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27 Nov 2020
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Entrevista

Juan José Millás: «A más euforia, menos comas»

Beatriz Valdeón

Escritores invitados a contar cómo son sus vidas, deseos y obsesiones con adjetivos, preposiciones, neologismos, erratas, diccionarios, hipérboles, puntos suspensivos…

-¿Tiene alguna pesadilla gramatical recurrente? ¿Cuál es la peor? ¿Tal vez con palabras que escapan de los libros (novela El orden alfabético, Alfaguara, 1998) o con ladrones de palabras (relato Ella le había robado las palabras)…?
La de la pérdida de la sintaxis, del orden, de la construcción.

-¿Ha tenido un sueño placentero con un neologismo (en cursiva o entre comillas)?
No.

-Antes de irse a dormir, ¿revisa si cerró bien el número de adjetivos en el texto?
Reviso si he cerrado la llave del gas.

-¿Usa un medidor de dosis de adverbios cuando escribe?
Me fío de mi instinto.

-¿Descongela verbos o los prefiere frescos, de temporada?
Los verbos se conservan bien a temperatura ambiente. No tienen fecha de caducidad.

-¿Hay algún tipo de oraciones o elementos sintácticos que le den ardor de estómago?
Las oraciones con más subordinadas de las precisas. Por lo general, constituyen un alarde circense, no literario.

-¿Qué recurso literario le despierta más apetito y curiosidad para probar y experimentar?
La paradoja.

-¿Se puede permitir ser generoso con las comas?
El número de comas dependen mucho del estado de ánimo. A más euforia, menos comas.

-¿Tomaría el aperitivo virtual con el corrector automático de World o de Pages?
Con ninguno.

-¿Qué error gramatical perdona más fácilmente?
La confusión entre desecho y deshecho.

-¿Es de los que corrige en público si escucha una incorrección gramatical?
No.

-¿Cuántas veces se ha saltado una norma de la RAE? A: Ninguna. B: No se acuerda de las veces. C: Más de diez. D…
Muchas, seguro.

-¿Cómo previene «la caída de letras» de un libro suyo? ¿Corrige compulsivamente lo escrito antes de entregar el texto?
Compulsivamente, no. Obsesivamente, sí.

-¿Cuál es su TOC en la edición?
No tengo.

-Abandona definitivamente la lectura de un libro si…
… ni me interesa ni me gusta, que son cosas distintas. A veces coinciden; a veces, no.

¿Cómo reaccionaría ante la visión de cien tomos de una enciclopedia apilados junto a un contenedor?
Con desaliento.

-¿Recuerda la primera enciclopedia que consultó? («En casa había una enciclopedia de la que mi padre hablaba como de un país remoto, por cuyas páginas te podías perder igual que entre las calles de una ciudad desconocida», El orden alfabético, Alfaguara, 1998).
Sí, la Espasa.

-Entre el regalo de una semana en Benidorm (después de su reportaje «Último invierno en Benidorm», en El País Semanal) o una enciclopedia ilustrada de los años setenta, ¿qué elige?
La enciclopedia ilustrada.

-¿Qué diccionario regalaría a sus nietos?
El Diccionario de uso del español de María Moliner.

-¿Prefiere la intimidad de las páginas de papel de un diccionario o le pregunta a Siri o Alexa o…?
Me gusta el papel, pero frecuento a Siri.

-¿En qué lugares «prohibidos» ha jugado con palabras?
En la cama.

-Borges dijo que una de sus máximas aspiraciones era juntar palabras con otras que nunca hubieran estado una al lado de la otra. ¿Cuál es la suya?
Esa misma.

-¿Le gustaría reivindicar el uso de alguna palabra perdida?
Antiflogístico (RAE: «De anti-, el griego phlogistós ‘inflamación’ e ico. Que sirve para calmar la inflamación)».

-¿Se iría de fiesta con unas abreviaturas?
Depende.

-¿Cuándo ha sido la última vez que regaló un pronombre? («Le regalé los dos pronombres que había obtenido en el descampado y los tomó con un gesto de avaricia sorprendente, sin darme las gracias. —Puedes utilizarlos en lugar de un sustantivo —dije— aunque no son igual de eficaces», El orden alfabético, Alfaguara, 1998).
En la vida real, nunca.

-¿El amor entiende de sintaxis? («Le besé todos los sustantivos de su boca y los que pude de dentro de la boca, mientras mis manos, por debajo de su jersey, acariciaban lo que entonces creí que eran sus adjetivos», El orden alfabético, Alfaguara).
El amor es sintaxis.

-¿Qué opina del matrimonio entre opuestos: por ejemplo nueva y normalidad? ¿No llega ni a oxímoron?
El oxímoron es un gran invento.

-Imagine que en el futuro lejano alguien quiere demostrar la autoría de un texto inédito de usted, y encarga un estudio (o aplica algoritmos): ¿qué rasgo principal podría confirmar su paternidad?
La expresión de súbito.

-¿Sigue escribiendo a mano?
A veces.

-¿Cómo y dónde toma notas para sus artículos y novelas?
En cualquier parte, pero siempre en cuadernos pequeños.

-¿Titula mientras se ducha?
Sí.

¿Organiza su escritorio por orden alfabético?
No.

-Un Gregorio Samsa, periodista en lugar de viajante de profesión, transformado después de un sueño tranquilo en un signo lingüístico en lugar de en un insecto… ¿En qué signo?
El de interrogación.

-Si pudiéramos reconstruir este mundo sacudido por la covid-19 usando el orden alfabético (como intentaba Julio en su novela El orden alfabético), ¿por qué palabra podríamos empezar?
Por desconfinar.

 

La realidad de súbito en más de doscientos cuentos

Millás

La paradoja asoma con naturalidad en cada relato de Una vocación imposible, la recopilación de la narrativa breve de Juan José Millás (Valencia, 1946) que edita Seix Barral. Son historias cotidianas del amor y de las relaciones. También abordan cuestiones sobre la identidad, personal y colectiva. Más de doscientos cuentos sobre una realidad que reconocemos, pero que nunca nos la hubiéramos planteado con el misterio, el absurdo y el humor con que la presenta este escritor al que llaman «maestro de las distancias cortas».

Los relatos seleccionados y revisados por el autor concentran su universo literario. Dice Millás que si su obra fuera un cuerpo, las novelas serían el esqueleto; y los cuentos, las vísceras que rellenan el esqueleto.

Esta entrevista es uno de los contenidos del número 8 de la publicación trimestral impresa Archiletras / Revista de Lengua y Letras.
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