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09 Feb 2023
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Literatura

Hadas, animales, aventuras… la fantasía que les cautiva

Begoña Piña. Ilustración de Marta Sevilla

Dossier de Literatura Infantil y Juvenil

1. Historia

Llegó a su esplendor en el S. XIX de la mano de la fantasía

¿Qué hacías durante el verano? le preguntó a la pedigüeña. / Día y noche a quien me encontraba, le cantaba, no te disgustes. / ¿Le cantabas? Me alegro. ¡Pues bien, baila ahora!»(La cigarra y la hormiga). Las fábulas de Esopo, nacidas de la imaginación del escritor griego y de narraciones que se transmitían oralmente, son casi los primeros textos de la historia impresos en castellano para los lectores más pequeños, a los que también dedicaban abecedarios y bestiarios. Aunque, en realidad, niños y adultos en la Edad Media y el Renacimiento compartieron las mismas lecturas.

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La imprenta, uno de los mejores inventos de la humanidad, permitió que se editaran libros que recogían antiguos relatos orales. Una tarea que asumió el primer gran autor de literatura infantil de la historia: Charles Perrault. Además de sus historias originales, como la que narra la aventura del minúsculo Pulgarcito, el escritor francés recopiló cuentos europeos y los adaptó. Con él nacieron las versiones —ya inmortales— de La cenicienta, La bella durmiente, Caperucita roja, El gato con botas, Barba Azul, Piel de asno…
Perrault firmó en 1967 el primer clásico de la literatura infantil, Cuentos de antaño. Cuentos de Mamá Ganso. (Les Contes de ma mère l’Oye). Las hadas, las princesas y los príncipes, los ogros y las brujas poblaron el universo infantil gracias a este escritor.

De aquel siglo XVII son los animales parlantes y los cuentos de Jean de la Fontaine. Inspirado en las fábulas de este, el sobrino de Voltaire, Jean-Pierre Claris de Florina, escribió sus propias fábulas y algunos cuentos. Un camino que recorrió también el teólogo y poeta François Fénelon y, en España, Félix María de Samaniego, que escribió sus fábulas en verso, y Tomás de Iriarte, autor de las que han pasado a la historia como las primeras fábulas «enteramente originales». Por entonces, una de las principales intenciones de la literatura infantil era moralizante y didáctica, un objetivo que ha regresado en los últimos años, ¡tanto tiempo después! tal y como explica Paloma Jover, profesora de Literatura, consultora editorial de literatura infantil y juvenil y una de las grandes especialistas en la materia en España. «Desde hace unos años han vuelto a tomar fuerza las historias con valor didáctico. Por eso, a mis alumnos les digo siempre que tienen que desbrozar aquellos textos que tienen un valor didáctico de aquellos que tienen un valor literario. Ha habido un poco de vuelta a la intención moralizante, junto a otras muchas cosas, como la educación de las emociones, educación en valores… Pero, sí, ha habido una vuelta a los inicios».

Precisamente la calidad artística fue uno de los rasgos que destacar de otra figura de esos años del XVII, la de Jeanne-Marie Leprince de Beaumont, sobresaliente también por su espíritu emprendedor con el que, a pesar de ser mujer en un siglo dominado —sin resquicios— por los hombres, consiguió reconocimiento y popularidad. A mediados del XVIII fundó un periódico para jóvenes en Londres, es la autora de la versión más conocida y más difundida de La bella y la bestia, y entre sus cuentos hay títulos como El almacén de los niños, El almacén de las señoritas adolescentes o El almacén de un pobre.

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A comienzos ya del XVIII empezaron también a ponerse los cimientos permanentes de la literatura juvenil, anunciada con algunos textos antes, pero definitivamente asentada entonces. A mediados de siglo, el mercado de la literatura infantil y juvenil ya era un hecho, y ello gracias, entre otras obras, a algunos títulos fundacionales de la novela de aventuras como Robinson Crusoe (Daniel Defoe, 1719) o Los viajes de Gulliver (Jonathan Swift, 1726). Y gracias también a una figura indispensable en este viaje, la del editor inglés John Newbery, considerado ‘el padre de la literatura infantil y juvenil’.

El esplendor de la literatura para niños y jóvenes lectores llegó en el siglo XIX con la explosión de la fantasía. La labor de popularización de cuentos del folklore europeo que llevaron a cabo los Hermanos Grim —Jacob y Wilhelm— es grandiosa. La primera edición de sus cuentos de hadas, Cuentos de la infancia y del hogar, se publicó en Berlín en 1812 y se amplió con un segundo volumen tres años después. En 1857, en Göttingen, tras siete ediciones, apareció la última, que reunía nada menos que 211 cuentos.

«Voló hasta donde estaban, y entonces algo llamó su atención en su reflejo. ¿Dónde estaba la imagen del pato grande y feo que era? ¡En su lugar había un cisne! Entonces eso quería decir que… ¡se había convertido en cisne! O mejor dicho, siempre lo había sido» (El patito feo). Compartiendo siglo, se encuentra la valiosísima figura, imprescindible y esencial, del escritor danés Hans Christian Andersen.

Los cuentos de hadas de Andersen triunfaron en vida de su autor, que disfrutó del reconocimiento y la fama que estos le dieron. Los primeros relatos aparecieron en 1835, Cuentos de hadas, contados para los niños. Tanto gustaron ya entonces que Andersen escribió sin descanso nuevas entregas. El mencionado El patito feo, Las zapatillas rojas, El traje nuevo del emperador, El soldadito de plomo, La sirenita, Pulgarcita, La princesa y el guisante… y muchísimos cuentos más se los debemos a él. Hoy, para conmemorar su vida y su obra, se celebra cada año el 2 de abril (fecha de su nacimiento) el Día Mundial de la Literatura Infantil y Juvenil.

Los animales que hablaban y los personajes de niños y jóvenes viviendo emocionantes aventuras que protagonizaban los relatos de Hans Christan Andersen se han mantenido como elementos estrechamente vinculados a la literatura infantil y juvenil. «A lo largo del tiempo hemos ido buscando protagonistas con los que estos lectores se pueden identificar más fácilmente. La literatura infantil tradicional tira mucho de animales y de niños», dice Paloma Jover, que añade que «la literatura contemporánea tira de protagonistas con una edad semejante a la de los lectores». Para niños, jóvenes o adultos, para todos sin excepción, «las narraciones se centran en ¿quién soy yo? ¿a quién amo y quién me ama? ¿a quién cuido y quién me cuida? ¿qué es la vida y qué es la muerte? Los interrogantes de las personas modificados por edad. Lo que cambia con el tiempo y la edad de los lectores es la dificultad lingüística, la longitud del texto y la capacidad de identificación con los personajes».

