PATROCINADORES
INSTITUCIONES
Junta castilla
jcm

Archiletras

Archiletras es posible gracias al apoyo de las siguientes empresas e instituciones

Junta castilla jcm
07 Mar 2022
Compartir
Música

Bases, ‘beats’, tonos, ‘beefs’: el lenguaje suena así

Mar Abad

El lenguaje tiene música en su ADN. No hay más que afinar la lectura para escuchar el texto… y sus melodías, sus cadencias y, a veces, también sus palabras desafinadas

Pum, pum; pum, pum.

Es el sonido del corazón.
El motor de la vida es rítmico. Y cuando pierde el ritmo, peligra la vida.
˙ ˙ ˙
Tic, tac; tic, tac.
Es el sonido del reloj.
El tiempo avanza de forma rítmica. Y si pierde el ritmo, se queda atrás.
˙ ˙ ˙
La poesía, la prosa; las rimas, el rap.
El lenguaje más bello y duradero es ritmo y tonalidad. El lenguaje es música. Más allá del huevo y la gallina, de si hubo un pensamiento musical antes que lingüístico (como cree el antropólogo Steven Mithen) o de si la música deriva del lenguaje (como cree el lingüista Steven Pinker), hablar tiene algo de cantar.
˙ ˙ ˙
Ya lo pensaban en el XVIII. El filósofo Antonio Capmany y de Montpalau escribió en 1777 que hablar de forma incorrecta es un vicio, pero hablar frío, sin emoción ni sensación, es aún peor. «Y alguna vez vale más faltar a la gramática que a la elocuencia. Vale más ser inexacto que lánguido».
˙ ˙ ˙
El lenguaje tiene beats: ritmo. Hablamos en golpes de sílabas, palabras, frases y pausas. Ese es el ritmo interno de lo que decimos. Y luego está el ritmo externo que une a varias personas en una conversación. Lo dice el lingüista Peter Auer: el sentido del ritmo es el que va dando paso a unos y a otros en un diálogo. Esos beats hacen de semáforo y de ceda el paso. Son las cadencias que indican que uno para de hablar y otro puede empezar. El ritmo le da el flow y la fluidez.
˙ ˙ ˙
El lenguaje tiene bases: esos acentos que hacen tan dulce al andaluz seseado, tan nostálgico al gallego y tan áspero al Madrid de las tabernas.
˙ ˙
El lenguaje tiene tonos: esas preguntas que tiran hacia las notas altas («¿Pero no viniste?») y esas caídas conclusivas que lo bajan a los graves («¡Se acabó!»).
˙ ˙ ˙
El lenguaje tiene intensidad: de un susurro cariñoso («mi niñiiiito chiquitííín») al rugir como un león («¡Hijo de la gran puuuuta!»).
˙ ˙ ˙
El lenguaje tiene armonías. Eso es, en palabras de la RAE, la «grata variedad de sonidos, medidas y pausas» que surgen en la prosa y el verso «por la feliz combinación de las sílabas, voces y cláusulas». Antonio Capmany y de Montpalau decía en su Filosofía de la elocuencia que la armonía del lenguaje surge del «valor silábico» de las palabras que forman una frase. De esa sucesión de vocablos largos y cortos. De situarlos en el orden que mejor suena al oído.
˙ ˙ ˙
Esa belleza armónica no la da ni la gramática ni la ortografía. La da el sentido del ritmo del escritor. Esa que te indica dónde has de colocar cada palabra por la música que oyes cuando escribes. Esta que me acaba de decir a mí «oyes cuando escribes» mejor que «oyes mientras escribes». Ahí se ve el tropiezo: las letras de la voz mientras rompen el flow de la frase; en cambio, cuando se desliza sola en la frase que acabo de escribir.
˙ ˙ ˙
Capmany y de Montpalau puso unos ejemplos para mostrar que el orden de las palabras acelera o detiene la pronunciación. Rápida bola hace correr al lenguaje; mártir constante lo detiene. Quizá por tanta consonante, quizá por la pesadez de las dos palabras juntas.
˙ ˙ ˙
