PATROCINADORES
INSTITUCIONES
Junta castilla
jcm

Archiletras

Archiletras es posible gracias al apoyo de las siguientes empresas e instituciones

Junta castilla jcm
31 Ago 2022
Compartir
Lenguas

El aranés-occitano: una lengua frente al vendaval de la globalización

Javier Rada

El aranés es una lengua pirenaica superviviente del amenazado occitano. Apenas la hablan unos pocos miles de personas. Aunque oficial en Catalunya, tiene el futuro comprometido. La publicación de un nuevo diccionario es una brisa de esperanza

En el mundo se calcula que existen alrededor de siete mil lengua vivas, y sus hablantes podrían dividirse en dos categorías: quienes se preocupan por la delicada salud de su lengua, y quienes creen que su idioma es algo así como el aire, el agua, la fusión nuclear de las estrellas: inagotable.

Estos últimos suelen hablar hoy inglés, español o mandarín. Tienen por aliado internet, las plataformas de streaming, los recursos económicos…, la globalización los ha escogido como sus jinetes.

Los que creen que su lengua, en cambio, es como un edelweiss o flor de las nieves, una planta de poca raíz y colgada siempre del precipicio, suelen formar parte de las llamadas lenguas minoritarias. Y en un pequeño valle del Pirineo sobrevive una de ellas. Es el aranés-occitano, la lengua oficial del Valle de Arán, única región española deslizada más allá de la frontera natural del Pirineo.

El aranés es un dialecto local, superviviente de ese gran río cultural que fue en el pasado la lengua occitana, un habla romance que llegó a ocupar todo el sur de Francia y parte de los Alpes occidentales italianos; una lengua madre, como un latín surgido después del latín, que está señalada hoy en peligro de extinción por la Unesco.

El valle está situado en la amígdala de los Pirineos, en el norte occidental de Catalunya, en la frontera de Aragón, bajo el olvido de Francia. A los poco conocedores de su historia nos puede parecer un ornitorrinco geográfico. Recordarán que el ornitorrinco es un marsupial que parece estar formado por partes de otros animales.

Arán igualmente parece contener partes de otros pueblos sin ser al final ninguno de ellos. Su pico o lengua occitana está en Francia, pero su cuerpo y límite político, en España. La gobiernan hoy los catalanes como un territorio especial dentro de la provincia de Lleida (es como una autonomía dentro de la autonomía catalana, con algunas de las competencias transferidas, desde que se aprobara la Ley de Régimen Especial en 1990). Pero su pelaje no es el catalán, sino el gascón: sus raíces nacen de esa cultura occitana que se extiende todavía hoy desde Vielha, la capital aranesa, hacia el noroeste meridional de Francia, llegando al Atlántico.

Es un lugar montañoso, precioso, antaño muy pobre, hoy muy turístico, que logró conservar su identidad porque, paradójicamente, fue extirpado de su entorno cultural occitano, desde que en el Medievo entrara a formar parte de la Corona de Aragón por el Tratado de Amparanza, en 1175.

Tierra comodín, enclave estratégico para detener las invasiones del norte, pica real al otro lado de la cordillera de unos reinos combatientes, tuvo enseguida su constitución o Querimònia, otorgada por el rey Jaime II (1313), en la que se constituyeron sus derechos y deberes, y su, desde entonces, naturaleza híbrida.

Siempre ha estado como en tierra de nadie. Un valle tan estratégico como agreste que supo contener revoluciones y guerras, o la represión lingüística de regímenes dictatoriales, como el de Franco.

«El aranés es la variedad local del Valle de Arán del gascón, que es uno de los grandes dialectos de la lengua occitana», explica Jordi Suïls, filólogo y miembro de la cátedra de estudios occitanos de la Universidad de Lleida. «Al existir ese límite político que los ha separado del resto del gascón y de Francia, la incidencia en su supervivencia ha sido notable», añade.

Ese límite hizo que los araneses, aunque gascones, nunca fueran franceses, pero tampoco españoles o catalanes del todo. Una doble frontera: la política, al norte francés, y la geográfica, al sur, por esa tierra entonces ignota que eran los Pirineos.

Esto creó un reducto donde la lengua occitana sobrevivió a la guillotina de la Revolución francesa. Es el único lugar donde esta lengua romance, antaño palabra de trovadores, cumbre literaria medieval, es una lengua oficial, acogida por un Estado (el aranés es cooficial en Catalunya desde 2010). En Italia el occitano solo está reconocido como «lengua protegida», y en Francia, su cuna, no tiene fuerza legal.

