El rey de la casa
Ahora, con la leche desnatada, quizá se haya perdido la palabra «bigotes» para nombrar el rastro blanco que queda en los labios tras beber un tazón. «Límpiate esos bigotes», me decía mi madre cuando era niño. Al mirarme en el espejo parecía realmente un emperador austrohúngaro, chiquitín y bigotudo.
Óscar Esquivias