta timidez. Líneas cruzadas, regresivas y progresivas: inestabilidad, ambivalencia emocional, contradicción, mecanismo de defensa, orgullo, resentimiento al medio, confusión, pero también cordialidad y emoción, seducción, liderazgo, impaciencia. En definitiva, madurez en apariencia, pero una vez que entramos en detalles, inmadurez propia de la edad, normal en un preadolescente.
Seis años después (imagen 14) observamos cambios. Buero tiene ya 16 años. La letra y la firma tienen menos ángulos, hay mayor calidez, más ganas de socializarse, mayor seguridad al simplificarse los trazos. El sombrero mínimo de la ‘T’es propio de personas sobrias y contenidas. Cambia la rúbrica con un final lanzado hacia atrás. Es alguien al que le gusta rematar lo hecho, evita errores y vuelve sobre las cosas con mucha cautela. Óvalos cerrados y ligeramente abiertos a la izquierda: prudencia, reflexión, seguridad.

En la imagen 15 observamos ya una cierta madurez. Los rasgos son más simples, minimalistas, las mayúsculas sencillas y con trazos rápidos y seguros. Es un joven con más aplomo, mayor seguridad. Se unen las letras entre sí, lo que indica dinamismo, inteligencia, rapidez de reflejos. El punto de la ‘i’ es una línea acerada y los óvalos se cierran y empastan. Se alarga el sombrero de la ‘T’ y se forma de manera original. Alegría, imaginación, bromista. Hábil, seductor, algo tunante. Independencia. Afán de dominio. Era un muchacho feliz y lo manifestaba. Disminución del cuerpo de letra, la rúbrica envuelve solo el apellido. Se ha ido trazando la personalidad de Buero. Decía su mujer, Victoria Rodríguez: «Antonio era introvertido, pero eso no quiere decir que fuera aburrido, tenía un sentido del humor fuera de lo normal. Nos hemos reído con él muchas veces. Antonio no era triste. Es que hay gente que se toma la vida de otra manera y él era consciente de todo lo bueno y lo malo que tenemos alrededor y le preocupaban y entristecían mucho las injusticias y desigualdades sociales (…) La muerte de nuestro segundo hijo le sumió en una angustia terrible, es algo que te marca para toda la vida y no se supera nunca».

La de la imagen 16 es la firma definitiva. La tendencia normal es la simplificación. Se suele abandonar el apellido, salvo que sea el que te identifica. Se pierde también el último tramo de la rúbrica. Experiencias previas y traumáticas influyen en la firma. La rectitud de la firma nos habla de control sobre el estado de ánimo, madurez, un hombre que disfruta de la situación vital. Intransigencia ante lo ilícito, no cede a presiones, nobleza. La forma indica un amplio sentido de la estética, cierta coquetería interior. La originalidad de la ‘A’ nos habla de que la inspiración de los actos surge como resonancia, motivada por los recuerdos. Al ser una firma completamente legible, podemos decir que es una persona que se responsabiliza de lo que hace y da la cara; franqueza, honestidad y cierta ingenuidad para con los demás. No lleva rúbrica, no necesita ni apoyos ni envoltorios, se siente seguro, muy seguro de sí mismo. La presión también nos habla de seguridad. Firma siempre a la derecha, lo que indica cierta extroversión e iniciativa. Observamos un arpón: tenacidad, terquedad, resistencia. Letra pequeña: minuciosidad, creatividad. La igualdad entre el texto (Imagen 17 ) y la firma ratifica lo anterior e indica armonía entre el yo manifestado y el yo íntimo, madurez y autenticidad personal, cierta superioridad moral, positivo en los enfoques y fortaleza del YO.

Mario Vargas Llosa

Mario Vargas Llosa
Mario

Firma muy simplificada, hecha solo con iniciales de trazos rápidos, firmes, lanzados y ascendentes. Indican vitalidad, seguridad e inteligencia. Un sentido práctico de la vida. Persona que se sabe conocida y reconocida. Son líneas con cierta ondulación, pero donde pueden adivinarse algunos arpones, ángulos, que indican perspicacia, agudeza, cierta aspereza de carácter que no suele manifestar dentro de la cordialidad en su comportamiento social, en el que se mueve bien y con soltura, lo que queda corroborado en el tamaño de las jambas (pies) de las palabras del texto, cuya escritura se compenetra de manera casi idéntica con la firma. Un alto concepto de sí mismo, cierta altanería y narcisismo que se pone de manifiesto en el tamaño de las mayúsculas y en general en todas las crestas de las palabras distribuidas por el texto.

Camilo José Cela

Camilo Jose Cela.

Vamos a analizar la firma de un Cela ya maduro (Imagen 6). Acaba de publicar La familia de Pascual Duarte. Cela tuvo una formación inglesa influenciada por la familia de su madre. La firma de Cela no tiene rúbrica, debido seguramente a esa influencia, además de ser un signo de madurez y seguridad, «a más rúbrica, menos personalidad». Es una firma muy recta, muy clara, muy uniforme, bonita. Cela la sitúa a la derecha del texto (autoconcepto adecuado, confianza en sí mismo, adecuación al entorno, actividad, iniciativa). Se irá poniendo cada vez más a la derecha.
Resulta curiosa la unión entre las dos partes del nombre. Sin embargo, vemos una separación entre las sílabas de Camilo. Le gustaba que le llamasen Camilo José y se lo exigía a la familia. Eso le distinguía del resto. La J de José es más grande que la inicial de Camilo. Escritura firme, presionada e incluso pastosa (vitalidad, personalidad, ímpetu, carácter).