Y muchas de esas cuestiones esenciales estaban, por supuesto, en la literatura juvenil, que escaló también nuevos peldaños en el XIX, que se convirtió, probablemente, en el siglo más relevante para ella. En él nacieron obras maestras de la literatura que la inercia del mercado etiquetó como ‘juvenil’, aunque todas superan amplísimamente esas fronteras artificiales que les impusieron. Alicia en el país de las maravillas, de Lewis Carroll; El libro de la selva, de Rudyard Kipling; La isla del tesoro, de Robert Louis Stevenson; Pinocho, de Carlos Collodi; 20.000 leguas de viaje submarino, La isla misteriosa, De la Tierra a la Luna… de Julio Verne; Los tres mosqueteros, El conde de Montecristo…, de Alejandro Dumas; El corsario negro, Sandokán… de Emilio Salgari; Tom Sawyer, de Mark Twain, Colmillo blanco, de Jack London… y otros muchos títulos de escritores como Walter Scott, Karl May, la Condesa de Ségur, Enyd Blyton, Oscar Wilde… En España, Juan Eugenio Hartzenbusch, Pedro Antonio de Alarcón, Gustavo Adolfo Bécquer, Saturnino Calleja o Fernán Caballero dedicaron su pluma en algunos momentos también a los jóvenes lectores.

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«Eres el dueño de tu vida y tus emociones, nunca lo olvides. Para bien y para mal». En el siglo pasado nació, además, el libro de literatura infantil y juvenil más vendido de todos los tiempos. Se trata de El principito, de Antoine de Saint-Exúpery. En Francia está incluido entre los mejores libros del siglo XX. Junto a él, en esa lista deberían aparecer muchos otros títulos que están hoy ya en el imaginario de millones de lectores que ahora son adultos y que siguen acudiendo a estas obras para contagiar de su imaginación y fantasía a sus hijos y nietos. Son inmortales, como la aventura del aviador y del pequeño príncipe que ha llegado de otro planeta, la resistencia a crecer de Peter Pan (James Matthew Barrie), la magia de la divertida niñera Mary Poppins (P.L. Travers) o la contagiosa felicidad y libertad de la única Pippi Calzaslargas (Astrid Lindgren).

Un nombre clave en la evolución de la literatura destinada al público infantil y joven es, sin duda, el del galés Roald Dahl. Charlie y la fábrica de chocolate, Matilda, Las brujas… abrieron las puertas a nuevas historias donde los límites de la imaginación se desvanecían completamente y en las que no se suavizaba la zona oscura del ser humano con tanto cuidado como siempre se había hecho para los pequeños lectores.

Estos títulos son clásicos con los que han crecido varias generaciones y que aportaron a niños y jóvenes referentes cruciales en su desarrollo y crecimiento. «Con los libros pasaba como con los programas de la televisión, que en su momento todos los compartíamos. Se compartía un puñado de relatos, que era los que todos manejábamos. Había un puñado de referencias compartidas, el imaginario cultural infantil y juvenil estaba muy compartido», explica Jover.

Hoy, teniendo en cuenta la abrumadora oferta, podría pensarse que todo está más disperso; sin embargo, como señala esta especialista, «hay un impacto muy fuerte de los sellos editoriales. Ana María Machado tiene un concepto que me gusta mucho que es el de ‘la censura del sí’. Eliges lo que lees hasta cierto punto. Hay sellos que inundan las librerías con ciertos libros. Hay una censura del sí que favorece a los grupos editoriales económicamente más poderosos, mientras que otros sellos más pequeños de muchísima calidad tienen que limitarse a tiradas más pequeñas y para hacer horizonte lector común es complicado».

Sin embargo, los cimientos de muchas costumbres lectoras de hoy se colocaron el siglo pasado, al que debemos, por ejemplo, el nacimiento de algunas sagas que fueron la llave para entrar con una fuerza imparable en el universo de los más jóvenes y de los niños. Ahí están Las crónicas de Narnia, de C. S. Lewis; la serie de Guillermo Brown, obra de la autora inglesa Richmal Crompton; las entretenidas aventuras del pequeño Nicolás, del archiconocido René Gosciny (Astérix y Obélix); o la mundialmente famosa trilogía de El señor de los anillos, de J.R.R. Tolkien.

Pero hay muchos más títulos y muchos más autores, la lista sería tan interminable como una de las obras más prestigiosas de los últimos decenios dedicada a los jóvenes, La historia interminable, de Michael Ende. Y no sería justo cerrar la creación del siglo XX sin mencionar a Kenneth Grahame y su El viento en los sauces, una obra que continuaron con sus tres personajes principales otros autores; a la escritora austriaca Christine Nöstlinger, nombre esencial en la literatura infantil y juvenil en alemán y premio Andersen al conjunto de su obra; la francesa Henriette Bichonnier, creadora ya en 2002 de El monstruo peludo; el americano Maurice Sendak, que escribió la famosa Donde viven los monstruos; Janosch y su tigre, su oso el pato-tigre de ¡Qué bonito es Panamá!, o E. B. White y sus adorables Wilbur y Charlotte (La telaraña de Charlotte).

En España, la inolvidable Ana María Matute se alzó merecidísimamente con el Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil con Sólo un pie descalzo, una de sus muchas obras dedicadas a estos lectores. La rebelde Celia, de Elena Fortún, regaló modernidad y libertad desde sus inspiradoras historias. Manolito Gafotas y su hermano ‘el imbécil’, ‘hijos’ en la ficción de Elvira Lindo, protagonizaron a finales del siglo XX un capítulo feliz de esta literatura con sus ocho libros. El infatigable escritor catalán Jordi Sierra i Fabra ha acumulado un botín de decenas de premios conseguidos con sus muchos títulos de narrativa juvenil. La madrileña Gloria Fuertes compartió su bondad y su compromiso con miles de niños a través de sus libros y sus poemas. Ibáñez convirtió ya en el siglo XX la risa en el mejor reclamo para los lectores, sobre todo con Mortadelo y Filemón. Hicieron lo mismo Vázquez con sus Hermanas Gilda o el intrépido Anacleto, o José Escobar y los inquietos y revoltosos Zipi y Zape, entre muchos otros.

Fue en los últimos años del siglo XX cuando la fantasía arrasó entre los lectores jóvenes, llevándose por delante los libros de aventuras. Hoy, el género sigue en pleno auge. «Supongo que ese fenómeno se debió a la mezcla de la aparición de una serie de obras que engancharon magníficamente con los lectores con la capacidad que tiene la literatura para la evasión. Hasta hoy, en que en estos tiempos de confinamiento sigue siendo una necesidad la búsqueda de otras realidades posibles».

En esos días de brillo para la fantasía se produjo un resplandeciente estallido en este universo, la aparición del primer libro de la multimillonaria saga de Harry Potter, Harry Potter y la piedra filosofal, de J.K. Rowling. La escritora británica ha marcado con los siete libros de esta serie un antes y un después en el mercado y, fundamental, en los hábitos lectores de los niños y los jóvenes. Las editoriales, muy atentas a lo que estaba ocurriendo, se subieron al carro del éxito y reactivaron la búsqueda de escritoras y escritores especializados en estos sectores de edad. Llegaron incluso a crear colecciones o sellos especiales de literatura infantil y juvenil.

Obras que habían nacido muchos decenios antes revivieron en secuelas y nuevas entregas, y se produjo un alumbramiento feliz de cientos de nuevos autores. El fenómeno, que comenzó con Rowling, se mantuvo y brotó definitivamente con la pandemia y el confinamiento. Los niños y los jóvenes leyeron más que nunca y las ventas se multiplicaron. Mención aparte merecen las astronómicas cifras conquistadas por los cómics de Marvel y por los libros de manga japonés.