Los araneses, en cambio, tienen su gobierno local, el Conselh Generau d’Aran, y su Academia de la lengua (Académia Aranesa dera Lengua Occitana). Pero «el gascón es bastante diferente de las lenguas que están hoy en contacto con él, ya sea el catalán, el castellano, o el francés, y su continuidad está cuanto menos comprometida», asegura Suïls.

Sí, Arán puede parecernos hoy una isla que resiste en los torbellinos del tiempo. El mismo tiempo que les trae la nieve y los congela durante largos meses. El tiempo que les trajo las pistas de esquí y otra clase de revolución. El mismo tiempo que levanta las lenguas y después las extingue (si cayó el latín… qué no podrá caer). No es de extrañar que sus habitantes teman hoy al temps más que a nada en el mundo…

El nacimiento de un diccionario, y más para una lengua minoritaria, siempre es algo a celebrar. Un diccionario, si nos fijamos bien, se parece a un recién nacido: en él está la marca del futuro. Sin diccionarios modernos las lenguas no pueden adaptarse, se empobrecen día a día, se quedan en su manantial folclórico, se momifican.

Nadie le pagará, en el caso aranés, a su autor semejante esfuerzo. Es otra vez el temps, si acaso, quien paga el sacrificio. Aunque es el dialecto occitano más protegido del mundo, solo hay que atender a las cifras para comprender su fragilidad.

Hablamos de un territorio mínimo, que cuenta con diez mil habitantes, pero de estos solo el 20% habla el aranés en su día a día. Son apenas unos dos mil verdaderos hablantes rodeados de lenguas poderosas. El castellano es la lengua franca en la región. Muchos hablan además francés por el comercio histórico o su cercanía natural, río Garona abajo. El catalán aspira a seguir creciendo en su espacio, como lengua minoritaria que también es. El inglés es la nueva imposición del tiempo actual.

Gracias al empeño de sus habitantes, el aranés se convirtió en lengua vehicular en la educación primaria en el Valle (en secundaria se diluye). La zona es hoy multilingüe (algo que les enorgullece) y sus escolares dan una hora más de clase al día que el resto de catalanes para que tenga cabida el aprendizaje de su idioma.

Aranés

En la década de los noventa se empezaron aplicar las primeras leyes de protección lingüística y se reforzó la financiación a través de su régimen especial. Pero araneses como Manuela Ané, técnica del departamento de cultura y lengua del Conselh Generau, se quejan de que la Generalitat de Catalunya actual «no muestra sensibilidad» y que su financiación «es insuficiente». Además de otros apoyos, disponen de su propio telenoticias dentro de la televisión autonómica catalana (TV3). Si alguien quiere trabajar en la administración local necesita un B2 de aranés.

¿Es suficiente? Los datos de la última encuesta de la Generalitat sobre usos lingüísticos (2018) indican que hoy entiende el aranés (comprensión, lectura, escritura) más gente que en el pasado, pero sigue en un limbo práctico, pues como lengua de la calle y viva está entre congelada o subiendo, década tras década, por mínimos. En el otro lado de la frontera, en Francia, de donde podría provenir su verdadero apoyo cultural gascón, la situación es incluso peor.

En este panorama, un nuevo diccionario es como el llanto de un nuevo nacimiento. Suena una canción en la cuna: What will be, will be… Frederic Vergés es al autor de este diccionario que espera que sea publicado antes del verano (al tiempo de elaborar este reportaje estaba en imprenta).

Contendrá más de 45.000 entradas, «entrando en su valor semántico, utilizando frases corrientes o de nuestra literatura como ejemplos», dice. Busca modernizar el aranés (un idioma que cuenta con pocos diccionarios, escasa literatura, sin programas culturales o dibujos animados en la televisión, y un idioma excluido del traductor de Google).

«Este diccionario, y dicho con toda mi humildad, debe ser un consejero fiel para sacar de la duda al usuario, tanto para ámbitos específicos, como en la Administración o la educación, como para la vida cotidiana», asegura Vergés. Algo que sirva para la vida vidanta, como ellos llaman a la «vida corriente».

Ha tardado años en terminarlo y miles de horas de inversión. Vergés es una institución en el valle. Militante de la lengua, en el pasado fue caminaire, es decir, maestro itinerante que recorría las montañas para ayudar a otros profesores, con sus conocimientos y materiales, cuando empezó a profesionalizarse la enseñanza del aranés, en los ochenta, cuando también nacieron sus primeras normas ortográficas.