Imagen 7: Arranque de la inicial ‘C’ en gancho, floritura y luego cruce de líneas en borrón. Coquetería, alguien al que le gusta que le adulen. La letra ‘m’ gladiolada en muelle decreciente: capacidad de observación, minuciosidad, ironía, astucia, hipocresía, sabe moverse en sociedad.

Imagen 8: Año 1953, la firma es más simplificada. Disminución de la letra. Es la firma final, ya formada. El gancho de la ‘C’ inicial se transforma en bucle (agresividad oral oculta detrás de una amabilidad calculada). Relaciones personales inspiradas en el sentido práctico de la vida, es decir, facilidad para usar artilugios en pro de la consecución de fines. El adorno de rúbrica se vuelve más sobrio y se dirige a la izquierda. Al rubricar con línea regresiva de apoyo, pulsión escópica, nos lleva a pensar en una cierta necesidad de repasar, mirar atrás, precaución. Se simplifica por madurez. Sigue destacando el segundo elemento del nombre de pila: José. Firma con varios levantamientos de útil, no se hace de un tirón.

Imagen 9: Cuando es mayor el tamaño de las letras de la firma que las del texto de la carta, indica que la persona tiene un mayor concepto de sí mismo del que aparenta; orgullo y soberbia, considera hostil el ambiente social, cierto despotismo doméstico, sentimiento de superioridad. La dirección ascendente del texto indica emoción activada fuerte, exaltación del YO, ambición.

 

Isabel Allende

Isabel Allende
Imagen 12

 

 

 

Imagen 12: Claro predominio de rasgos curvos: ganas de agradar, de carácter afable, persona atenta en el trato con otras personas y preocupada por los demás y por su imagen ante los demás; en definitiva, persona cordial. Rúbrica sencilla, por debajo del texto de la firma, no la toca, ese detalle indica claridad de ideas, sinceridad y firmeza, pero con ciertas inseguridades. Persona inteligente que se manifiesta en la unión de letras y en la seguridad de trazo; persona creativa, con un gran sentido estético, como lo indica el adorno en forma de flor.

Imagen 13

Imagen 13: Observando el texto de la carta, llaman la atención el orden y la claridad de los márgenes, rasgos que sin duda forman parte de su carácter, que se ve ratificado con la rectitud de los renglones, nada obsesiva; y de la línea que forman las palabras en su parte inferior. Hay en algunos renglones una elevación de las últimas palabras, indicando cierta flexibilidad. Podría decirse que se trata de una persona emocional, pero que es capaz de controlar sus emociones, que mantiene sus principios éticos y morales pero se adapta al medio.

 

Almudena Grandes

Almudena Grandes Hernandez
Almudena

 

 

 

Agilidad mental y destreza gráfica. Persona inteligente. Abundancia de líneas curvas, lo que indica bonhomía, ganas de agradar, dulzura de carácter, persona empática hacia el exterior. La rúbrica es sencilla, por debajo del texto de la firma, separada, apenas toca el final de la misma, indicativo de seguridad y personalidad bien definida, decisión y aplomo, alguien que ve la vida como una oportunidad. La rúbrica se ajusta prácticamente al tamaño de la firma, eso indica equilibrio, sencillez y buen juicio. Observamos una mayor ligazón entre las letras de la firma, que entre las letras del texto. Estaríamos ante una persona que establece mejores vínculos cuando controla a quien tiene que dirigirse. Se relaciona bien con conocidos y algo peor en sociedad. Típico de una persona fría al comienzo de una relación, pero que cuando coge confianza se abre. El cuerpo de letra de la firma es mayor que el de la letra del texto, suele darse en personas que tienen mayor concepto de sí mismas que lo que aparentan, consideran ligeramente hostil el ambiente social y suelen ser orgullosas.

 

Federico García Lorca

Federico Garcia Lorca.

Las imágenes 18 y 19 corresponden, la primera, a una firma de Lorca realizada el año 1929 y, la otra, a la de un texto de 1935, ambas con gran similitud. Llama la atención el tamaño de las iniciales con respecto al texto. Persona brillante, extrovertida, con alto concepto de sí misma y necesidad de destacar. Un gran sentido de la estética y de la creatividad. En la firma más tardía observamos unas líneas que suben al infinito y otra que baja a los infiernos, sin duda es la ambivalencia de la personalidad de un Lorca arrollador, embaucador y al mismo tiempo tendente a la depresión. El tamaño del cuerpo de letra es muy pequeño, con respecto a la inicial, lo que indica que es una persona que es prudente, cauta, reflexiva y muy vitalista. Animosa pero muy apegada al terreno. La ondulación de los renglones ahondaría en cierta inestabilidad y muy independiente. Persona vitalista pero que se sabe controlar. Cierto grado de optimismo y constancia, con ambición controlada; sobre todo una elevada motivación.

 

 

Este reportaje, realizado con el apoyo del Ayuntamiento de Valladolid, es uno de los contenidos del número 7 de la publicación trimestral impresa Archiletras / Revista de Lengua y Letras.
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