Para entonces, los libros de infantil y juvenil ya habían establecido patrones que no siempre fueron positivos. En opinión de Paloma Jover, «en la literatura infantil y juvenil acabamos ciñéndonos a los modelos imperantes en la sociedad». Referentes creados por la sociedad patriarcal dominante que hoy deberían haberse abandonado por completo. «Es verdad que en los últimos años van apareciendo temas que habían sido tabúes, como nuevos modelos de familias, orientaciones sexuales diversas, feminismo… ahora encontramos un montón de biografías de mujeres y los críos están conociendo a mujeres referentes en la cultura, la ciencia… en todos los ámbitos, que estaban desaparecidas de los libros de texto. Pero nos queda mucho camino por recorrer».

«La literatura infantil va muchas veces de la mano de los prescriptores, de los profesores, los padres… Un profesor que lee con los alumnos una literatura que subvierta los modelos tradicionales se puede encontrar con un problema muy grande con las familias», insiste esta especialista, que repite: «Camino nos queda a todos por recorrer. Para los jóvenes, por ejemplo, hay muchas historias románticas que se presentan aparentemente muy modernas, pero que siguen otorgando a las mujeres el papel de seres vulnerables que son rescatadas por príncipes azules».

Con modelos más o menos justos e igualitarios, el tránsito entre el siglo pasado y este ha sido un periodo especialmente fructífero en la literatura infantil y juvenil en el mundo entero. Las sagas para el lector juvenil asomaron por todas partes como si hubieran estado esperando el mejor momento para aparecer. Las Crónicas vampíricas, de L.J. Smith, que nacieron como trilogía, se fueron extendiendo y extendiendo, dejando aparecer muchos más títulos, complaciendo la demanda de sus lectores.

A partir del año 2000, los títulos de series juveniles han sido la joya de muchas editoriales. Adaptaciones al cine y series de televisión se han aprovechado de la voraz curiosidad de los jóvenes hacia estas historias. Ahí están las novelas de Grashaverse y las series Seis de cuervos y Sombra y hueso, de la israelí LeighBardugo; las Crónicas lunares, de Marissa Meyer, la saga Percy Jackson, de Rick Riordan; los libros de Los juegos del hambre, de Suzanne Collins; los personajes de la serie Cazadores de sombras, de Cassandra Clare; los vampiros jóvenes, guapos y enamorados creados por Stephenie Meyer en Crepúsculo; las novelas de la serie de El corredor del laberinto, de James Dashner; la saga Divergente, de Veronica Roth; la serie Artemis Fowl, de Eoin Colfer; la saga Reckless, de Cornelia Funke, o las vampiros de La saga de DarrenShan, de Darren Shan.

La tendencia, por supuesto, se produjo con idéntica intensidad en España, donde algunas autoras y autores se han convertido en referentes literarios de cientos de miles de jóvenes. La fantasía, aventura y romance de la trilogía Memorias de Idhún, de la escritora valencia Laura Gallego, han arrasado en el mercado español, donde ha vendido más de un millón de ejemplares.

Las historias del joven quebequense ElliotTomclyde fueron las primeras en el mundo editorial del madrileño Joaquín Londaiz, que después se lanzó con un nuevo mundo fantástico con la saga de Crónicas de la Atlántida, y ahora convive con un nuevo personaje, Jonas Bigelow, en La hermandad de la Eterna Oscuridad. Novelas, relatos, librojuegos… conforman el universo de José Antonio Cotrina, autor, entre muchas otras obras, de la trilogía El ciclo de la Luna Roja. Las amigas de la serie de Care Santos Inseparables para siempre conectaron con las y los lectores inmediatamente. Y la nota de misterio la puso el tristemente desaparecido Carlos Ruiz Zafón con las novelas de La trilogía de la niebla.

Pero las sagas no han sido las únicas obras que han gustado a los lectores infantiles y juveniles, otros autores han abonado con mucha calidad este terreno. La reina de la ciencia ficción para jóvenes es, sin ninguna duda, la escritora Elia Barceló. El humor, la fantasía y la denuncia social son los territorios por los que discurren los libros de la barcelonesa Maite Carranza, reconocida con algunos de los premios más importantes de la literatura infantil y juvenil. Joan Manuel Gisbert se inspira para muchos de sus libros en mitos y leyendas de todos los tiempos. Y Daniel Nesquens ha apostado por compartir con los lectores un humor absurdo, invitarlos a los juegos de palabras y regalarles unas dosis de realismo mágico.

«Ahora se constata que hay un cambio en los temas y empiezan a abordarse tabúes, como la muerte, el acoso escolar, que ahora es de muchísimo éxito y muy necesario», dice Paloma Jover, que apunta la existencia de otros libros que están teniendo mucha difusión, «que son los libros vinculados a videojuegos, protagonizados por influencers o youtubers…».

La transformación continúa en los formatos, donde hay «una importancia creciente de la ilustración, libros que antes no eran ilustrados ahora lo son. También está el auge de álbumes ilustrados, y en esta línea hoy el cómic está muy reconocido como literatura. Se trabaja también el libro juego… y luego hay cosas que están hoy como siempre, las historias de pandillas que resuelven misterios y tienen un tomo humorístico siguen ahí. Los Cinco (Enid Blyton) de entonces son los Futbolísimos (Roberto Santiago) de hoy. O las historias vinculadas a personajes… y las vinculadas a películas».

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«En el formato ha habido intentos de literatura transmedia, pero al final el libro físico sigue teniendo una fuerza incuestionable —continúa la especialista—. Lo que sí es verdad es que se ha ido a formatos revisteros, se juega más con las tipografías, con una mayor presencia de la ilustración. Y el lenguaje se va adaptando al de los receptores. Cierto que la complejidad lingüística que asumíamos hace treinta años no es la facilidad lectora que tienen ahora, pero eso ¿quiere decir que los niños ahora leen peor que antes? No necesariamente. Creo que ahora hay una gran capacidad de lectura de imágenes. Hay que irse adaptando a las capacidades del lector, que están en otra órbita diferente a la nuestra».

Hoy, cuando los lectores infantiles y juveniles se han convertido en objetivo a tener muy en cuenta por parte de las editoriales, y cuando estos tienen mucha mayor capacidad de elección y decisión respecto de sus lecturas, hay que mantenerse, sin embargo, especialmente alertos para no dejarse avasallar por las promociones-tsunamis. Si se habla de literatura infantil y juvenil, «hay que hablar del papel de la escuela y las familias», afirma Paloma Jover.

«Es importante el acompañamiento de la lectura y la conversación sobre la lectura, porque nada hay más rico que poder compartir tu criterio de experiencia de adulta con tu hijo cuando este lee, también cuando elige un libro que a ti te parece un disparate. No es bueno dejar que ciertos modelos permeen sin más. Es importantísimo que tengan autonomía lectora, y que los adultos no queramos hacer una imposición, pero es fundamental que conversemos sobre el libro con ellos. Si hay algo más rico que la lectura, es la conversación sobre la lectura. En la lectura hay que dar a estos lectores las herramientas para que se enfrenten a los textos con capacidad crítica, para que puedan cuestionar los modelos… Todo esto tiene mucho que ver con educar en el pensamiento crítico».