El filósofo recomendaba fijarse en el ritmo del final de las frases y lo explicó con un ejemplo: Todos la aborrecían, y la despreciaban los más. ¡Pero qué fealdad! «Esta frase final monosilábica es dura e ingrata», sentenció. «Invertámosla y rematemos la frase con cadencia más fluida y sonora diciendo: Todos la aborrecían: los más la despreciaban».
˙ ˙ ˙
El lenguaje tiene melodías y de eso se ocupa la prosodia. «Alude a la naturaleza rítmica y melódica de las expresiones habladas», escribe Steven Mithen en Los neandertales cantaban rap (Editorial Crítica). «Cuando la prosodia es intensa, el habla suena muy musical». Y las personas, tan emocionales como somos, damos más importancia a la musiquilla que al significado de las palabras. Apunta Mithen con acierto: «No por decir ‘Me siento triste’, las palabras, por sí mismas, sonarán convincentes. Si lo afirmo con una voz realmente feliz, se dará prioridad a la entonación y a la deducción de que, por alguna razón, estoy siendo irónico cuando digo que me siento triste».
˙ ˙ ˙
Antonio Capmany y de Montpalau también daba importancia a la prosodia. Decía que era un rasgo de elegancia del lenguaje. Son los agudos y los graves del sonido; lo áspero o dulce, lo lento o lo rápido. Decía el filósofo que elegir bien cada palabra hermosea el pensamiento y le da más fuerza. Aunque no siempre hay que recurrir a la belleza: el «género patético» y el «estilo fuerte» requieren alterar, incluso destrozar, la armonía.
˙ ˙ ˙
A este filósofo y diputado en las Cortes de Cádiz le parecía que el español tenía todos los elementos para hacer buena música. Algunos idiomas nunca podrían ser elegantes por sus terminaciones sordas o duras, o por el machaque constante de consonantes, o por la matraca de verbos auxiliares en una misma frase. Todo esto «ofende el oído» de los propios hablantes.
˙ ˙ ˙
«Nuestra lengua, rica y majestuosa cuando es bien manejada, corre con fluidez, pompa y desembarazo», decía el filósofo y militar. Pero había quien no aprovechaba esa musicalidad y aporreaba las teclas de esta manera: No ha podido dejar de ser menester que ella haya de convenir en ello. ¡Arg! Al pobre Capmany y de Montpalau le estallaban los oídos: «Una expresión tan áspera y difusa al mismo tiempo corta la concisión, la redondez de la frase y la fuerza del pensamiento».
˙ ˙ ˙
El lenguaje tiene ‘beefs’ desde el primer gruñido. Sverker Johansson describe una escena situada más de dos millones de años atrás con la que intenta explicar cómo imaginan muchos investigadores el nacimiento del lenguaje. En su libro En busca del origen del lenguaje (Ariel), el físico y lingüista evoca a aquellos seres peludos que aún no articulaban palabras, pero que de alguna forma cantaban. O tarareaban sin letra y sin acordes sofisticados.
˙ ˙ ˙
Johansson imagina a un grupo de homínidos sentados, en algún lugar de la tierra que hoy se llama Nairobi, antes de caer la noche. Un joven arranca a cantar sonidos sin letras pero con un ritmo claro. Canta y mira a una joven en una especie de cortejo. Ella aparta la mirada. «Otro joven se levanta y empieza también a cantar. Al principio sigue la melodía de la primera canción, pero al poco tiempo empieza a adornarla con sus propios temas y variaciones, y pronto se hace patente que es mejor cantante, entona mejor y cuenta con más patrones sonoros en su repertorio. Ahora, la primera muchacha lo escucha con interés. El primer joven trata de contraatacar con sus propias variaciones, pero, al verse incapaz de seguir el ritmo del trino, no tarda en darse por vencido y se sienta».
˙ ˙ ˙
Pudiera ser ahí donde estuviera el origen de los beefs, o las tiraderas de raperos, o las batallas de rap de hoy.