El caminaire o caminante era una figura que ya existía en Francia en la zona occitana, donde todavía mantienen —porque igualmente se resisten a la extinción—, las calandretas, escuelas infantiles privadas, ajenas a la educación reglada, que imparten la enseñanza en occitano, al modo de las ikastolas en el País Vasco. Su bello nombre proviene del ave calandria o alondra (símbolo del advenimiento de la cultura occitana).

Cuando se empezó a enseñar el aranés en las escuelas, estaba casi todo por hacer. «Partíamos de cero», asegura Vergés. Su amor por su lengua, el primer paso de este caminante, le viene de la infancia y de la epifanía de una ave.

Viajemos a los tiempos de cuando el aranés era un idioma de los bosques, habla de payeses iletrados y de pobres emigrantes de postguerra hacia la rica Francia. En ese pasado aún vive Franco y el gascón es una lengua privada, un eco en las montañas.

La epifanía ocurre durante la matanza del cerdo. Reunido Vergés con su familia, suena por casualidad Radio Tolosa (cadena francesa que todavía sigue activa). El niño escucha por primera vez en una radio ese idioma que le resulta tan familiar.

«Yo entonces desconocía que mi lengua se extendía a otras partes del mundo, y así nació mi curiosidad y mi gran amor, porque descubrí que las lenguas y pueblos son como el viento y las aves, que van de un sitio a otro sin necesidad de pasar por ninguna frontera», explica.

Se dio cuenta de que el occitano era esa calandria que había ocupado con sus alas casi un tercio de Francia. Allí creció la lengua romance que hoy está dividida en ramas bastante diferenciadas por la falta de cohesión lingüística, como el limosín y el auvernés de más al norte, o el gascón hacia el oeste, el provenzal, al este, o el languedociano del centro…

«El occitano es una lengua muy interesante porque desde el mismo momento de su constitución ya era diversa y hasta muy dispersa», argumenta Suïls. No es de extrañar que Vergés se creyera de niño un habitante exótico dentro de un país bastante exótico. «Una vez me preguntaron en una televisión francesa por la rareza de que se haya mantenido la lengua en Arán, que sea aquí oficial y reconocida… y yo les contesté que esto se debía solo al hecho de no ser franceses, porque en Francia las lenguas regionales han sido masacradas», dice Vergés.

Desde que los monarcas franceses adoptaran el idioma francés del norte como una identidad excluyente, en torno al siglo XVI, pero especialmente desde el impulso de la Revolución francesa, el gascón y el resto de lenguas regionales francesas fueron relegadas, casi olvidadas, consideradas poco más que un patois, lenguas no educadas, ecos del pasado.

«El francés se lo ha comido casi todo al otro lado de la frontera», explica Suïls. La frontera hispanoaranesa impidió que este proceso alcanzara su territorio. Y allí quedaron nuestros galos españoles sin ser galos ni españoles, irreductibles gracias a la poción mágica de la casualidad histórica.

«Nosotros para los occitanos somos la panacea, tenemos escuelas en aranés, concursos de aranés, algún que otro medio de comunicación, nos apoya, entre comillas, un gobierno, y tenemos un número de población que todavía lo habla; ellos están peor, lo que han hecho es una folclorización de la lengua, pero tampoco tenemos nosotros ningún chollo, llevo años viendo cómo la lengua se nos va de las manos», afirma Ané.

En Francia sigue habiendo música tradicional, un importante legado literario histórico, un espíritu cultural que se mantuvo gracias a impulsos poéticos y costumbristas, como el de los felibres (movimiento para la recuperación de la cultura provenzal), encabezado por escritores como Frédéric Mistral en 1854… pero solo en Arán, la lengua, aunque amenazada, sigue a todas las de la ley viva.

«En el ámbito educativo, se ha hecho un buen trabajo, y creo que eso está dando sus frutos a nivel social, hay una generación de entorno a los dieciocho años que hoy hablan el aranés fuera del colegio, se identifican con eso, ven la singularidad que tenemos, quieren la lengua», dice Maite Bayo, directora de la Escuela Primaria de Vielha. «Tenemos que despertar ese sentimiento de que es bonito tener una lengua más, porque si no se sigue trabajando se acabará perdiendo», añade.

Lenguas como campo de batalla de una identidad cada vez más líquida. Hoy en el Valle de Arán se vive un proceso de redefinición: ser aranés implica una idea de lengua propia y una identidad cultural basada en ella.

«Lo que pasa en los últimos años es que se da un salto brutal desde la economía agropastoral, casi de subsistencia, de los años cincuenta y sesenta, a una economía totalmente vinculada al turismo, y esto en una sola generación, donde el sector primario prácticamente desaparece», dice Suïls. «El cambio vino con las pistas de esquí, al abrirlas hizo que todo esto se disparara», argumenta Bayo.