 

2. Ilustradores

Es imposible imaginar algunos mundos sin ellos

Una de las maravillas que esconden los libros es la de ese botón mágico que pone en marcha nuestro mecanismo de imaginación. Nosotros ponemos rostro y color a los personajes y a los paisajes, creamos casas y habitaciones, inventamos atmósferas oscuras o limpias… Para los lectores infantiles es tan fácil o más que para los adultos construir en sus mentes las formas de lo que leen, pero tienen muchas menos referencias reales. Así, ver dibujados a los personajes a los que acompañan en sus aventuras se entendió rapidísimamente como una forma de crear un vínculo más potente con ellos y con los libros. La historia de la literatura infantil y juvenil ha ido creciendo con las historias y con las ilustraciones que las completan. Algunos cuentos, de hecho, han quedado en el imaginario colectivo inseparables ya de sus dibujos.

Las y los ilustradores que han conseguido esta magia entre los lectores más pequeños han utilizado técnicas y aproximaciones muy distintas a las historias, y algunos son grandísimos artistas. Para muchos es imposible imaginar ya el mundo de Alicia con un aspecto que no sea el que le dio John Tenniel, que creó las ilustraciones de Alicia en el país de las maravillas siguiendo estrictas instrucciones de Lewis Carroll. Este, a medida que avanzaba el proceso, siguió pidiendo cambios a este artista británico, que ya se había dado a conocer como caricaturista político en su época, especialmente en la revista satírica Punch. Una publicación en la que su principal dibujante durante bastante tiempo fue Eh Sheppard, creador del aspecto del queridísimo oso de peluche Winnie the Pooh.

Los osos, por cierto, son uno de los animales más utilizados en la literatura infantil, y entre ellos hay unos cuantos especialmente famosos. En esta lista está, por supuesto, Paddington, obra de Michael Bond, que tomó vida realmente con las ilustraciones de la británica Peggy Fortnum. Animales, brujas y otras criaturas muy famosas de la literatura infantil y juvenil son las que ha ido creando a lo largo de los años Sir Quentin Blake, cómplice de Roald Dahl. Retrató al mismísimo escritor en uno de sus libros más prestigiosos, Mi amigo el gigante, poniendo fecha a la que fue la primera colaboración de ambos creadores y que ya no cesó nunca hasta la triste muerte del escritor.

Winnie the Pooh by AA Milne

En el territorio de la literatura infantil y juvenil hay algunos destacadísimos autores-ilustradores que ampliaron sus relatos con ilustraciones de su propia invención, como Beatrix Potter, creadora del personaje de Petter Rabbit; Jean de Brunhoff, ‘padre’ del elefante Babar; Antoine de Saint-Exupéry, que pintó en acuarelas los dibujos para El principito; el neerlandés Dick Bruna, que empleó trazos definidos y pocos colores para la conejita Mifty; el Dr. Seuss, que combinó los rojos y azules en las ilustraciones que hizo de El gato garabato…

Leo Lionni experimentó con el collage por primera vez en libros infantiles, debutó con Pequeño azul y pequeño amarillo. La misma técnica emplearon Ezra Jack Keats en su serie The Snowy Days, con la que introdujo a los niños americanos en el multiculturalismo, y Eric Carle para sus cuentos infantiles (La oruguita glotona).

Ilustraciones muy coloristas son el sello de otro gran escritor e ilustrador, Janosch, autor, entre otras, de obras como ¡Qué bonito es Panamá!, donde nació uno de sus personajes más queridos, Tiger Duck, el pato de juguete con ruedas. El suizo Marcus Pfister innovó utilizando el papel holográfico en sus prestigiosos y muy premiados cuentos de El pez arcoíris. La Medalla Hans Christian Andersen reconoció merecidísimamente el trabajo del autor e ilustrador japonés Mitsumasa Anno, creador de libros infantiles con poquísimas palabra, pero con maravillosos dibujos, para los que empleaba pluma, tinta y acuarela, y muy ocasionalmente aprovechaba el collage.

Gran parte del éxito de las historias de El Grúfalo de Julia Donaldson se deben a los fantásticos dibujos del ilustrador alemán Áxel Scheffler. Inolvidables las criaturas que dibujó Maurice Sendack para su historia Donde viven los monstruos. Las pequeñas enciclopedias que inventó Richard Scarry para los niños han servido de inspiración a decenas de autores posteriores… Todos ellos son artistas esenciales en el desarrollo de la afición lectora de los niños y los jóvenes.

 

3. La no ficción

Educan en igualdad, ecología, filosofía…

La presencia de títulos de no ficción entre las recomendaciones de literatura infantil y juvenil no es ya hoy una novedad, sino una tendencia consolidada. A los niños les encanta jugar con los libros, desde ellos descubren misterios de la naturaleza y de la vida, aumentan su curiosidad por los temas que más les gustan… Diversidad de contenidos, formatos muy variados, álbumes ilustrados informativos, atlas, diccionarios y abecedarios, animalarios, libros históricos o filosóficos… la oferta crece cada día, atenta a los gustos de los niños y de los jóvenes.

Entre los títulos de no ficción que se han ido editando para estos lectores hay unos cuantos que se han creado para educar en igualdad, para acercar a los más pequeños a la sexualidad, la diversidad, la ecología… y que están cosechando mucho éxito. Edelvives tiene una edición preciosa con los diez artículos que componen la Declaración de los Derechos de los Niños, que ya es una de las favoritas de los lectores. En ella, además, hay versos de Sierra i Fabra y dibujos de Christian Inaraja.

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La ilustradora y escritora Isabel Ruiz ha ido agotando una a una todas las ediciones de los libros de su Colección Mujeres, álbumes ilustrados que recuperan a figuras femeninas esenciales de la historia, poetas, pintoras, científicas, políticas… Un recorrido parecido al que han hecho varias autoras en Historia de las mujeres, con ilustraciones de María Toro, y en el que se ofrece una relectura de la historia de la humanidad, desde el Paleolítico a nuestros días, reivindicando el papel de la mujer como protagonista de la evolución.

Desde una mirada ecologista, Nicolas Gouny y Françoise Laurent van explicando a los niños de dónde salen los alimentos y el recorrido que necesitan realizar para llegar a nuestra mesa en los libros de la colección Yo sé lo que como (Agapea). Ana María Pávez también profundiza en la comida en Sabores de América, donde cuenta cómo los seres humanos que no vivían en América no comieron hasta el siglo XV maíz, patatas, tomates, chocolate, papaya o aguacates). Además, la autora deja una receta sencilla con cada comida.

Laura Knowles, en Viajamos tan lejos…, ilustra a estos lectores en las migraciones de las distintas especies animales. Un viaje por el planeta que Bonatella Alcompás realiza recorriendo los lugares más fascinantes de la historia, desde las pirámides de Guiza, el Machu Picchu de los incas o la muralla de la China milenaria. En Lugares de la historia, con ilustraciones de Wuji House, la autora explica cómo se vivía en cada uno de esos rincones de la tierra en esas épocas.