˙˙˙
¿Arrancó el lenguaje de las pasiones?

Llevamos cientos de años mirando muy lejos atrás en el tiempo para averiguar si los homínidos primero cantaron y luego hablaron o fue al revés: primero los balbuceos y luego la canción. El filósofo Jean-Jacques Rousseau decía que los humanos sintieron primero y razonaron después. «Todas las pasiones acercan a los hoEnsayo sobre el origen de las lenguas.mbres. No es ni el hambre, ni la sed, sino el amor, el odio, la piedad, la cólera los que les han arrancado las primeras voces», escribió en su  «Uno puede nutrirse sin hablar, se persigue en silencio la presa con la que uno quiere alimentarse; pero para conmover un corazón joven, para rechazar a un agresor injusto, la naturaleza dicta acentos, gritos, quejas. He ahí las palabras inventadas más antiguas, y he ahí por qué las primeras lenguas fueron melodiosas y apasionadas antes de ser simples y metódicas».

˙ ˙ ˙
Rousseau pensaba que los sonidos, las voces y los acentos vienen de la naturaleza. Al contrario que la articulación, que es convención. Un idioma es un artificio inventado y consensuado por los humanos. Por eso las primeras voces serían cantadas en vez de habladas y «la onomatopeya se dejaría sentir continuamente».
˙ ˙ ˙
Ese primer impulso de lenguaje «tendría muchos aumentativos, diminutivos, palabras compuestas, partículas expletivas para dar cadencia a los periodos y redondez a las frases», escribió Rousseau. «Tendría muchas irregularidades y anomalías. Despreciaría la analogía gramatical para dedicarse a la eufonía, al número, a la armonía y a la belleza de los sonidos. En vez de argumentos, tendrías sentencias, persuadiría sin convencer y pintaría sin razonar».

˙˙˙
Bebés: la melodía es el lenguaje

Charles Darwin creía que el canto fue el origen del lenguaje. El naturalista inglés decía que los primeros cánticos de los homínidos serían de apareamiento, y algunos investigadores de hoy añaden que también entonarían nanas y otros sonidos para calmar a sus bebés.
˙ ˙ ˙
Eran cantos sin palabras, y según Steven Mithen, las primeras expresiones del lenguaje pudieron ser un tarareo y unas murmuraciones tipo «hmmm», «aaahhh», «ooohhh». El antropólogo afirma que «los niños nacen músicos» y que, antes de hablar, se comunican por la prosodia.
˙ ˙ ˙
Ese lenguaje cantarín de aaayyy, mi niiiiñoo, que se lo va a comer todo todito todooo que a muchas personas les suena tan estúpido es el lenguaje más eficaz entre los adultos y los bebés. Los lingüistas lo llaman LAN: lengua adaptada a los niños (o IDS, en sus siglas en inglés).
˙ ˙ ˙
Esta lengua adaptada a los niños menores de tres años es igual en todos los idiomas. Mithen la describe así: «El tono es más alto; hay más variación tonal; las vocales y las pausas suelen articularse de forma exagerada (hiperarticulación); las frases son más breves y encontramos más repeticiones que en los enunciados dirigidos a niños mayores o adultos», explica Mithen en Los neandertales cantaban rap. «Consiste en exagerar los rasgos prosódicos inherentes al lenguaje hablado, de modo que nuestras oraciones adoptan una naturaleza explícitamente musical».
˙ ˙ ˙
Hablamos así a los bebés porque atienden más a las melodías y los ritmos que a las palabras. Y eso hace creer a Mithen y otros investigadores que las redes neuronales del lenguaje se construyen sobre las musicales o, al menos, las reproducen.
˙ ˙ ˙
A la vez parece algo natural, bastante humano, porque las madres más madrazas y las personas que no tienen relación con los bebés les hablan del mismo modo: con énfasis, entonaciones muy marcadas y una prosodia de castañuelas. «Es una conversación no lingüística» aunque, a la vez, «la prosodia también se usa para ayudar a los niños a aprender la sintaxis lingüística».
˙ ˙ ˙
Estas entonaciones tan ascendentes y descendentes, y estas palabras tan repronunciadas, ayudan a los bebés a distinguir las sílabas, las palabras y las oraciones. Pero Mithen hace hincapié en que la función básica de la LAN no es enseñar un idioma a un niño. Ese impulso que nos sale de hablarles así es para comunicarnos mediante la emoción. Y todos usamos las mismas cadencias. Para tranquilizar a un bebé, usamos tonos bajos y curvas tonales descendentes. Para llamar su atención, recurrimos a las curvas ascendentes. Para indicarles que no hagan algo, les mandamos las mismas señales de advertencia que los primates inhumanos: «breves y entrecortadas, con tonos altos y marcados».
˙ ˙ ˙
Mithen considera que, para hablar a los niñitos más pequeños, este lenguaje musical es «un medio de comunicación más eficaz y poderoso que el habla que dirigimos a los adultos». Y por todas las investigaciones y experimentos hechos hasta ahora, dice, sin verborrea ni rodeos, que la melodía es el mensaje.

