Rosetón
Los curas de mi infancia repetían mucho que los cuerpos son «templos del Espíritu Santo». Me acordé de esto al leer el poema «Macho» de Ángelo Néstore, que comienza con el verso: «Hay un dios que se asoma en el ombligo». ¿Y si el ombligo es el óculo de la fachada del templo, el periscopio de los dioses?
Óscar Esquivias