Y de la Historia a la Filosofía, cada vez son más los libros destinados a niños y jóvenes que se centran en cuestiones esenciales de la existencia. La editorial Blackie Books, en su colección Little Blackie, publica Así es la vida, del tristemente desaparecido escritor e ilustrador Tomi Ungerer, quien reúne una serie de respuestas filosóficas a preguntas que en su momento le enviaron los niños a una revista con la que colaboró.

El cuerpo humano, la sexualidad, las relaciones y la diversidad se pusieron de moda hace ya unos años. Ahora, en este territorio destacan libros como ¿Qué pasó en aquellos nueve meses? (A Buen Paso, 2020), de Esperanza Ortega y Ana Suárez, en el que se cuenta el proceso de gestación de un bebé. En El semen mola (pero necesitas saber cómo funciona), de la colección Menstruita de la editorial Montena, Ana Salvia y Cristina Torrón hablan del despertar sexual de las chicas y los chicos con la intención de romper tabúes y enseñar una nueva manera de relacionarse con el cuerpo y la sexualidad. En este sentido también está Tu cuerpo es tuyo, de Lucía Serrano, que, con ayuda y asesoramiento de especialistas, habla de sexualidad y de prevención de abusos a los niños y niñas con un lenguaje sencillo y directo.

También hay libros para saber mucho más de los animales. Preciosa la edición de Nórdica Libros de Perros & Gatos bajo la lupa de los científicos, de Antonio Fischetti, donde con formato de álbum ilustrado habla del comportamiento de nuestras mascotas de cuatro patas con todo el rigor científico y bastante sentido del humor. Y, por supuesto, entre los animales, los dinosaurios, que tienen millones de seguidores entre los más pequeños. Ike Lowery cuenta Todo lo que mola de los dinosaurios y otras bestias prehistóricas, en más de cien páginas a todo color, con un estilo similar al cómic y una enorme cantidad de información.

Entre los libros de no ficción para niños y jóvenes siempre ha habido títulos que combinan aprendizaje con juego, seguramente la mejor manera de aprender. Uno de estos volúmenes es 101 cosas que deberías hacer antes de ser mayor (geoPlanetaKids), de Owen Weldon, con un conjunto de fichas e instrucciones para, entre otras muchas cosas, hacer malabarismos, criar mariposas, hacer un truco de magia, crear un código secreto, montar un volcán casero… y mucho más.

 

4. El boom del manga

Auge del género sin fecha de caducidad a la vista

Locos por el manga. El boom que está experimentando el manga japonés se vive ya, entre los lectores y las editoriales, como un feliz fenómeno sin precedentes y, muy importante, sin fecha de caducidad a la vista. En los últimos meses, alguno de los títulos más populares del género se han colocado en el número uno de la lista de libros más vendidos, incluidas en esta las novelas de más éxito del mercado. En estudios realizados en países como Estados Unidos o Francia se revela idéntica tendencia. En el francés, por ejemplo, se ha comprobado que el bono cultural concedido a los jóvenes se gasta principalmente en la compra de manga japonés.

Las causas que explican el auge del género nacen fundamentalmente de la pandemia, aunque hay muchas más. Los especialistas han acuñado incluso un término nuevo, el de ‘coronaotakus’, para designar a los niños de entre 9 y 12 años que se han aficionado al manga. Durante el confinamiento, buena parte de este sector de la población comenzó a ver anime en distintas plataformas y ahora, en un movimiento que nadie se esperaba, se han pasado al papel. El manga destinado a los lectores jóvenes sigue siendo el rey, pero ya es un hecho la ampliación del público lector a otros rangos de edad y, esencial, también a las mujeres, a las que los títulos de siempre no convencían.

Los editores de manga en Japón han ampliado sus colecciones. Siguiendo las pistas que han encontrado en estudios de hábitos, conductas, preferencias… han sacado a la calle títulos destinados a lectores de todas las edades, incluidos los más pequeños y los adultos, y con infinidad de temáticas distintas. Hoy, en Japón, todo el mundo lee manga. Tokyo Girls, de Akiko Higashimura, editado en España por Planeta Cómic, es un buen ejemplo de la forma en que el género se ha extendido. Esta serie, calificada ya como el Sexo en Nueva York japonés, arrasa entre las mujeres niponas de más de treinta años. Idéntica intención tienen muchos de los títulos publicados para los lectores más pequeños.

En nuestro país, el cómic es el sector que más ha crecido en los últimos años y dos de sus títulos más vendidos son mangas. Y el sector editorial y las librerías han aceptado el reto. Hoy los ejemplares de manga han roto la barrera de las librerías especializadas y cuenta con estantes en prácticamente todas. En la última edición, el salón otaku más importante del Estado, incluso con las medidas propias de la pandemia, reunió a más de cien mil visitantes. Y las previsiones que tiene para este 2022 son extraordinarias.

Shitihanta (TV Series)

Las editoriales pequeñas y medianas que habitualmente han traído el género a España han acertado con los títulos elegidos. Uno de los casos, entre muchos otros, que demuestra este buen tino es el de Ediciones Tomodomo, que publicó Orange, de Takano Ichigo, éxito de ventas, además de haber conseguido reconocimientos de mucho prestigio, como el de considerarse una de las mejores diez novelas gráficas según la Asociación de Jóvenes Adultos Biblioteca Servicios (YALSA), perteneciente a la American Library Association. Por su parte, Yermo Ediciones, a través del sello Arechi, dedicado al género, ha decidido recuperar libros clásicos como City Hunter, de Tsukasa Hôjô, o Candy Candy, de Keiko Nagita.

El boom del manga ha llevado a los más poderosos, como el grupo Penguin Random House, a crear sus propios sellos dedicados al género. Este gigante editorial abrió recientemente Distrito Manga. Catalina Mejía y Clàudia de Palol son las editoras y los primeros títulos pertenecen a subgéneros como la comedia romántica, el shôjo (dirigido especialmente a chicas adolescentes) y el BL (siglas de Boys Love, manga sobre relaciones sentimentales entre chicos). Sus planes para 2023 pasan por publicar títulos de unas treinta series, es decir, más de cien tomos.

Al boom del manga japonés han contribuido unas cuantas obras destacadas y, sobre todas ellas, habría que mencionar Tokio Revengers (Norma Editorial), de Ken Wakui, que se convirtió en el libro más vendido de cualquier género el pasado mes de noviembre; y Haikyu! (Planeta Cómic), de Haruichi Furudate, también entre los primeros de las listas de ventas. No hay que perder de vista tampoco My Hero Academy (Planeta de Libros), una historia de héroes y villanos con superpoderes escrita e ilustrada por Kohei Horikoshi; OnePiece (Norma); la popular y conocida serie DragonBall, las aventuras del ninja adolescente Naruto, o la serie escrita por MichikoYokote e ilustrada por Pink Hanamori Māmeido Merodī Pichi Pichi Picchi, que está inspirada en La sirenita. Y, aunque rozando el género, pero con una enorme influencia de su estética, El príncipe y la modista (Roca Libros), que fue elegido como Mejor Cómic de 2019.

