¡Guau, woof, wangwang!
Los perros pasan mucha vergüenza ajena cuando viajan al extranjero. Ellos en seguida aprenden la lengua del lugar y ligan con cualquier chucho al que acaban de conocer, pero sus amos suelen ser tan torpes con los idiomas (¡y con el sexo!) que los pobres perros se abochornan viéndoles hacer el ridículo.
Óscar Esquivias