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24 May 2019
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Ferias y exposiciones

El códice único del Cantar de Mio Cid se muestra al público por primera vez

Ana Cruzat

La Biblioteca Nacional expone durante dos semanas la preciada joya bibliográfica a partir del 5 de junio

Una de las joyas más preciadas del patrimonio bibliográfico español, el códice único del Cantar de Mio Cid, va a ser expuesto al público por primera vez en su historia. La cita será en la Biblioteca Nacional (BNE) y por tiempo limitado -dos semanas a partir del 5 de junio-.

El códice manuscrito fue donado por la Fundación Juan March a la BNE en 1960, aunque los técnicos habían desaconsejado hasta ahora su exposición, ya que el documento debe mantener unas especiales condiciones de temperatura y humedad. Fue descubierto en el siglo XVIII, aunque la primera noticia de su existencia data de 1565.

Pergamino mal curtido

El manuscrito consta de 74 hojas de un pergamino mal curtido al que le faltan las 3 primeras hojas, está escrito en un lenguaje ‘bárbaro’ -los inicios de nuestra actual lengua-, y tiene encuadernación mozárabe, desgastada por el paso de los siglos que han pasado desde que un monje castellano que firmaba con el nombre de Pero Abad recopilara en el siglo XII los cantares de gesta que hablaban de las hazañas del héroe de Castilla, Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid Campeador.

Las primeras noticias de la existencia del códice hablaban del ‘Poema del Cid’, un nombre que conservó durante varios siglos. En 1776 el clérigo Tomás Antonio Sánchez va a Vivar de Burgos en busca del ‘Poema del Cid’, que tenían en su poder unas monjas de clausura. Por mediación de un ministro de Carlos III, consigue sacar el manuscrito del convento. Nunca volverá allí, y la pista del códice se pierde hasta el primer tercio del siglo XIX, cuando se sabe que lo hereda el conde de Santa Marta y luego pasa a estar en poder de  un bibliófilo, Pascual de Gayangos. Para entonces la fama del códice era ya internacional. El Museo Británico quiere comprárselo a Gayangos, pero cuando éste estaba a punto de venderlo por una sustanciosa suma, el historiador y ministro Pedro José Pidal, lo adquirió para que no saliera de España -el Gobierno español no quiso comprarlo-.

El códice quedó desde entonces en la familia Pidal. Sus descendientes construyeron un mueble especial en forma de castillo medieval donde se guardaba el cofre que alojaba el manuscrito. Finalmente fue Ramón Menéndez Pidal quien hizo la edición crítica definitiva del famoso códice y quien, como su antepasado, evitó que este saliese de España rechazando una oferta de la Biblioteca de Washington.

A la muerte de Menéndez Pidal, el poema pasó a manos de Roque Pidal y de estas, tras su muerte, a la Fundación Juan March, tras permanecer algunos años fuera de España –durante la Guerra Civil, estuvo en Ginebra junto a algunos cuadros del Museo del Prado- y después en la caja fuerte de un banco madrileño.

El códice pasó finalmente a formar parte del tesoro de la Biblioteca Nacional. Y ahora finalmente podemos verlo todos en la Biblioteca Nacional. Tras esta exposición temporal, el códice se sustituirá por un facsimil.