 

5. El principito

Un milagro artístico con miles de ediciones

Cuando yo tenía seis años, vi en un libro sobre la selva virgen que se titulaba Historias vividas una magnífica lámina. Representaba una serpiente boa que se tragaba a una fiera». Son las primeras palabras y las primeras imágenes que evoca uno de los libros más vendidos del mundo, una novela corta que es, sin duda, el gran éxito de la literatura infantil de todos los tiempos y un clásico de la literatura en general. El principito, de Antoine de Saint-Exupéry, es un milagro artístico que reúne en menos de cien páginas toda la humanidad y el sentido de la amistad, el amor, la muerte… el interés por los viajes, el compromiso ecológico… y también la vanidad y estupidez humanas.

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Un aviador varado en el desierto del Sáhara, un pequeño príncipe que ha llegado a la Tierra desde el Asteroide B-612, los adultos de mente estrecha que ha encontrado en su aventura, el zorro que quería ser domesticado y da las claves de la existencia y la felicidad al niño de rizos de oro… con los dibujos en acuarela que hizo el propio Saint-Exupéry son el tesoro que esconde este libro, el más traducido de todos los que se han escrito en francés en la historia de la humanidad.

El principito está traducido a unos quinientos idiomas y dialectos, incluyendo el sistema de lectura braille, el sardo, el latín, el toba, que es una lengua indígena del norte de Argentina; el totonaco, lengua indígena mexicana… y es el primero en haber sido transcrito en símbolos fonéticos en lengua inglesa. Hay miles de ediciones de la obra. En Corea, por ejemplo, hay 350 diferentes, incluyendo una de manga. En español, la primera traducción es de Bonifacio del Carril y la primera publicación fue realizada por la editorial argentina Emecé Editores en septiembre de 1951.

El principito es, además, uno de los libros más vendidos de todos los tiempos, con más de 140 millones de ejemplares en todo el mundo (con más de un millón de ventas por año). Cifras a las que hay que añadir las que aporta la Fundación Antoine de Saint-Exupéry de 80 millones de copias vendidas a nivel global en formato de audio y vídeo.

Hoy el manuscrito original de El principito, regalado por el escritor a su amiga Silvia Hamilton, se conserva en la Morgan Library de Nueva York. Aquellas páginas las escribió Saint-Exupéry en una casa de Nueva York y en otra de Asharoken (Long Island) al final de 1942. El autor había huido a EE. UU. tras la caída de París en manos de los nazis y fue una editorial de este país, Reynal & Hitchock, la que publicó el libro por primera vez, en abril de 1943. Apareció en inglés y una semana después, con traducción de Katherine Woods, en francés. A Francia no llegó hasta la liberación, cuando la publicó Éditions Gallimard en 1946, aunque al parecer durante la ocupación alemana se habían distribuido secretamente copias del libro.

Antoine de Saint-Exupéry fue aviador en el desierto del Sáhara y es de esos días y esas experiencias de donde brotó la idea de El principito. De hecho, en una obra anterior, Tierra de hombres, explicaba cómo se estrelló en el desierto en 1935, junto a su copiloto André Prévot. Poco después de publicarse el libro, el escritor volvió a alistarse en las Fuerzas Aéreas Libres. Dicen que siempre llevaba consigo el libro, del que se sentía enormemente orgulloso, y se lo leía a sus compañeros. Saint-Exupéry no disfrutó del colosal éxito de esta obra, tres semanas antes de la liberación de París se le dio por perdido en combate.

 

6. #BoOKTOK

Leen y cuentan en TikTok sus experiencias con los libros

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Mireille Lee tenía quince años en los días del confinamiento. Entonces, acompañada de su hermana Elodie, dos años menor, comenzó a compartir en la red social TikTok sus lecturas favoritas a través del perfil @alifeofliterature. Hoy tienen miles de seguidores y, por supuesto, se ha convertido en una de las influencers más eficaces a la hora de marcar tendencia en los títulos a seguir en la literatura infantil y juvenil.

No es la única, millones de jóvenes de la generación Z —la que ha nacido con las nuevas tecnologías y está comodísima con ellas— se han apuntado a divulgar y ver los vídeos que recomiendan lecturas y que se encuentran bajo el hash-tag #BookTok (con 40 000 millones de visitas ). Una vía que ha revolucionado absolutamente el mundo editorial y, sin duda, se ha convertido en una de las mejores herramientas para la venta de ejemplares.

La pista la dio el libro Éramos mentirosos, una novela emocionante sobre cuatro amigos y una familia aparentemente perfecta de Nueva Inglaterra, obra de la escritora estadounidense E. Lockhart. La obra se había publicado en 2014 y, en plena pandemia, de pronto estaba de nuevo en la lista de los más vendidos. Fueron los hijos de la autora los que explicaron a su madre que aquello era un ‘milagro’ de TikTok. Las hermanas Mireille y Elodie Lee habían hablado de su historia y habían arrastrado a cientos de miles de tiktokers.

Lo siguiente fue que las editoriales contactaron con algunos de estos jóvenes influencers para que publicitaran sus novedades en redes sociales y que aparecieran perfiles de los propios sellos en TikTok. En ellos hay listas casi para todos los gustos, desde «libros que me hicieron llorar a las 3 a.m.» pasando por «libros por los que vendería mi alma para volver a leer» hasta «libros que no puedes dejar», desde los que se han recuperado títulos que no arrancaron muy bien en su lanzamiento, se ha apostado por clásicos juveniles o se han puesto en primera línea textos de nuevos autores.

La influencia de #BookTok en la venta de ejemplares creció durante el otoño de 2020 y aún no se ha detenido. Algunos títulos pasaron de vender unos 50 ejemplares por semana a cerca de 9000. Hoy las librerías y las editoriales, sobre todo en sus páginas web, tienen un apartado muy destacado de ‘Tendencias en #BookTok’. Los jóvenes lectores no solo han vuelto a leer, sino que lo dicen públicamente y cuentan sus experiencias con los libros. También han regresado a las bibliotecas.

Vídeos de los booktokers emocionados, riéndose o llorando con un libro, explicando el argumento de una novela, compartiendo sus descubrimientos… y mucho más dedicados a los temas que se abordan en las obras que al género al que pertenecen, son lo que verdaderamente manda hoy en el mercado de la literatura juvenil. Parece, pues, que el destino de esta está en manos de los creadores y usuarios de #BookTok, que en su mayoría son mujeres de entre 14 y 30 años.

 

7. Perfiles

Charles Perrault

(París, 12 de enero de 1628 – París, 16 de mayo de 1703)

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El lobo feroz se comía a la dulce abuelita en un festín de vísceras y sangre, y cuando llegaba la inocente Caperucita, le servía de cena un guiso con la carne de la anciana. Violencia, mutilaciones, violaciones, asesinatos brutales… eran la verdadera sal de los cuentos populares que habían ido transmitiéndose de forma oral de generación en generación. Nada en los cuentos que cayeron en nuestras manos de pequeños era, en su versión original, tan grato y gustoso como luego llegó a nosotros. Si Charles Perrault no hubiera nacido, esos relatos podrían haber permanecido para siempre en el universo de la barbarie y la crueldad y jamás hubieran terminado en nuestros dulces sueños.