Llegó la inmigración con sus nuevas lenguas. Otra revolución, más poderosa que los ataques luteranos o la invasión napoleónica que en el pasado pudieron superar. «Es una convulsión en toda la sociedad aranesa. No quiero caer en simplificaciones, pero seguramente se produce entonces una reflexión y redefinición de lo que es la propia identidad. Al cortarse los vínculos ancestrales con la tierra, la vinculación directa por los medios de producción, esto se compensa con una exaltación de pertenencia al territorio a través de una cultura y lengua», explica Suïls. Es una idea interesante: al perderse la caricia más directa con la tierra, emerge la lengua, elemento supramaterial que antes se creía como el agua, la nieve, el canto del urogallo… inagotable.

Vergés lo sintetiza de otro modo. Para él la lengua configura nada menos que la mirada del mundo. «Es el amor por mi lengua, la lengua de mis antepasados, porque cada lengua tiene una visión del mundo», dice. Una lengua que le ha servido para estructurar su pensamiento y una voz en relación a «los sentimientos más profundos».

«Nada es eterno», asegura. Todos, las lenguas y los humanos que las habitan estamos condenados al polvo. Pero Vergés, y muchos otros, siguen sembrando palabras frente a un vendaval. «Algo saldrá», se convence. Cita aquella parábola del Evangelio, la de ese trigo que el labrador lanza a la tierra, y que cae unas veces entre piedras, otras en el camino, entre zarzas, y solo una vez… en tierra buena.
«Estoy convencida de que solo nos puede salvar la pasión por la lengua, porque cuando una persona sabe quién es lucha por lo que es», asegura Ané. «Si te paras a pensarlo fríamente, no sé cuantos años de vida le pueden quedar al aranés, pero no me gusta pensar así. Creo que una de las labores del maestro es dar el servicio a su sociedad. Cada esfuerzo nos cuesta más que en otros lugares, y sabemos que lo que hacemos puede tener un fruto, quizás sea eso lo que nos impulsa a seguir», dice Bayo.

La Val d’Aran seguirá allí, en la amígdala de los Pirineos, pues la amígdala es el órgano que segrega el temor y la esperanza. Los vientos de la historia siguen soplando. En otro rincón del planeta, en Chile, el pasado febrero, recibimos la noticia de la muerte de la última hablante de la lengua nativa yagán. Con Cristina Calderón, así se llamaba, se extinguió una visión del mundo.

Quizás cuando usted lea esto haya nacido un nuevo diccionario en Arán. Una semilla habrá fructificado entre precipicios, una flor con forma de estrella al borde de las modernas pistas de esquí. Las calandrias continúan su vuelo…

Glosario breve para empezar a hablar

Frases básicas del castellano al aranés-occitano

Adiós. Adiu (tuteando), Adishatz (a varios), Andocien (respectuosamente).
¿Cómo estás? Coma [‘kuma] va? Quin va?
Bienvenido. Planvengut [plaßeŋ’gyt].
Gracias. Gràcies; mercés.
¿Cómo te llamas? Coma te dides? Quin te dides?
Señor|señora. Senhor [se’ɲu]|Sénher [‘seɲe] Nuestro Señor = Nòste Sénher. // Senhora [se’ɲura]|Dauna (fuera de Arán).
Yo no hablo francés. Jo non [‘nu] parli pas francés.
¿Hablas aranés? Parles (Parlatz) aranés?
¿Cómo puedo llegar hasta Vielha? Coma (o quin) pogui hèr [‘ɛ] entà anar tà Vielha?
Hoy. Aué|Ué.
Ayer. Ager [aˈƷe].
¿Qué hora es? Quina ora [‘ura] ei?
¿Todavía hay osos en el Valle? Demoren ossi [‘usi] ena Val?
¡Ayuda! Ajuda!; adjutòri!; secors!
Amo mi lengua. Estimi (aimi) era mia lengua.
Calle. Carrèr [ka’ṙɛ]; carrèra [ka’ṙɛra].
Nieve. Nhèu [‘ɲɛw].
Pista de esquí. Pista d’esquí.
Invierno. Ivèrn [‘iwɛrn].

 

Este reportaje es uno de los contenidos del número 15 de la publicación trimestral impresa Archiletras / Revista de Lengua y Letras.
Si desea suscribirse o adquirir números sueltos de la revista, puede hacerlo aquí https://suscripciones. archiletras.com/