˙˙˙
A otra cosa, mariposa

En el siglo I, un autor griego conocido como Pseudo-Longino redactó en un manuscrito:
˙ ˙ ˙
«La armonía no solo persuade y place naturalmente a los hombres, sino que es también un instrumento maravilloso de la grandeza y la pasión».
˙ ˙ ˙
Lo cuenta el lingüista José Antonio Millán en su libro Tengo, tengo, tengo: los ritmos de la lengua. El lingüista descompone el lenguaje en sus partículas para descifrar el ritmo verbal que lo mueve.
˙ ˙ ˙
El primer elemento es el tiempo de la rítmica típica del español: las ocho sílabas tan comunes en los versos. Algo que ya indicó, en el XVII, el  sabio JuanCaramuel.
˙ ˙ ˙
El segundo es el acento: «Un rasgo de la voz que hace que ciertas sílabas destaquen más que otras (y distingue, por ejemplo, término de termino y de terminó)», escribe Millán. En la poesía hay unos patrones que suenan bien a los oídos. «En general, los versos españoles se suceden en una alternancia de sílabas acentuadas y no acentuadas. (…) Siempre hay un acento en la penúltima sílaba, que es la que marca el final del verso. Para la distribución de los demás acentos hay un par de reglas: cada verso de ocho sílabas tendrá por lo general tres acentos, y las sílabas acentuadas nunca están ni contiguas ni demasiado separadas entre sí».
˙ ˙ ˙
Todos estos detalles que expone Millán casi de forma matemática son lo que el sabio Caramuel resumió en: «La gracia y elegancia de estos versos depende de la adecuada colocación de los acentos».
˙ ˙ ˙
Y el tercero es la rima: asonante (cuando solo coinciden las vocales que van detrás de la última vocal acentuada) o consonante (cuando coinciden todas las vocales y consonantes que van detrás de la última vocal acentuada).
˙ ˙ ˙
El español es muy dado a las rimas. Las encontramos en los textos antiguos y en los actuales. Están en los juegos infantiles, en la sabiduría popular, en los eslóganes políticos, en los jingles publicitarios, en la música urbana y hasta en la magia y los conjuros. En otros idiomas y en otras épocas no fue así. «Este tipo de rima es muy propia del español, del francés, del inglés…», explica Millán por videollamada. «Pero ahí está La Odisea, con sus mil doscientos versos latinos que no riman. Están basados en otra cosa: en la repetición de estructuras y fórmulas; en los paralelismos, en la sintaxis y en el léxico; en las aliteraciones. Eso también gusta mucho».
˙ ˙ ˙
Dice el lingüista que las rimas aportan «un elemento de juego y de placer» al lenguaje. Tanto que los niños juegan a hacer rimas con palabras inventadas. Buscan el juego y la diversión más que informar. «Lo contaba Unamuno. Veía que sus hijos cuando estaban solos, a su aire, cantaban cantinelas absurdas, sin sentido, y ahí se ve que los niños sacan un placer claro de las rimas. Son cancioncillas que se inventan ellos mismos».
˙ ˙ ˙
Las rimas también hacen de profesora de lengua: «La formación fonológica se basa en las repeticiones, las aliteraciones… y en dominar los sonidos». Hacen de regla nemotécnica: «Es más fácil retener algo en la memoria si tiene rima y ritmo». Y hacen de máquina del tiempo: «Hay un elemento que yo recogería de Antonio Machado cuando dijo que la rima es recuerdo del pasado y previsión del futuro. Si tú estás oyendo una tira de rimada, estás a caballo entre lo que está pasando y lo que va a pasar. Estás como adelantándote en el tiempo». O yendo al pasado. «Puedes recordar cosas de cuando eras pequeño y cómo te influían. En esos momentos tocas un punto muy particular de la vivencia humana de la lengua».
˙ ˙ ˙
Abarcan incluso la magia y el misterio. En los conjuros y las frases mágicas hay muchas rimas. Puede que no sean elegantes o no sean perfectas, pero hay un «elemento repetitivo, un poco encantatorio, de creación de trance». Y es la rima lo que los hace poderosos y les da ese aire de ritual. «Si a este encantamiento le das una forma sin rima, el que lo usa va a pensar que no funciona tan bien».
˙ ˙ ˙
Las rimas se hacen aún más potentes cuando suenan en grupo. Esa vibración rítmica pone los pelos de punta cuando viene de miles de voces a la vez. «Si has estado alguna vez en una manifestación gritando junto a cinco mil personas, te das cuenta de que esto tiene un poder. Tiene un poder muy fuerte».
˙ ˙ ˙
Millán, en su habilidad de descifrar las palabras en sus partículas musicales, señala algo significativo: «La misma palabra encantamiento tiene dentro el canto».
˙ ˙ ˙
Tururúúú.
Chin, chin, chin.
Laaa, la, lá.
Es el sonido de la canción que oigo mientras escribo este artículo.
El corazón del lenguaje es la música. Y si no bombea, no hay belleza. Ni lenguaje. Ni humanidad siquiera.

 

Este reportaje es uno de los contenidos del número 12 de la publicación trimestral impresa Archiletras / Revista de Lengua y Letras.
Si desea suscribirse o adquirir números sueltos de la revista, puede hacerlo aquí https://suscripciones. archiletras.com/