El francés limpió la sangre, eliminó lo macabro y desterró la oscuridad que reinaba en ellos y los convirtió en las primeras lecturas de niños de todas las generaciones a lo largo de la historia. Comenzó esta tarea con Cuentos de antaño. Cuentos de Mamá Ganso. (Les Contes de mamèrel’Oye), donde las historias de El gato con botas, Caperucita roja, La bella durmiente o Cenicienta ya no serían nunca las peores pesadillas de la infancia.

Buscó en la escritura una forma de vida y aprovechando que se habían puesto muy de moda las veladas en las que se narraban cuentos populares, comenzó a reinterpretarlos. Lo hizo con tal éxito que decidió reunir muchos de esos relatos en el famoso Cuentos de antaño.

A los ocho cuentos de la primera edición se fueron añadiendo otros, ninguno original y algunos de ellos compilados antes por el italiano Giambattista Basile, pero la novedad en la obra de Perrault fue, justamente, ese cambio de tono, más suave, con lo que pretendía que las lecciones morales de estas narraciones fueron aprovechadas por los más pequeños. Hay que decir que los niños de entonces estaban mucho más expuestos y menos protegidos que los de hoy, y el escritor, aunque extirpó mucha negrura de estas historias, no las dejó perfectamente suaves, sin una sola arista. Su Caperucita terminaba devorada por el lobo. Para dar más brillo y esplendor a los cuentos infantiles, habría que esperar a que se pusieran manos a la obra los hermanos Grimm.

Hermanos Grimm

Jacob Grimm (Hanau, Hesse, 4 de enero de 1785-Berlín, 20 de septiembre de 1863) / Wilhelm Grimm (Hanau, Hesse, 24 de febrero de 1786-Berlín, 16 de diciembre de 1859)

Wilhelm and Jacob Grimm,

Los hermanos Jacob y Wilhelm Grimm comenzaron a recopilar cuentos tradicionales mientras estudiaban Derecho en la Universidad de Marburgo. Allí aceptaron el encargo de buscar en la biblioteca antiguos poemas para una antología que preparaba el escritor alemán Clemens Brentano y fue, precisamente, aquella tarea la que los animó a embarcarse en un proyecto propio, el de descubrir y reunir cuentos populares, conscientes de la importancia que esos relatos tenían para comprender la mitología, la Historia y la literatura de Alemania.

Decidieron partir de testimonios orales y acudieron a decenas de personas, en su mayoría mujeres. Vecinas de Kassel, donde ellos nacieron; Annette von Droste-Hülshoff, que más tarde sería un nombre destacado de la poesía del romanticismo alemán, y, muy especialmente, Dorothea Viehmann, que relató a los hermanos Grimm una buena cantidad de los cuentos que reunieron en su libro.

Jacob y Wilhelm Grimm acudieron también a antiguas colecciones, trabajos previos realizados por Johann Karl August Musäus y BenedikteNaubert —autores de una selección de relatos alemanes—, Charles Perrault, Giambattista Basile —que ya en el siglo XVI recopiló cuentos populares europeos, entre ellos Cenicienta—, la baronesa d’Aulnoue, Gianfrancesco Straparola…

Con todo aquel material y gracias a un pacto con un impresor de Berlín, publicaron los dos primeros volúmenes de sus inmortales Cuentos de la infancia y del hogar en 1812. Hubo siete ediciones más, con relatos nuevos —la última edición es de 1857—, y al final habían conseguido reunir más de doscientos cuentos tradicionales. Estos ejemplares, desde entonces, se han traducido a más de 160 idiomas (la primera traducción al español se hizo en 1879).

Cenicienta, La bella durmiente, Blancanieves, Pulgarcito, Hänsel y Gretel, El gato con botas, Rapunzel… son algunos de los ‘cuentos de los hermanos Grimm’, textos que ellos ‘arreglaban’ y que los impresores, en muchos casos, suavizaron, como antes hizo Perrault, intentando restar violencia y crueldad para acercarlos a los niños. Ello, a pesar de que los Grimm habían dicho repetidas veces que aquellos no eran cuentos para niños. Las primeras ediciones ilustradas llegaron de mano de los ingleses.

Hans Christian Andersen

(Odense, 2 de abril de 1805-Copenhague, 4 de agosto de 1875)

Hans Christian Andersen

Hervía y bullía mientras el fuego llameaba bajo de la olla, era la cuna de la vela de sebo». Es el inicio del primer cuento que escribió el danés Hans Christian Andersen, La vela de sebo, el arranque de una colección de casi doscientos relatos fue el primer paso en la exitosa carrera como escritor de cuentos para niños del que será ya para siempre uno de los más grandes de la literatura infantil, un autor que sin embargo renegaba de esa etiqueta de ‘literatura infantil’. De hecho, los lectores adultos de su época devoraban sus relatos.

Inspirándose en tradiciones populares y en la mitología nórdica y griega, y aprovechando espléndidamente su talento literario y su imaginación, entre 1835 y 1872 escribió 168 cuentos que tenían como protagonistas a personajes que había extraído de la vida cotidiana, a animales y objetos animados y a algún héroe mitológico.

Historias de aventuras para niños fue el título de la primera serie de cuentos infantiles, y se editó en 1835. Tres años después publicó la segunda colección. Y la tercera apareció en 1843 con el título Cuentos nuevos. A partir de 1858 comenzó a narrar con su propia voz los cuentos que había escrito. Y siguió creando nuevas historias hasta 1872. El patito feo, El traje nuevo del emperador, La reina de las nieves, Las zapatillas rojas, El soldadito de plomo, El ruiseñor, La sirenita, Pulgarcita, La pequeña cerillera, El alforfón, El cofre volador, El yesquero, El ave Fénix, La sombra, La princesa y el guisante… son algunos de los cuentos infantiles más traducidos de la historia.

A pesar de su resistencia inicial a que lo consideraran un autor de cuentos infantiles, el colosal éxito que tuvo en Europa entre los lectores más pequeños le hizo aceptar finalmente esa realidad. Tanto fue así que, cuando preparaba con un amigo compositor la música que debería sonar en su funeral, que él intuía muy cerca ya, le dijo: «La mayoría de las personas que caminarán detrás de mí serán niños, así que haga el ritmo con pasos pequeños».

Julio Verne

(Nantes, 8 de febrero de 1828-Amiens, 24 de marzo de 1905)

Jules Verne, circa 1892.

De polo a polo, del espacio y el cielo a lo más profundo y desconocido del mar y hasta el centro mismo de la Tierra, millones de lectores han vivido emocionantes aventuras gracias a los libros de Julio Verne, uno de los autores más leídos de la historia y, sin duda, un nombre esencial e indiscutible de la historia de la literatura y del universo de la ciencia-ficción, y un escritor especialmente querido por los jóvenes lectores.

Exploración, aventura, futuro, progreso, ciencia… se mezclan en un cóctel único en sus obras con ideas románticas del socialismo, con la filosofía del positivismo y también con el desencanto que experimentó el escritor en sus últimos años. Lector compulsivo de textos de ciencia —sostenía que cada dato contenido en sus obras «ha sido examinado al detalle y es rigurosamente exacto»— y de geografía, Julio Verne ideó ingenios y máquinas que se adelantaron a su tiempo y auguró realidades que nadie más que él imaginaba entonces.

Asiduo a las tertulias de la bohemia parisina del Barrio Latino —Verne estudió Derecho en París—, su ambición literaria creció hasta el punto de hacerlo abandonar la carrera de jurista. Redactor de la sección científica de la revista literaria El museo de las familias, no publicó su primera obra hasta 1862, cuando conoció al editor Pierre-Jules Hetzel, que publicó Cinco semana en globo. Sin embargo, ese encuentro que abrió la feliz puerta a sus publicaciones lo obligaba a escribir dos novelas por año. El ritmo brutal que debía mantener para cumplir lo firmado lo convenció de abandonar París y asentarse en Amiens, un lugar mucho más tranquilo.

Viajes extraordinarios fue el título de la colección en la que se publicaron sus decenas de obras, creaciones que nacieron con un espíritu de progreso y aventura, y con ideas del socialismo utópico, y que, con el paso del tiempo y los sucesos ocurridos en Europa, se fueron oscureciendo, transformando el optimismo inicial en lo contrario. Julio Verne, en sus últimos años, comprendió que los seres humanos podrían hacer un uso letal de toda la tecnología y avances que había adelantado en sus libros.

Veinte mil leguas de viaje submarino, Viaje al centro de la Tierra, La isla misteriosa, El rayo verde, La vuelta al mundo en ochenta días, De la Tierra a la Luna, Los hijos del capitán Grant, Miguel Strogoff… componen, entre muchas otras, el fértil territorio literario de Julio Verne, origen de los sueños y ambiciones de millones de lectores en todo el mundo. Desde mediados del siglo XX, Verne es el escritor más traducido de la historia, después de Agatha Christie.

Roald Dahl

(Llandaff, 13 de septiembre de 1916 – Oxford, 23 de noviembre de 1990)

Sir Quentin Blake,

El galés Roald Dahl es, probablemente, el autor más importante de libros infantiles del siglo pasado y, sin duda, el creador de palabras más afamado de la literatura. Incluso existe un diccionario oficial de Oxford Roald Dahl en el que se contienen, entre muchas otras, las diferencias de acepciones como ‘snozzcumbers’o ‘snozzberries’.

Con más de 250 millones de ejemplares vendidos, su éxito es tan indiscutible como su talento, vertido este en los textos que escribió —la inmensa mayoría de ellos— en una especie de cobertizo en el jardín de su casa, Gipsy House, un espacio que él llamaba ‘la cabaña’ y que hoy está conservada tras un cristal en el Museo Roald Dahl, en Great Missenden, donde el autor vivió con su familia durante cuarenta años. De joven viajó a África para trabajar en la petrolera Shell. En aquel continente, en Dar es Salaam (la actual Tanzania), le sorprendió la II Guerra Mundial, y decidió viajar en coche hasta Nairobi para alistarse en el ejército. Se unió a la Royal Air Force. Sin embargo, antes incluso de entrar en ningún combate directo, se estrelló en el desierto de Libia durante una misión. Afortunadamente, sobrevivió. Roald Dahl fue miembro del servicio de inteligencia británico, desde donde trabajó para conseguir el apoyo a los aliados por parte de EE. UU.

En sus libros, los personajes adultos son bastante miserables, mientras que los niños son criaturas traviesas y curiosas, un poco extravagantes y enemigos de la autoridad de los mayores. Esto último provocado seguramente por la propia experiencia de abusos y maltratos que sufrió en el colegio de su infancia. Los gremlins fue su primer libro infantil, encargado por Disney para una película de animación que nunca se hizo. Matilda, Charlie y la fábrica de chocolate, James y el melocotón gigante, Fantástico Mr. Fox, Las brujas, Dany el campeón del mundo, ¡Qué asco de bichos! El cocodrilo enorme, Los cretinos, AguTrot… son los títulos de su vida. En el imaginario colectivo, el aspecto de sus personajes estará para siempre unido a las ilustraciones que realizó el gran dibujante Quentin Blake.

J.K. Rowling

 (Yate, 31 de julio de 1965)

J.K.) Rowling.

En un tiempo en el que los niños y los jóvenes habían decidido aparcar los libros para lanzarse a las pantallas y al mundo digital, el personaje de Harry Potter, ‘hijo literario’ de la escritora británica Joanne Rowling, dio completamente la vuelta a la tortilla. Los niños y los jóvenes volvieron a leer y lo hicieron con voracidad y entusiasmo. ¡Quinientos millones de ejemplares vendidos! Traducciones a más de 65 idiomas, entre ellos el latín y el griego antiguo. Rowling ha sido la primera escritora de la historia en ganar 1000 millones de dólares por su trabajo. En 2007, la revista Forbes la consideró una de las personas más poderosas del mundo… Hoy su serie de Harry Potter está valorada nada menos que en 15 millones de dólares.

Y todo ello conseguido después de un monumental esfuerzo, unos comienzos muy poco halagüeños y muchas dudas acerca de su obra, incluso de su identidad. Joanne Rowling firmó sus libros como J.K. Rowling, porque sus ‘avispados’ editores de Bloomsbury pensaron que sería mejor que los lectores no la identificaran con una mujer.

Harry Potter nació en su imaginación de repente, como por arte de magia, en el verano de 1990 durante un viaje en tren de Manchester a Londres que, a causa de una avería, se retrasó cuatro horas. Lo siguiente fueron momentos muy críticos en su vida, con un matrimonio corto y amargo, el nacimiento de su hija Jessica, una lucha en los tribunales para conseguir una orden de alejamiento de su exmarido, una profunda depresión y una larga temporada sin trabajar, sobreviviendo con los subsidios que le daba el Estado. En 1995 por fin consiguió el divorcio, la orden de alejamiento definitiva y terminar de escribir Harry Potter y la piedra filosofal.

Christopher Little Literary Agents aceptó ayudarla a buscar editor para la obra, que fue rechazada una y otra vez, hasta en doce ocasiones, hasta que en 1995 la compró Barry Cunningham para Bloomsbury. El libro se publicó en junio de 1997. La primera entrega de Harry Potter comenzó a ganar premios y premios y facilitó el camino a la escritora, que en 1998 publicó Harry Potter y la cámara secreta y, un año después, Harry Potter y el prisionero de Azkaban. Y J.K. Rowling se convirtió en la primera persona en ganar tres veces el Premio al Mejor Libro Infantil.

Siguió escribiendo su saga hasta diciembre de 2006 en que se publicó el séptimo y último libro de la saga, Harry Potter y las reliquias de la muerte. Adaptaciones al cine y al teatro, otros libros dedicados al universo creado en esta serie y otras obras infantiles siguieron a la publicación de aquellas primeras siete entregas.

Este artículo es uno de los contenidos del número 16 de la publicación trimestral impresa Archiletras / Revista de Lengua y Letras.
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